El 18 de marzo se conmemoró el Día Nacional de la Promoción de los Derechos de las Personas Trans, en honor a la activista travesti defensora de los derechos humanos, Claudia Pía Braudacco. Ella, junto con María Belén Correa, iniciaron el proyecto Archivo de la memoria trans Argentina, un documento que hoy cuenta con miles de fotos, relatos e historias cargadas de lucha y resistencia.

En este contexto, me gustaría hablar de una de ellas: Valeria del Mar Ramírez, la primera travesti querellante en un juicio de lesa humanidad en Argentina por haber estado cautiva durante la última dictadura militar en un centro de detención clandestino. Un relato indispensable para construir una historia jamás contada que narra los orígenes de la persecución, la violencia desmedida y la exclusión, y que da cuenta de la construcción cultural silenciosa negativa de nuestras identidades.

Su testimonio es una pieza clave de este rompecabezas que no se podría armar sin el uso fundamental de la memoria. Con ella, podemos reconstruir algo que se intentó negar durante décadas: el acecho más la persecución y la violencia desmedida que vivimos las travestis y los homosexuales durante la dictadura cívico-militar. Desde siempre, las travestis fuimos los chivos expiatorios de una sociedad hipócrita y patriarcal. Pero nosotras también estuvimos ahí, no eramos sujetxs de derecho aún, nos llamaban «marica», «bambula», «pelo al viento», y con cualquier término que pudiera lastimar o convertirnos en burla.

Valeria del Mar se sentó por primera ante un tribunal a fines del 2022.

Pasaron más de 46 años para que eso sucediera. Su testimonio fue muy conmovedor: escuchar cómo narra con detalles las violaciones en manada y las torturas que le tocó vivir en ese centro clandestino provoca un nudo en la garganta. Según cuenta Valeria en su declaración, fue tan fuerte el trauma que provocó la experiencia con sus captores que durante 22 años se escondió en su casa y al salir de ella ocultaba su identidad de género por el miedo.

El día en que finalmente Valeria del Mar declaró en el juicio, escribió en el muro de su cuenta de Facebook: "Por todas las compañeras que me sostienen en esta lucha, por las compañeras y amigas de Constitución, por el camino compartido y porque no olvidamos a las compañeras travas que murieron: La Hormiga, La Mono, Vichy, La Andrea, Susana, La Patona, La Romina y La Perica. Porque para ellas también es este pedacito de justicia que llega, aunque tarde pero llega".

Las historias que muchas compañeras relataron a lo largo de los años sobre la persecución policial que vivimos las travestis en Argentina dejan en claro que esta cacería no terminó con la dictadura. Los años más sangrientos estaban por llegar: según María Belén Correa, el espacio de la vieja autopista Panamericana fue uno de los escenarios más crueles durante el periodo comprendido entre 1984 y 1988. Como les conté en otra oportunidad, yo crecí en un barrio llamado Llavallol que pertenece al partido de Lomas De Zamora. Justo ahí, a unas cuadras de mi casa, Valeria Del Mar fue secuestrada por los militares. Su calvario me generó muchísima empatía. Tanto por su identidad como porque sucedió cerca de mi casa, cuando leí su relato reafirmé lo que siempre supe: lo cerca que estuve de estas experiencias y la suerte que tuve.

Durante toda mi infancia escuché todo tipo de historias sobre las travestis que trabajaban en Camino de Cintura. A pesar de mi curiosidad sobre el tema, nunca me acerqué a ellas por miedo. Estoy segura de que todo lo negativo que se decía en la televisión era lo que me generaba esa emoción. No nos olvidemos de que en los años 90, aquí en Argentina, fuimos testigos de uno de los enfrentamientos públicos más hostiles y discriminatorios de nuestra historia: la disputa de vecines contra las travestis por la zona roja de Palermo dejó en evidencia el rechazo hacia las travestis y sus identidades. Este reclamo de un territorio libre de travas ocupaba horas de noticieros y diarios sensacionalistas, donde nuestras identidades eran el blanco de burlas y estigmatización. ¿Cómo no iba a tener miedo con las cosas que se decían?

Según el Renaper, en el año 2020 éramos 9.000 personas las que contábamos con el cambio registral y el 1 % de esta cifra correspondía a las personas mayores de 60 años. El gobierno debería reparar el daño causado a este grupo de sobrevivientes, pero muchas ya están muertas, por eso es la urgencia de este reclamo.

Así como lxs sobrevivientes de los campos de concentración nazis, las abuelas de plaza de mayo y lxs sobrevivientes a la dictadura nos demostraron lo importante de los relatos, las historias para que esas atrocidades jamás sean olvidadas, el testimonio de Valeria Del Mar es algo histórico y con gran valor de memoria. Ojalá pronto reciba la reparación que merecen ella y las diez compañeras que forman parte de este juicio. Quizás sus heridas nunca se cierren y los años robados no volverán, pero espero que sus nombres y sus vidas sirvan para que sigamos diciendo: "nunca más".