Tras dos funciones a sala llena y ovaciones en el marco del FIBA, el espectáculo Noestango, creado por la compañía homónima, desembarcó en Timbre 4 (México 3554), donde se presenta los lunes de marzo a las 20. La propuesta dirigida Ollantay Rojas, experimentadísimo intérprete hoy más abocado a la creación, marcó el regreso de una obra de tango-danza a la programación nacional del Festival Internacional de Teatro, tras años de ausencia del género. Es un retorno potente, inspirador, por momentos desconcertante, que abre interrogantes y encierra una contradicción desde su nombre. Son cinco bailarines (dos mujeres y tres hombres) junto al Quinteto Revolucionario, grupo abocado al repertorio de Astor Piazzolla, ganador de un Premio Grammy Latino 2019 al mejor álbum del género con el disco Revolucionario. Juntos, son diez artistas en escena que se desplazan por todo el espacio e invitan al espectador a dejar de lado los clichés y lugares más transitados del baile y la música ciudadana. La apuesta es subirse a un recorrido por escenas y situaciones intensas que por momentos hasta se despegan de lo real.
El comienzo tiene una fuerza arrolladora con el quinteto tocando Piazzolla sin partitura, plantado en el centro del escenario y transmitiendo una energía descomunal. Ahí se inicia una coreografía muy precisa que tiene elementos esenciales del tango y a la vez los cruza, los desarma con recursos de danza-teatro, de danza contemporánea y de performance. Hay abrazos, giros, boleos, sacadas, revoleos y más, pero muchas veces estos movimientos devienen otros. Suceden acoples de varios intérpretes en un mismo abrazo, giros y revoleos de piernas interminables, corridas, saltos, caídas, pecheos como encontronazos de luchas danzadas. Mucha velocidad, tensión y pasajes en los que las mujeres asumen el protagonismo. Dúos de hombres, de mujeres, un trío o todos juntos bailando. La misma música de Piazzolla parece empujar ese vendaval de escenas que lleva a los intérpretes a quedar exhaustos en varios momentos. Hay pasajes más teatrales, como cuando uno de los intérpretes intenta asumir la dirección del elenco. Pero, indeciso, no termina de definirse por algún movimiento, coqueteando con el humor. Usan zapatillas negras y ropa de calle: todo en una lindísima gama de colores neutros que les permite semejante despliegue. El quinteto musical también se mueve en el espacio, no toca fijo en un lugar, ni juntos todo el tiempo.
“El nombre de la obra y del grupo juega con eso de la ruptura, pero más que nada es hacerse cargo del hoy, y puede implicar un quiebre con lo cristalizado en los cuerpos de los intérpretes y en la mente del espectador. ¿Cómo nos reapropiamos de esa danza, de esa herencia, sin que sea algo pesado que hay que respetar? Intentamos aprehenderlo desde nuestros cuerpos y nuestras vivencias actuales”, comenta a Página/12 Ollantay Rojas. Él es el director general de la obra, además de coautor de las coreografías junto a Lisandro Eberle y Milagros Rolandelli, dos de los intérpretes de la compañía junto a David Palo, Marcela Vespasiano y Nicolás Minoliti. Y agrega: “Hay un pasado, un patrimonio muy rico. El tango bailado tuvo su etapa de oro durante casi cuarenta años, si tomamos como referencias el estreno en 1983, en París, del espectáculo Tango Argentino, y la muerte de Juan Carlos Copes en 2021”.
Desde su mirada, los espectáculos de tango se convirtieron en una industria cultural, de la que él formó parte bailando en el exterior y enseñando. “Fue bueno porque permitió que el tango se conozca y se baile en todo el mundo, con grandes maestros argentinos enseñando afuera. Yo viví de eso, pude estudiar, pude trabajar. Pero las propuestas se fueron estandarizando, encapsulando. Si funcionan y venden, se vuelven conservadoras. Espectáculos como Tango Argentino de Claudio Segovia y Héctor Orezzoli, y Tango X 2 de Miguel Ángel Zotto y Milena Plebs, asumieron muchos riesgos pero después de 20, 30 años, las cosas se fueron cristalizando”, opina. La pandemia sumó lo suyo: “El tango bailado fue una de las últimas cosas en volver. Si antes había cuatro o cinco compañías con meses de giras en el exterior, hoy quedan una o dos con muy pocas funciones. Por otro lado, el tango hoy está muy vivo en lo social, en las milongas donde se ve de todo”, reflexiona.
