Si el pueblo argentino no sintiera al fútbol como parte de su propio patrimonio emocional, un sentimiento surgido del fondo de sus entrañas, millones de personas en todo el país no hubieran salido a las calles a celebrar las consagraciones mundialistas de 1978, 1986 y 2022. Hace apenas tres meses que sólo en Capital y Gran Buenos Aires, cinco millones salieron a darle la bienvenida triunfal al Seleccionado campeón del mundo en Qatar. Fue la mayor manifestación popular de la historia argentina, un abrazo entre el pueblo y el fútbol que a nadie dejó indiferente.
Sin embargo, esas mismas multitudes han sido dejadas deliberadamente afuera de los festejos del próximo jueves en el estadio Monumental. Había dos caminos para recorrer. Y la AFA decidió tomar el más obvio. Pudo haber puesto las entradas a valores accesibles para que una mayoría de gente de a pie pudiera testimoniarle su agradecimiento y admiración a Lionel Messi y al resto de los campeones del mundo. Pero no lo hizo. Evaluó la presentación de la Selección contra un rival ínfimo (un combinado de la Liga panameña) con los mismos parámetros de cualquier megaespectáculo de la industria del entretenimiento y subió los precios de tal modo que sólo irán al Monumental, los hinchas mas pudientes, los de mayor poder adquisitivo.
Las 65 mil entradas que salieron a la venta se consumieron el jueves en dos horas y media. Mas de un millón y medio de personas formaron una interminable fila virtual para comprarlas. Messi y sus compañeros serán exclusivamente celebrados por un público selecto de clase media alta o directamente alta. Los únicos que pueden pagar una platea a 24 o 48 mil pesos. Los únicos que llenarán el estadio. El resto de los hinchas deberá verlo por televisión. No les queda otra. Para ellos, los valores fijados resultan prohibitivos.
La decisión de la AFA vuelve a instalar la pregunta esencial: ¿De quién es el fútbol argentino? ¿De los hinchas? ¿O del poder establecido que conforman la televisión, las empresas patrocinantes y los grandes intereses empresariales? Los goles, ¿se gritan en las tribunas pero se cotizan en los palcos y en las oficinas alfombradas? Messi y los campeones del mundo, ¿son ídolos populares o superestrellas de la sociedad del espectáculo?
Si la respuesta dependiese sólo de esta fecha FIFA, no cabría duda: el fútbol, tal como sucede en otras grandes capitales del mundo, ha sido traspasado en forma irreversible de las clases populares a las elites económicas. Y lo será cada vez más. Pero es tal su poderío emocional y su fortaleza simbólica que millones de hinchas siguen sintiendo que el fútbol les pertenece. Aunque el negocio sea cada vez más grande. Y les resulte cada vez más ajeno. La Selección Argentina debió haberse dado un gran abrazo de amor con muchos de los que ganaron las calles para celebrar la gesta de Qatar. Al final lo hará sólo con aquellos que pudieron pagar la entrada para ovacionar a Messi y el resto de los campeones del mundo.