“Esta es mi primera vez en Buenos Aires, pero no será la última”, advirtió Drake antes de terminar su actuación en el escenario Flow. Lo que nadie se imaginaba en ese momento era que el rapero canadiense se estaba despidiendo. Y es que aún le quedaba por delante casi media hora de show, según los horarios que compartió la organización del festival. Coronando así una performance tan extraña como extravagante, fiel al temperamento de uno de los artistas más influyentes de los últimos tiempos a nivel mundial. De lo que dejó constancia su convocatoria. Salvo por Cigarettes After Sex, cuyo pop narcótico se convirtió en la respuesta a tanto fashionismo (avalada por un público rebelde que se sentó en el pasto para ver al trío), en ese preciso instante básicamente la totalidad del público atendió al llamado del MC y empresario.
Si bien Lollapalooza Argentina se tornó en vitrina de los tótems de la música urbana contemporánea, cada icono que pasó dejó cierto sabor a desconcierto. Será un tema de la expectativa local o una traducción distorsionada de la realidad del hip hop. Sucedió algo parecido con Pharrell Williams y con Kendrick Lamarr, pero no con The Weeknd, Anderson Paak, Chance The Rapper o Lupe Fiasco. Lo que sí es seguro es que así son a donde quiera que vayan. No hay ninguna intención de especular. Viajan con el barrio a cuestas. Eso lo encarnó literalmente el propio Drake, quien vino equipado hasta los dientes en su Boeing 767. Aunque se subió al escenario solo, sin banda, cantando sobre pistas. Intentó moderar semejante inmensidad con una puesta minimalista, sustentada en luces rojas, pantalla carmesí y buches de fuego que emanaban del piso del escenario.
Veinte minutos después del inicio de su performance, comenzó a latir la sensación de que el rapero iba a tener que remarla mucho en su show. Pero luego se entendió lo que estaba haciendo: mostraba los diferentes matices de su propuesta. Justamente ahí radica su grandeza: en su voluntad de explorar. Al principio apeló por su veta más oscura y vieja escuela del rap, en la que despuntaron temas como “Energy” o “Wu-Tang Forever”. También sacó a relucir su perfil trapero, mediante “Jimmy Cooks” o “What’s Next”. Desenfundó sus cadenciosas colaboraciones con Rihanna en el himno “Work”, y con Bad Bunny en “MIA”, donde patentó su fabulosa pronunciación del español. Puso un pie en el pop con “Controlla” y otro en la pista de baile con “Failing Back”. Y cantó “Muchachos…”. O un pedacito, con la Copa del Mundo detrás suyo.
Mientras el rapero (futbolero confeso) tributaba a la Selección con su perorata, Rosalía lo hizo con su vestimenta. O alguien del público llegó a creerlo. Ataviada de celeste y blanco en el escenario Samsung, la ídola española, a siete meses de sus inolvidables Movistar Arena, volvió para seguir presentando su fantástico disco Motomami. Esta vez para los que se quedaron sin entradas, y en formato festivalero. Todo un reto. Pero ella es tan genia que todo lo puede. Por más que el relato fue más o menos similar, con sus bailarines saliendo al escenario con sus cascos y outfits tuneados de motoquero y con su socio de la steady cam, es imposible que deje de sorprender. Sin embargo, en su vuelta a Lolla AR, la música incluyó “Héroe”, cover de Enrique Iglesias, y estrenó en vivo su single “Llylm”, lanzado a fines de enero y en la que se reencuentra con su raíz flamenca.
