Buscan la ropa adecuada para prepararse frente a las cámaras. Saben que esa imagen apelará a miedos y sensaciones presentes en las audiencias. Luego de un hecho de violencia podemos encontrar representaciones cuasi ficticias.
La diputada provincial Amalia Granata se mostró frente a las cámaras con un (supuesto) chaleco antibalas. Estaba disfrazada, el chaleco era de utilería para jugar al paintball.
La ex ministra Patricia Bullrich, cuando su rol era coordinar las políticas de las fuerzas federales, se mostraba caminando el territorio salteño como una combatiente camuflada.
Estas representaciones, donde el portador del mensaje forma parte del mismo, buscan consolidar a partir de un discurso bélico el imaginario de la guerra en una sociedad atemorizada.
Pensar los problemas desde estas lógicas mediáticas genera sus consecuencias: se nos presenta una sociedad dividida entre buenos y malos y la violencia aparece como la única herramienta para resolver los conflictos.
En este contexto donde lo importante pareciera ser la imagen y no las políticas públicas, perdemos de vista las causas estructurales de los problemas.
A modo de ejemplo, detrás de las redes de trata de personas hay mercado ilegal. Una clase media que consume productos dudando de su origen, la falta de controles del Estado o el consumo de cuerpos de mujeres, cosificados por parte de varones. Los problemas son multicausales y complejos.
Sin embargo, la violencia se nos presenta como un discurso recurrente en nuestras agendas sedimentando nuestra forma de ver el mundo: impregna buena parte de los contenidos de la industria del entretenimiento, nos invade en las plataformas digitales y es el mayor contenido de nuestra agenda informativa.
El último monitoreo de noticieros de canales de aire de la Defensoría del Público da cuenta que el 48,2% de las noticias emitidas fueron construidas sin fuentes identificables. Asimismo, el mayor promedio general de las tematizaciones en pantalla lo expresó el tópico "policiales" e “inseguridad”.
En el mismo informe, el desagregado temático específico de Niñez y adolescencia/ Juventud y grupos como migrantes, pueblos indígenas y personas mayores, suelen ser visibilizados en los noticieros fundamentalmente a partir de su abordaje en los hechos de inseguridad.
Los encuadres periodísticos de las noticias policiales muchas veces nos invitan a pensar desde las anécdotas emotivas, navegando superficialmente en el mar de la saturación informativa. Encuadres que son funcionales a la estigmatización y a la construcción de chivos expiatorios, y recaen negativamente sobre los grupos más vulnerados.
Oportunamente, en una entrevista realizada por Sonia Santoro, el comunicador colombiano Omar Rincón sostuvo: “lo que ha generado el problema de los miedos es que mataron la confianza en el otro. Eso es terrible. Una sociedad que pierde la confianza en el otro se vuelve muy individualista. Cada uno piensa que el mundo es una guerra”.
La demagogia punitiva se apoya y retroalimenta desde una perspectiva violenta, mediática, superficial y estigmatizante. Construir una sociedad más inclusiva y menos violenta requiere pensar políticas públicas que promuevan la desnaturalización de la violencia, fortaleciendo miradas críticas que problematicen los discursos mediáticos que se consumen diariamente.
* Profesor de la UNRN y Licenciado en Comunicación Social, Especialista en Comunicación y Culturas.
** Integrante de la cátedra Delito y Medios de Comunicación (UNRN) y Especialista en análisis e investigación de homicidios