En lo que hubiera sido su 80° cumpleaños, Google homenajeó con un doodle especial al fallecido químico mexicano-estadounidense Mario Molina, ganador de un Premio Nobel en 1995 gracias a sus esfuerzos e investigaciones que fueron claves en la defensa del medioambiente y de la capa de ozono en particular.
Los trabajos de Molina concientizaron a la población y a los gobiernos del mundo respecto a los daños del calentamiento global producidos por la actividad humana y en la necesidad de salvar la capa de ozono del planeta. Además, llegó a ser asesor de dos reconocidos presidentes, uno mexicano y otro estadounidense.
Quién fue Mario Molina
A los pocos años de su nacimiento –el 19 de marzo de 1943 en la Ciudad de México–, el Nobel ya mostraba un profundo interés en la ciencia. Mientras otros chicos realizaban las actividades propias de los niños, Molina pasaba el tiempo en el laboratorio improvisado que había montado en su habitación.
Allí exploraba y daba sus primeros pasos en la ciencia, mirando cómo se movían los microorganismos a través de su microscopio de juguete.
Hijo de un embajador mexicano en Australia, Filipinas y Etiopía –Roberto Félix Molina Pasquel– , el joven curioso dio sus primeros pasos terciarios en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se recibió de ingeniero químico en 1965.
Pero luego siguió especializándose: realizó un posgrado en Alemania, en la Universidad de Friburgo. Después de vivir un tiempo en París y regresar a la capital de México, Molina ingresó al programa de doctorado en fisicoquímica de la Universidad de Berkeley, California, donde conoció al investigador Frank Sherwood Rowland, quien después compartiría el Nobel con él.
Sus descubrimientos en materia de ciencia y química
Hasta que sus trabajos fueron reconocidos internacionalmente, Molina y Sherwood Rowland intentaban demostrar los daños que los gases clorofluorocarbonados (CFC) producían en la capa de ozono del planeta, aunque sin mucha atención por parte de la comunidad científica.
Molina fue uno de los primeros en descubrir la existencia de estos perjuicios. La investigación que había iniciado en 1970 demostró que los CFC, que expelen dispositivos como el aire acondicionado, aerosoles y otros productos, descomponen el ozono y permiten que los rayos UV lleguen a la superficie terrestre.
Poco a poco, sus estudios fueron ganando lugar en la revista Nature y en paralelo, llegó el reconocimiento.
Su legado y reconocimientos
El 11 de octubre de 1995, Molina y su compañero obtuvieron el Premio Nobel de Química por su trabajo. También fue galardonado el neerlandés Paul J. Crutzen, quien descubrió que estos gases, además, no se degradan en la capa de ozono.
El méxicano llegó a ser asesor en temas de ciencia, tecnología, clima y medio ambiente para el gobierno del Enrique Peña Nieto y también, en 2008, del presidente estadounidense Barack Obama.
Los esfuerzos de Molina valieron la pena: tras sus investigaciones se produjeron múltiples avances en materia climática, como la firma del Protocolo de Montreal, un tratado que prohíbe la producción de sustancias químicas que agotan la capa de ozono. Este año, el Grupo de Evaluación Científica del Protocolo de Montreal confirmó que esta misma se está recuperando gracias a la concientización sobre el problema.