Cuando levantó la mano hasta el lugar correcto, aparecieron… mejor dicho, lo supo.
Cayeron sobre su espalda, categóricas, rotundas, las cifras.
La boca, en una mueca de dolor, quiso pronunciar la última de las 123.205.340 palabras que le fueron dadas. Pero sólo pudo pensarla. La palabra fue “mierda” (podría haber sido más dulce, más clara , una palabra que perdurara en la memoria si alguien pudiera escucharla. Pero no, fue ésa: mierda.)
Luego sintió ese olor agrio, como de estación de trenes, que siempre había subido desde las piernas de todas las mujeres que tuvo, que le fueron entregando algo parecido al amor. 4.239 veces, ni una más ni una menos. Un olor agrio que sin embargo tenía la belleza de lo cierto, la confirmación de la vida… 4.239 veces…¿por qué llegó hasta él ése y no otro olor. Eso no lo sabía, pero sí supo que su piel no era la misma. Que se la habían ido arrancando, por lo menos, 12 veces, sin piedad, sin urgencias, en fino polvo, en extenuadas escamas, en caricias que se desprendían huyendo de él y que si uno quería, podía ver, a través del sol de cualquier tarde. Supo que 12 veces había renacido. Aquí se dio cuenta de manera brutal que las primeras personas amadas no estaban en su piel. De allí también se habían marchado. Allí tampoco las encontraría.
En ese preciso instante, minúsculo, quieto, una lágrima cayó.
Fue la última. La que determinaba los 61 litros de ¿penas? ¿tristezas? ¿dolores? ¿broncas? Que lo habían atravesado. 61 litros… y como en un juego extraño su mente las guardó en azules botellas, verdes botellas, blancas botellas de lágrimas, vivas, muertas, lloradas, arrancadas de cuajo, derramadas, desbarrancadas…ni un litro más ni un litro menos. Lo asignado.
El hombre tuvo tiempo de saber que los 24.887 km caminados, no lo habían llevado a ninguna parte, o que sólo lo habían acercado a este lugar. A esta palabra. Y tuvo un cansancio nuevo. Un cansancio que fue subiendo por los huesos (que tampoco eran los mismos)
Su cabeza golpeó contra el piso (baldosas amarillas, con arabescos marrones, gastadas, pulidas, suaves) y al chocar, el primer recuerdo, el que nunca se pierde, regresó (un susurro un aleteo un crujido roces gozo espasmo herida luz el universo alas resistencia dolor sangre aguas sin profundidad pero profundas océanos tibios de madre origen espera final y el llanto el grito la primera palabra que no se pronuncia y permanece hasta llegar a ésta, la última) allí estaba ese recuerdo, ahuecando la imagen de baldosas pulidas.
Y el cansancio derribó en él antiguas paredes y preguntas.
¿para qué, al fin? ¿para quién?
Nunca supo porqué supo, definitivamente, sin duda alguna, que durante toda su vida, 40 toneladas de basura había creado él sólo, sin ayuda. Vaciando. Vaciándose, arrojando y arrojándose. ¿para qué? ¿para llegar a esta palabra?
Supo también con una certeza de cuchillos, que los caminos recorridos jamás le habían mostrado este final y que los 104.390 sueños soñados, no le habían anticipado nada.
Cifras, números, datos que sólo caían sobre él. Que eran él.
Datos que nunca quiso saber y que sin embargo sabía.
Cifras que acercaron la boca a la baldosa, la palabra a la boca, la lágrima a su última botella… entonces parpadeó.
Ese parpadeo fue el último de los 415.000.128 asignados, y algo parecido a un vapor húmedo se escapó de su boca entreabierta, y nada más.
La palabra mierda, no fue dicha, y entonces no se sumó a los millones y millones de palabras que retumban en algún sitio, de las que nadie se hace cargo, palabras desmadradas que nadie volverá a escuchar, pero que permanecen intactas, redondas, planas, suaves, mordaces, vírgenes, raposas, salobres y oscuras o brillantes.
Dejando muy quieta la mirada en ningún lugar, el hombre murió.
Al otro día, siguieron las cifras adueñándose de su historia:
-fue el suicidio Nº…provocado por la depresión…
-fue el Nº tal provocado por arma de fuego…
-fue el Nº tal ocurrido a las 19,48, hora estipulada como la de mayor incidencia en la conducta suicida…
-fue el trámite municipal Nº…
Todo esto el hombre ya no lo supo.
De las 1.700 personas que conoció a lo largo de toda su vida sólo supieron de su muerte aproximadamente 30, se conmocionaron unas 12, se entristecieron 8 y lloraron por él, verdaderamente, 4.
Según un estudio realizado en universidades alemanas, un hombre que vive aproximadamente 78 años:
-pronuncia 123.205.340 palabras
-tiene 4.239 relaciones sexuales
-cambia su piel, completamente , 12 veces.
-derrama 61 litros de lágrimas.
-camina 24.887 km.
-lo más viejo que posee es su primer recuerdo.
-genera 40 toneladas de basura.
-tiene 104.390 sueños.
-parpadea 415.000.128 veces.
-conoce a 1.700 personas.
*Este texto forma parte del libro Breve historia numerada y otros cuentos, ed. YSUR, 2023.