Independiente y Colón jugaron como lo que son: dos equipos extraviados que todavía no han encontrado su destino en el campeonato y posiblemente no lo encuentren. Empataron 2 a 2 al cabo de un partido que se recordará por las situaciones bizarras que se dieron. Pero no por el juego que casi no entregó.
A los 35 minutos del segundo tiempo y con el tanteador 1 a 1 (Pierotti había abierto para Colón, Cauteruccio de penal había igualado para Independiente en el primero), el arquero Ignacio Chicco le pasó la pelota en un saque de arco a Paolo Goltz y el zaguero, en vez de patear, la tomó con la mano. Como toda la noche, el árbitro Nicolás Lamolina dudó en cobrar. Pero al final dio el penal evidente que Matías Giménez convirtió con gran categoría.
Colón, envuelto en un gran nerviosismo se lanzó a buscar el empate. Y en el décimo minuto de descuento, una pelota cayó en el área roja, Barcia sujetó de la camiseta a "Wanchope" Abila y el árbitro, otra vez con demora y previa consulta al VAR, sancionó el penal, que remató el propio Abila, detuvo el arquero Rey y de rebote, Abila transformó en el 2 a 2 final en medio de la hoguera de gritos, silbidos e insultos que era el estadio de Avellaneda.
Toda esa emoción salvó la noche, Porque si no hubiera sido por estas alocadas contingencias, el trámite habría sido irrescatable. Tumutuoso, desprolijo, embarullado y mal jugado, estaba para cualquiera. Y no fue para ninguno. Estuvo para Independiente y una vez más, no lo pudo cerrar. Y hasta pudo haberlo perdido. Sobre la hora y desde el piso, el arquero Rey, que antes le había tapado dos pelotas de gol a Pierotti y Galvan, evitó que Laso batiera su propia valla. Habría sido un cierre acorde a un partido que tuvo muy poco fútbol y todas las rarezas posibles.