Irak conmemoró este lunes el vigésimo aniversario del inicio de la invasión encabezada por Estados Unidos al margen de Naciones Unidas con el objetivo de derrocar a Saddam Hussein. Este país, un rico productor de petróleo, sigue traumatizado por los años de conflicto y violencia sectaria que siguieron a la operación lanzada el 20 de marzo de 2003. Aunque el país logró establecer una aparente normalidad, sigue enfrentado a grandes desafíos como la inestabilidad política, la pobreza y la corrupción.
La invasión estadounidense fue ordenada por el presidente republicano George W. Bush en un contexto marcado por los ataques del 11 de septiembre de 2001 lanzados contra Estados Unidos por el grupo yihadista Al Qaeda. Bush, que contó con el apoyo del entonces primer ministro británico Tony Blair y el jefe del gobierno de España, José María Aznar, argumentó que Hussein suponía una amenaza mayor y estaba desarrollando armas de destrucción masiva. Esa versión llevó incluso al secretario de Estado, Colin Powell, a comparecer ante Naciones Unidas para presentar supuestas pruebas de este programa, pese a que nunca se encontró ninguna.
Una sucesión de conflictos y tragedias
La invasión ejecutada por 150 mil soldados estadounidenses y 40 mil combatientes británicos logró derrocar en tres semanas al gobierno de Hussein y el nueve de abril las fuerzas invasoras tomaron el control de Bagdad. En todo el mundo, las cadenas de televisión transmitieron las imágenes de los soldados estadounidenses derribando una estatua de Hussein en Bagdad.
Un poco más tarde Bush declaró "misión cumplida", pero la invasión dejó disturbios, saqueos en las calles y un caos que se agravó por la decisión estadounidense de disolver el Estado iraquí, el partido gobernante y el Ejército. Para el momento de la retirada de las tropas estadounidenses la guerra dejó más de 100 mil civiles iraquíes muertos, con 4.500 fallecidos del lado estadounidense, según la organización Iraq Body Count.
Tras la caída del régimen, las autoridades interinas instaladas por Estados Unidos construyeron un nuevo orden político y acordaron que el primer ministro sería un chiíta, el presidente del Parlamento un sunnita y que la presidencia, un cargo esencialmente simbólico, iría a un kurdo. Los chiítas, los más favorecidos en el reparto, gozan de buenas relaciones con Irán, que es también un aliado influyente. La República Islámica vigila de cerca la política iraquí.
La invasión estadounidense marcó el inicio de los periodos más sangrientos de la historia de Irak, que primero sufrió una guerra civil entre 2006 y 2008 y luego padeció la ocupación de una parte de su territorio por el grupo yihadista Estado Islámico (EI). Los sucesivos gobiernos "han fracasado en la lucha contra la corrupción", se lamentó Abas Mohamed, un ingeniero de 30 años que vive en Bagdad, quien agregó resignado: "Vamos de mal en peor. Ningún gobierno ha dado nada al pueblo".
Las últimas elecciones legislativas de 2021 desembocaron en un estallido de enfrentamientos entre el campo proiraní y el turbulento Moqtada Sadr, que culminó en agosto de 2022 con una jornada de ataques mortales en el centro de Bagdad. Esta élite, a menudo acusada de estar desconectada de las bases, se ve ahora desafiada por la calle, como lo ilustró el inédito levantamiento contra el poder de octubre de 2019, que denunció la corrupción endémica, la decadencia de la infraestructura y el control iraní. Esas manifestaciones sacudieron especialmente la capital Bagdad y el sur del país, de mayoría chiita, pobre y subdesarrollado, pese a su enorme riqueza petrolera.
Un presente de enormes dificultades
El lunes el gobierno iraquí no organizó ningún evento y en las calles de Bagdad, las personas parecían más preocupadas por la llegada del mes de ayuno del Ramadán, esta semana. "Es un recuerdo doloroso" para el país, dijo Fadhel Hassan, un estudiante de periodismo de 23 años. "Hubo mucha destrucción y demasiadas víctimas", agregó.
El primer ministro iraquí, Mohamed Shia al Sudani, recordó el domingo cómo la caída de Saddam Hussein supuso el "momento del cambio" en Irak y obvió la palabra "invasión" para referirse al asalto de la coalición internacional liderada por Estados Unidos hace veinte años. "Recordamos el dolor y el sufrimiento de nuestro pueblo en aquellos años que fueron dominados por guerras que nos aislaron de la modernización y el desarrollo hasta que llegó el momento del cambio en 2003", dijo al Sudani en un discurso en la Conferencia de Diálogo de Bagdad.
Cerca de la mitad de la población iraquí nació después del inicio de la invasión y hace frente a grandes dificultades para conseguir empleo en una economía casi totalmente dependiente del petróleo, que durante la última década ha significado más del 99 por ciento de las exportaciones y el 85 por ciento de los presupuestos gubernamentales, según datos del Banco Mundial.
En enero de 2021 la tasa de desempleo superaba el 20 por ciento, afectando principalmente a los jóvenes, profundamente insatisfechos con las élites políticas y económicas, percibidas como ampliamente corruptas. El Parlamento de Irak celebrará el próximo seis de noviembre elecciones a los consejos provinciales, las primeras en una década de estos órganos que fueron disueltos tras las protestas contra el poder de 2019.