Viajamos al año 1948 en la República Argentina. Está transcurriendo el primer periodo del gobierno de Juan Domingo Perón e importantes cambios en el orden económico, social, político y cultural están teniendo lugar. El Estado nacional implementa políticas públicas para acompañar esos procesos y la industria del cine no es excepción. En el campo cinematográfico se encuentran filmando directores como Hugo del Carril, Carlos Hugo Christensen, Leopoldo Torre Nilsson, Manuel Romero, Daniel Tinayre, Luis Saslavsky, entre otros. Grandes estudios cinematográficos como “Argentina Sono Films” o “Lumiton” y estrellas de la talla de Tita Merello, Niní Marshall o Libertad Lamarque pintan un paisaje cultural que mira al Hollywood clásico desde latinoamérica, a la vez que construye una imagen de color local con características propias, constituyendo así uno de los períodos de mayor producción en la historia cinematográfica nacional.
En este contexto de estallido de la producción nacional del cine industrial, entendido como estudios cinematográficos, gran cantidad y variedad de películas y estrellas de cine que las protagonizan, la productora “imágenes argentinas” compra trescientas treinta y ocho hectáreas en la zona de La Reja del municipio de Moreno bajo la promesa de construir una moderna ciudad cinematográfica comparable a Hollywood. El nombre del proyecto se determinó por concurso público y se titula “Ciudad Gaucha” y el lugar bonaerense fue elegido por “su maravilloso clima” y el “amplio espacio para la construcción que les brinda la cantidad de tierras adquiridas”, según señalaron desde la empresa en medios periodísticos del momento.
Directores de la empresa y arquitectos que tienen a cargo el diseño y ejecución de “la ciudad gaucha del cine argentino” visitaron una y otra vez las inmediaciones de La Reja, particularmente la Avenida Carlos Gardel, donde se llevaría a cabo la construcción de “la ciudad cinematográfica más moderna y lujosa de sudamérica” como lo indica un video publicitario de la época. Si están dadas las condiciones, por qué no soñar en grande y para reconstruir el clima que se vivía en la efervescente industria cinematográfica, Buenos Aires 12 conversó con Alejandro Kelly Hopfenblatt, Doctor en Historia y Teoría de las Artes por la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), becario postdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y especialista en el periodo clásico del cine argentino.
La promesa de la construcción arquitectónica y simbólica de un Hollywood argentino en el conurbano tiene que pensarse vinculada a la idea de industria de la época marcada económica y estilísticamente por el primer peronismo. Kelly comenta: “Más que clásico me gusta pensarlo como industrial, la idea de clásico es algo que se centra en el tipo de narración de las películas, pero lo industrial permite pensar también en las formas de producción, el sistema de géneros y estrellas”. Las relaciones con la meca industrial del cine internacional miradas desde latinoamérica fueron complejas y se vieron teñidas de un color local diverso y acorde a la situación política y económica, teniendo del otro lado al principal contrincante de producción de habla hispana: México.
Argentina se inspiró en gran parte en Hollywood tanto para el modelo de negocio como para la forma de narrar sus películas. “Hollywood, o más bien Estados Unidos, miraba hacia acá fundamentalmente como un mercado donde posicionar sus películas. Durante la Segunda Guerra Mundial hay un poco más de atención por dos motivos: la imposibilidad de vender películas a Europa, y el miedo a que Argentina (y Latinoamérica en su conjunto) no apoyaran a Estados Unidos” señaló Kelly sobre el escenario político que sienta las bases de nuestra historia. “La neutralidad argentina en el conflicto bélico desencadenó un bloqueo dictado por Washington en la exportación de celuloide y esto produjo una crisis de producción y una pérdida de mercados internacionales a manos de México” señaló también Kelly.
A partir de mediados de los años cuarenta pasa a haber un mayor interés estatal por involucrarse en el negocio cinematográfico como parte de un plan más amplio de inversión industrial y los modos de producción de las películas son parte de la conversación cotidiana. En un cocktail llevado a cabo en el Plaza Hotel en 1948, uno de los edificios más representativos del Buenos Aires de principios de siglo XX, la productora encargada de realizar “el sueño cinematográfico argentino” anuncia el proyecto ciudad gaucha ante una sala repleta de personalidades de la industria. Se muestran los planos arquitectónicos y se explica la importancia de tal hazaña. En medio de las celebraciones, desde la empresa local se comprometen además a que el 40% de las utilidades del Hollywood morenense será distribuido entre su personal. “En la segunda mitad de los '40 con el peronismo y las políticas dirigidas hacia el fomento de la producción había un clima favorable para este tipo de proyectos. Es un momento donde hay muchos anuncios de empresas, aunque mayoritariamente no logran tener éxito o directamente no se concretan. No me sorprendería que este sea el caso de Moreno” agregó Kelly.
Nuestra historia empieza y termina en un momento de la producción cinematográfica argentina que produjo películas que si bien miraban a Hollywood, las historias y los personajes se adaptan a escenarios locales y conviven películas tangueras, policiales urbanos, adaptaciones de clásicos de la literatura y comedias burguesas. Entre las tensiones de buscar una diversidad en la producción y la intención de hacer algo nacional que fortalezca la industria, surgió la posibilidad de construir una gran ciudad cinematográfica en el conurbano bonaerense que queda, al menos, como recuerdo y testimonio de un sueño por construir.