Este hombre que habla gesticulando y sacude lazos rojos de sus muñecas es un sobreviviente. Mientras entraba a terapia intensiva por Covid el día en que en España murió más gente, se concentró en respirar. Y luego el periodista y empresario Josep María Benet Ferrán, conocido en Cataluña como "Tatxo"escribió todo el proceso en un libro, "La travesía más difícil".
--Tu libro no está editado en español.
--No. Solo en catalán.
--¿Y por qué solo en catalán?
--Simplemente porque lo escribí en catalán. Y luego la editorial lo publicó en catalán y nadie lo ha traducido al castellano.
--Te internaron por Covid cuando aún no había vacunas. Y si escribiste un libro con tu historia sospecho que esa historia dejó una marca fuerte. ¿Es así?
--Bueno, yo no lo pensé. Lo que pasó es que contraje la enfermedad al principio de todo, muy al principio, a comienzos de marzo de 2020. Las noticias de entonces decían que la gente mayor se moría. En el hospital estuve en la Unidad de Cuidados Intensivos. Salí muy demacrado y estaba mal. Un periodista amigo se enteró y me hizo una entrevista para un periódico. La grabó. La puso en las redes con gran impacto, porque hasta ese momento no había ningún relato. Era la primera vez que alguien explicaba qué es lo que pasaba sin ser médico, sino como paciente. Y entonces todo adquirió una cierta notoriedad. Hasta que un poeta catalán me dijo: “Oye, ¿por qué no escribes la historia?”. Le dije que no. “Por lo menos graba, para no olvidarte”, me dijo. Como después de salir del hospital tuve que encerrarme en casa, en una habitación, le hice caso. Después sí, sobre las transcripciones de lo que había narrado, me dediqué a escribir. El libro tiene una parte más periodística, porque yo soy periodista. Al principio voy explicando cómo nos íbamos enterando con cuentagotas de lo que pasaba con respecto al Covid. Y luego tiene una parte muy personal que es mi historia contada en primera persona.
--¿Es un recuerdo traumático?
--Pues no lo sé. Como digo en el mismo libro, soy una persona que vivo mucho en el presente y por lo tanto el pasado para mí tiene muy poca importancia. Me dedico a seguir haciendo mi trabajo con tanta intensidad como antes. Claro, las reflexiones de 2020 eran sobre la vida, sobre la muerte, sobre cómo será esto y si sufriré o no sufriré. Pensé que me podía morir. Pensé que era lo más cerca que nunca había estado en mi vida de morirme. A mi mujer en un momento determinado le dijeron: “Pues mira, ya le hemos dado todo lo que tenemos, hemos tirado una moneda al aire y saldrá cara o saldrá cruz”. Una semanas después entrevisté a uno de los médicos y le pregunté si creía que me iba a morir. Me respondió: “Y sí, claro. Tú ibas cayendo en picado y no había forma de pararte. En un momento determinado paraste. No me preguntes cómo”. Supongo que debe tener la misma sensación la persona que se accidentado y luego se da cuenta de que a su lado todo ha quedado destrozado y que la parte suya del coche se ha quedado a salvo de milagro, porque si llega a estar 20 centímetros más a la derecha se hubiese muerto. Pues ésa es la sensación.
--No había vacunas. ¿Qué indicación te daban?
--Respirar de una manera determinada. Tenía puestos como unos ganchos que me daban aire hacia dentro de la nariz El aire era muy caliente. Me dijo: “Tú tienes que concentrarte en la respiración”. Lo hice. Me concentré en inhalar aunque sentía que me quemaba por dentro los pulmones. Era lo único que me importaba en esta vida en ese momento. Y luego me importaba sólo la respiración siguiente. Así pasaron horas y horas, en un momento en que no solamente no había vacuna sino que ni siquiera sabías si habría. Los médicos tampoco sabían qué medicamentos dar. Guardé los partes médicos, que muestran cómo iban probando a ver si algo funcionaba. El objetivo era no ser Milán, con los ataúdes en las calles. Luego establecí que el momento en que ingresé fue el que tuvo más ingresos en hospitales. El día en fui a terapia intensiva fue el día en que más gente murió por Covid.
--¿Te ayudó haber cruzado a nado antes el estrecho de Gibraltar?
