–¡Es Madonna Don Hugo, no me joda, la piba es Madonna! ¿O acaso me va a decir que no la vio?
–No sé de qué me habla Osvaldo, mejor que aclare porque el calor me vuelve todavía más lento.
–¿Cómo de qué le hablo? ¿Usted no es el que siempre está al tanto de todo? Si le digo que es Madonna y Shakira juntas, o aún mejor que ellas, ¿tampoco se da cuenta?
–Ahora sí, ya caí ¿Y desde cuándo usted es fanático de Lali Espósito? No le conocía esa veta Pop. O le hace ilusión entrar de grande en el “Chape tour”.
–Guardesé el tema de la edad porque el que sale perdiendo es usted. Si alguna tarde se cae la Lali a tomarse una birra por éste barsucho, este mozo la chapa sin escenario. ¿Qué tiene el Maratea ese que no tenga yo?
–Bueno Osvaldo, tranquilo, ese show fue hace un par de semanas. ¿Cómo quiere que me acuerde?
–Es que yo no me lo olvido más. Mire, le voy a decir la verdad. Yo a Lali la tenía sólo de nombre, pero el Beto, mi hijo, y Luciana, su novia, son fanas de ella, y como no consiguieron entradas para ir a Vélez, se vinieron a casa para verlo por tele con Olga, mi señora, y este servidor.
Nosotros no teníamos ninguna expectativa, pero que vengan los pibes a casa es una fiesta. Con el calor y los precios de la carne, asado no hicimos, pero preparamos una picada gigante, unos Ferné con Coca y este mozo se jugó con el Vitel Toné. Una receta heredada de mi abuela y que no le voy a revelar, pero que no se queda en la anchoíta, el atún y la alcaparra, que eso lo sabe cualquier gil. El mío lleva un par de ingredientes que son un secreto profesional, y que ya se lo dejé por escrito al Beto para cuando yo no esté sobre este mundo.
–No se ponga dramático Osvaldo, tráigame un café frío y me sigue contando.
–¿Café frío?, ¿pero usted me está cargando? La última vez me salió con esa limonada rara, ¡y ahora me viene con el café frío! ¿Esa también la aprendió en Qatar? Dejesé de joder hombre, si quiere café frío vaya al Starbucks. Acá lo único frío que hay son las gaseosas, y eso siempre y cuando a Edesur no se le da la gana de cortarnos la luz, como viene haciendo seguido, porque de ser así para tomar algo frío se va a tener que ir al bar de la Base Marambio. Mejor le traigo el cortado de siempre y le sigo contando.
Los pibes llegaron el sábado a casa con el asunto de ver a Lali en la TV de 65 pulgadas que ellos me regalaron para el Mundial, pero cuando les pregunté en qué canal la pasaban, me enteré de que era por una “plataforma”.
“Sonamos”, les dije, yo no tengo nada de eso, pero el Beto me palmeó: “Tranqui pá, para todo hay solución”. Y buscó una aplicación en el celular. Yo pensaba: “Qué garrón, lo vamos a tener que ver en esa pantallita de mierda”. El Beto me vio la cara, y me siguió explicando.
“Mirá lo que hago ahora: hay una función que se llama Espejo”, y ahí mismo apretó un botón y la pantalla del celu apareció en la TV. Con Olga casi nos caemos de espalda, justo cuando la piba aparecía bailando a todo trapo en el escenario de Vélez. Subió el volumen y hasta los malvones del patio bailaban. Al cuarto tema ya nos habíamos olvidado del Vitel Toné, de la picada y de cualquier otra cosa que no fuera mirar ese show hipnotizados. Los pibes gritaban que era Madonna, y Olga y yo pensábamos en Cher, en Shakira y hasta en Rafaela Carrà. Lali no es una sola, la petisa es la mezcla de todas pero con sello propio. Y es de acá, de Parque Patricios es, bien argenta, si hasta cerró con un baile gauchesco. Como 30 bailarines que zapateaban y hacían malabares con las sogas. Malevo se llaman, ¡hasta el nombre arrabalero tienen!
El Beto y Luciana, que son zarpados como casi todos los jóvenes, decían que a Lali se la iban a chapar los dos juntos, mientras cantaban con ella una canción que Olga y yo no entendimos, pero el estribillo repetía: “comprame un brishito/ comprame un brishito Y el Beto decía que Lali era su permitida. ¿Usted sabe qué significa eso de permitida?
–Sí, Osvaldo, sé que es. El permitido en una pareja es la aventura que puede tener un miembro con alguien, sin que el otro se enoje.
–Exacto Don Hugo, como se nota que usted trabaja rodeado de gente joven. El Beto dice que Lali es permitida para los dos, pero que además cada uno tiene otro por separado. Yo ya no quise preguntar más, pero los que preguntaron fueron ellos.
“Osvaldo, cuál es tu permitida”, lanzó Luciana. Y yo sin mirar a Olga, dije rápido: ¡Catherine Fulop!
Ni me dejaron terminar. No sabe el kilombo que se armó. Olga diciendo que no hay ninguna permitida ni un carajo. Y los pibes furiosos diciendo que la Catherine era antichavista, gorila y no sé cuántas cosas más. Ellos todo lo llevan a la política, en cambio yo nunca supe qué pensaba Catherine, si con verla me olvidaba hasta de mi nombre.
Cuando se aquietó un poco la cosa le preguntaron a mi señora cuál era el suyo. ¿Y sabe con la que salió la Olga?
–No.
–Muy entusiasmada, ni dudó: “¡El gallego Insúa!”, dijo, y me miraba desafiante.
Qué turra, Olga, el gallego Insúa… justo el técnico de San Lorenzo que nos está sacando del pozo y es el ídolo de todos los cuervos. Además de tener una pinta bárbara.
Al final, cuando ya Lali había terminado su tremendo show, y nos comíamos el Vitel con una cervecita, volvimos sobre el tema y nos pusimos de acuerdo.
Yo tuve que cambiar a Catherine por Moria Casán, Olga se quedó con Insúa y los pibes en trío con Lali y, cada uno por su lado, el Beto con Florencia Peña, Luciana con Pablito Echarri y todos felices. Moria es compañera decía mi hijo, Florencia también, Echarri re peroncho, y a mamá la perdonamos porque el Gallego no será muy compañero pero nos va a sacar campeones.
Espere jefe, no se vaya. Eh, Don Hugo, espere, tome, no me deje propina, guardesé el billete y y para la próxima…¡Me compra un brishito!