El germen de Noestango se remonta a la prepandemia. En el ciclo Hotel Tango, un grupo de coreógrafos del que Rojas, Eberle y Rolandelli forman parte, tomaron habitaciones de edificios para embarcarse en breves experimentaciones. “Era como un microteatro pero de danza: hicimos investigaciones de movimiento y de propuestas escénicas que duraban unos quince minutos”. Luego vino el cierre con la cuarentena pero el trío quiso continuar la búsqueda a una escala mayor. Convocaron a los tres intérpretes que participan de esta obra y, a su vez, el Quinteto Revolucionario, también parado en modo pandemia, les propuso hacer algo juntos. “De pronto éramos diez personas pudiendo pensar qué hacer y encarando un proceso de investigación", recuerda. Compartieron por Zoom videos, entrevistas, momentos de entrenamiento personal. “Hubo mucha discusión y reflexión, qué era tango y qué no lo era”, recuerda.
Con la apertura gradual empezaron a juntarse en una plaza, a probar a partir de improvisaciones, y después en el Cultural San Martín, donde hicieron una residencia. Fue un proceso creativo de dos años. “Siento que somos afines con el Quinteto, que podemos congeniar. Como tocan de memoria, están muy presentes en la escena, sus cuerpos pasan a ser un elemento más. No están en un foso, ni atrás, elevados en gradas sino en el mismo espacio que los bailarines. Además conocen las diferentes interpretaciones que hizo Astor de su propia música y la tocan como ellos la sienten. Se la apropian de una manera muy personal; son permeables a lo que sucede en el vivo”, sostiene Rojas. El resultado de esta unión es un entramado de escenas y situaciones que no forman una narrativa lineal, y que el director asocia con “lo onírico, con momentos y estados no tan asequibles”. Sin embargo, marca dos elementos que sostienen el hilo conductor: “Lo sonoro, la música de Astor que genera una continuidad, y desde lo visual, los cuerpos en escena todo el tiempo, sin que haya un afuera. Intentamos dialogar con lo que espera el espectador cuando le dicen ‘tango’: sonidos, imágenes, colores. Lo usamos como frontón para ponernos en tensión”. Y lo cierto es que a pesar de las rupturas y desconstrucciones, de los interrogantes que plantean, queda flotando la sensación de que la esencia del tango está presente con toda su fuerza. De que el género está ahí, renovado, desviado y encontrando nuevas posibilidades.
La ficha
Ollantay Rojas se acercó al tango de adolescente. Cursaba el secundario en el Nacional Buenos Aires cuanto su hermano lo invitó a sumarse a un taller extracurricular, a los 13, 14 años. “Probé y nunca paré. Después empecé a estudiar en profundidad con maestros como Rodolfo Dinzel y Vanina Bilous”, cuenta el artista, que además se recibió de abogado en la UBA. Inquieto, sintió que quería ir más allá del tango y estudió danza contemporánea. Creó y codirigió los grupos independientes Tanguardia (tango) y Pleimovil (danza-teatro). Integró elencos como el Ballet de Tango y Folklore: Raíces y Tradiciones, la Compañía de Tango y Fusión de Leonardo Cuello, el Ballet de Bolsillo de Oscar Araiz y el Grupo de danza de la Universidad Nacional de San Martín. Participó en giras nacionales y por el exterior; en 2001 ganó el Primer Premio en Tango No Tradicional del Certamen Hugo del Carril, y en 2013 fue seleccionado como becario para el programa DanceWeb del Festival de Danza y Performance Impulstanz en Viena. Fundó la agrupación de coreógrafos PlaTEA (Plataforma del Tango Escénico Actual).
El Quinteto Revolucionario es la formación oficial de la Fundación Astor Piazzolla. Ellos son Sergio Rivas en contrabajo, Sebastián Prusak en violín, Cristian Zárate en piano, Esteban Falabella en guitarra eléctrica y Joaquín Kitegroski en bandoneón, como músico invitado. Ganadores del Premio Grammy Latino 2019 por Revolucionario, fueron nuevamente nominados en 2021 en la misa categoría (mejor álbum de tango) por el disco 100 Años. Escucharlos y verlos en vivo es una experiencia conmovedora.