--Sí. Una brazada detrás de la otra. La trayectoria más larga que he hecho son 44 kilómetros. Cuando estás 14 horas nadando tú sabes que nadas y a lo mejor no eres consciente de que avanzas, pero estás avanzando. Brazada, brazada, brazada. Lo único que te importa es la calidad de la brazada. La brazada número diez mil debe ser igual de buena que la primera. No importa el cansancio, debes mantener el estilo. Debes mantener la respiración.
--Luego vino la escritura periodística.
--Tengo 65 y soy periodista desde los 15. Como buen periodista, no era nada sistemático, porque escribir es un trabajo muy individual. Mientras entregues en hora y no molestes a nadie… La sistematización te la da más el mundo de la empresa, cuando hay mucha gente que depende de ti.
--¿Después vino tu experiencia en la televisión autonómica de Cataluña?
--El objetivo principal era el desarrollo de la lengua catalana. Cataluña había sufrido mucho en la época de Francisco Franco, de represión muy dura, después de 200 o 300 años de sufrimiento. Jamás he podido estudiar catalán. Lo que sé es porque en mi casa me hablaban en catalán y yo les contestaba en catalán, que fuera de casa estaba prohibido.
--Y escribiste el libro del Covid en catalán.
--Como autodidacta. En 1983, cuando salió TV3, el gobierno catalán pensó que la comunicación de masas, la televisión, tenían que ser una herramienta importantísima de normalización del catalán en Cataluña. En aquel momento sólo había en España dos cadenas de televisión, de televisión nacionales españolas. Sin competencia. Con vicios. Y de repente salió una cadena de gente joven, muy joven. Yo tenía 26 años y no era de los más jóvenes. Queríamos hacer una televisión difererente, moderna, fresca. Y la verdad es que lo conseguimos y fue un tuvo un impacto muy grande, no sólo en Cataluña, sino en todo el espectro audiovisual español. La gente no la podía ver fuera de Cataluña, pero oía hablar de TV3 y oía grandes elogios. Y en Cataluña creo, un impacto enorme por dos cosas. Una, porque estaba bien hecha y a la gente le interesaba lo que hacía. Y en segundo lugar, porque después de tantos años de 40 años de dictadura, sin poder escuchar catalán, que de repente una cadena de televisión se dirigiera a ti en tu lengua, desde un punto sentimental era importante. Antes podían multarte. O detenerte incluso si hablabas catalán en tu casa y se enteraban. La edición de libros en catalán estuvo muy restringida hasta muy más allá de los años 60. Luego, cuando se accedió a que se pudiese publicar de una forma un poco más masiva libros en catalán, se hizo con mucha censura. La gente vivió TV3 como un triunfo.
--¿Cuál es tu postura en el debate internacional sobre redes y noticias falsas?
--Noticias falsas, mal elaboradas, sin rigor, sin comprobación… Es una perversión, porque el periodismo que sigue haciendo su trabajo de manera normal pierde, paradójicamente, credibilidad. No es nada fácil luchar. Hay que intentar saber y saber enseñarle al público que una cosa es el periodismo elaborado, riguroso, serio, que dice la verdad y que investiga, y otra cosa es el ruido que las redes sociales van alimentando sin parar.
--¿El fútbol también se pervirtió?
--No, yo creo que el fútbol es de las cosas que ha cambiado menos. Las reglas se van retocando. Lo hemos hecho crecer tecnológicamente. O sea, la gente ahora ve desde su casa los partidos a un nivel tecnológico de imagen, que está a años luz de lo que se veía hace poco. Por lo tanto, ya hay dos productos diferentes. Uno, el fútbol construido en casa mayoritariamente con gran desarrollo tecnológico y que le ofrece a la gente una experiencia muy gratificante. No es como antes que te veías el jugador pequeñito y en blanco y negro. Ahora lo ves transpirar, participas. El otro producto es la asistencia al estadio, también una experiencia muy gratificante. Cada vez los clubes tienen estadios mejor preparados, más cómodos, cada vez tienen más cosas accesorias, además de la propia visión del estadio, con lo cual eso nos lleva también a un efecto, entre comillas, negativo. Los precios de las entradas han subido porque la experiencia es mayor, pero entonces la gente no quiere o no está en condiciones de ir al estadio. Puede verlo por televisión porque ahora se van todos los partidos por televisión. Los clubes están trabajando muy bien en este doble plano. Estuve en la final del Mundial de Doha y la experiencia del Mundial, aparte del propio partido, que fue una maravilla, era muy gratificante. En general la experiencia es distinta por ir al estadio significa muchas horas. En cambio, estás en tu casa cenando y de repente el partido empieza a las nueve. Te pones ante el televisor hasta las 11 y lo ves antes de dormir.