Quien se transformó en la sorpresa de la primera fecha de este Lollapalooza fue Chano. Si en los últimos tiempos fue noticia más por sus problemas de salud que por su música, el artista argentino protagonizó en el Flow un recital emotivo. También se le vio bien y con buen ánimo. Comenzó repasando las canciones de su carrera solista. Abrió con “Amor y Roma”, y siguió con “Oración al sol” y “el mix de “Mecha” y “Carnavalintro”. Antes de tocar una versión acústica de “Naistumichu”, anunció que iba a aprovechar su intervención en el festival que compartir una noticia y consumar una sorpresa. Entonces deslizó la vuelta de Tan Biónica con un espectáculo que, por la manera como lo dijo, tiene gusto a despedida. A manera de abreboca, la banda se juntó para repasar los clásicos “Ciudad mágica”, “Ella” y “Obsesionario”. Le compitieron de tú a tú a Drake.
Al caer la tarde del viernes, Lollapalooza Argentina seguía dándole una calurosa bienvenida al público que progresivamente se acercaba al Hipódromo de San Isidro para disfrutar de la primera jornada del festival. En sintonía con el sorpresivo clima norafricano que colonizó en las últimas semanas a Buenos Aires. Paradójicamente, la artista que mejor lo supo capitalizar fue una escandinava: Tove Lo (otra revelación), quien salió al Flow con una malla plateada. Así como con un arsenal de canciones pop ataviadas de música electrónica orientada a la pista de baile. En especial las de su reciente álbum, Dirt Femme (2022), inspiradas en ese sonido clásico a lo Giorgio Moroder, y donde reflexiona sobre la feminidad. La sueca no se inhibió con la temperatura, todo lo contrario. Le sirvió de trampolín para llevar adelante una performance imparable y temperamental.
Lo mismo le sucedió un par de horas antes a Suki Watherhouse: la razón de ser de la sorpresiva visita del actor Robert Pattinson a la capital argentina. La cantante, que aprovechó el contexto abrasivo y húmedo para salir a escena vestida holgadamente (para hacer canciones pop en esa sintonía holgada), dejó bien en claro que no sólo es la novia del nuevo Batman. A tal punto que se fue ovacionada. Eso sucedió en el escenario Samsung. Se trató de la primera estrella internacional de la fecha, que tuvo en Rosalía y Drake a sus cabezas de cartel. Apenas se dieron puertas al mediodía, de entre los cinco escenario erigidos en el predio despuntaron los shows de artistas nacionales como la cantante de R&B An Espil, el laboratorio pop Plastilina y el grupo de indie Silvestre y La Naranja.
Mientras Aurora, la otra artista nórdica de la jornada inaugural de Lollapalooza Argentina 2023, se preparaba para cantar en el Samsung, Dante Spinetta la grooveaba en el Flow de la mano de su nuevo álbum, Mesa dulce. En tanto que la rapera trans no binaria puertorriqueña Villano Antillano (conocida en la Argentina por su participación en la BZRP Music Sessions 51) deslumbraba con su contundente performance en el escenario Perry’s. En ese mismo aforo, que devino en la plataforma de la música urbana de la fecha, le secundaron su paisana Young Miko, el reggaetonero colombiano Alvaro Díaz y su par venezolano Danny Ocean. En ese instante, a unos metros de ahí, Trueno esbozó un recital fabuloso, donde probó varios matices de la cadencia: del reggaetón al trap, pasando por supuesto por el hip hop.
Al rapero originario de La Boca, que se encuentra girando con su flamante segundo álbum, Bien o mal, se le vio muy cómodo en escena. Tanto que se sumó a varias coreografías. Pero si suelta el control es en parte porque está apoyado por una banda fabulosa. Esto pasó en el Samsung, al toque de que The Rose se despidiera de su público. El grupo surcoreano volvió a la capital argentina, luego de su debut porteño en diciembre, para en esta ocasión convertirse en el primer artista de K-Pop que forma parte del festival. Aunque ya a estas alturas del viernes el calor le había bajado un par de cambios a su intensidad, el cuarteto le dejó el escenario del Alternative bien caliente a Marilina Bertoldi. Así como lo viene haciendo en sus últimos recitales, la música puso énfasis en el contenido estético de su puesta.