--¿Vas al estadio?
--Iban más cuando podía ir con mis hijos. Luego dejaron de ir conmigo, porque iban con sus amigos, y entonces dejé de ir seguido. Ahora soy un poco más gandul. Se dice gandul en catalán. ¿Y aquí?
--Puede ser “holgazán”.
--Eso.
--Tu otro costado es el de coleccionista de cuadros prohibidos. ¿Prohibidos por quién?
--Somos muy en esto, somos muy agnósticos y cualquier cosa que haya sido censurada por cualquier tipo de censura es para nosotros un libro prohibido. Hay ideologías que censuran más que otras, pero todas las ideologías censuran lo que no es canónico para quien tiene poder. El que censura es aquel que tiene poder. Puede ser un poder estatal, puede ser un poder privado, el poder que sea. Puede ser un grupo de presión o puede ser una asociación. Puede ser que está presuntamente defendiendo sus derechos. Y en mi colección hay obras censuradas hay de cualquier tipo. Algo que en algún momento no se ha podido exhibir. Tal vez por coerción, sea el Estado, o sea un grupo privado. Hay pintores que han recibido presiones por parte de grupos feministas y el Moma de Nueva York canceló su exposición. Y no es que yo ampare, por ejemplo, a ningún acosador ni sospechoso de serlo. Simplemente estoy poniendo una. Una obra de arte delante de la visión de la gente para que la gente separe la vida privada del artista de la obra que ve. Luego cada uno la puede interpretar como quiera. A lo mejor le horrorizaría una obra y otra no. Y a otro le parecerá algo distinto. Tengo algunas 160 obras y espero que en septiembre podamos abrir el museo de una buena vez para instalarlo en Barcelona.
--¿Qué te lanzó al mundo de las obras prohibidas?
--La casualidad. Colecciono arte desde hace muchos años y en mayo hay una feria de arte que se llama ARCO. Entonces siempre, cada año voy a ver las novedades. En 2018 no pude ir. Viajé a París. Vi un reportaje fotográfico sobre una de las obras que había. Se llamaba “Presos políticos en la España contemporánea”. Como no podía ir a verla, la compré. Era de un artista español bastante reconocido, Santiago Sierra. Entonces llamé a un galerista amigo mío y le dije que me la comprase por mí. Horas después, la censuraron. Me ordenaron que la retirase de la Feria de Muestras de Madrid. Además, lo curioso del caso es que tiempo después de la operación se hizo muy famoso. Hubo mucha polémica. Un tiempo después, un día estaba yo en Formentera y un señor me viene y me dice: “ Oye, soy el que censuró la obra de ARCO”. Era el presidente de IFEMA en aquel momento. IFEMA es el Instituto Ferial de Madrid, que es donde se hace la feria. A raíz de esto empecé a mirar obras de arte censuradas por el mundo y me empecé a interesar. Y ahora tengo 260. Y era un desafío. Me dijeron que era un provocador.
--Los inversores de Mediapro son chinos. ¿Cuál es la relación cotidiana con ellos?
--Buena, claro. Piden que hagamos nuestro trabajo, que nos dediquemos a hacer crecer la empresa y eso es lo que estamos haciendo. Lo que piden es que la empresa de beneficios y crezca. Esto es también lo que yo quiero.
--¿Hay alguna directiva geopolítica?
--No. Se trata de un inversor privado al que le interesó participar en la empresa.
--¿Afecta el conflicto político entre China y los Estados Unidos?
--No, no, no hay presiones. El señor tiene un fondo privado, no es el gobierno chino.
--¿Por qué la inversión en la Argentina?
--Porque es un hecho absolutamente natural. Mediapro hace 25 años que está aquí. Surgió, por decisión de las regulaciones de competencia, igual que en México y en Brasil, que obligó a Disney a desinvertir, una oportunidad que aprovechamos con Fox. Mediapro es una empresa básicamente de servicios.No nos dirigimos aquí en Argentina al consumidor final sino por ejemplo para la Conmebol o para Universal. En cambio, ahora con Fox sí que tendremos el contacto directo será con el consumidor, nuestro espectador.