La Alianza Cambiemos insistió en debatir la exclusión del Congreso de un diputado opositor por la vaporosa causa de “inhabilidad moral”, pese a que sabía la dificultad de obtener los dos tercios de votos presentes necesarios. El rechazo tuvo variedad de motivos. Algunos se opusieron porque temían sentar un precedente que luego pudiera volverse en su contra. Otros entendieron que se trataba de una puesta en escena para relegar del debate electoral la situación económica, como recomendó el consultor Jaime Duran Barba. No faltaron quienes vieron imposible cuadrar la propuesta de exclusión con la taxativa letra del artículo 66 de la Constitución, que habla de inhabilidad sobreviniente a la incorporación, no por hechos anteriores a la elección como sería en este caso. Otra razón para el rechazo fue la presunción de que el paso siguiente sería la negativa a incorporar a la ex presidente CFK si resultara electa al senado en octubre y la exclusión del ex ministro de Economía Axel Kicillof, como bramaron las heroínas radicales cívicas libertadoras Margarita Stolbizer y Elisa Carrió y el peronista cheto de PRO Eduardo Amadeo. Y también hubo quienes bien saben que si algún tango pecaminoso bailó Julio De Vido, no estuvo solo en la pista. 

Burguesía Nacional RIP

El propio presidente Maurizio Macrì y el ministro de Obras Públicas Rogelio Frigerio (n) ejercieron presiones reservadas y públicas sobre los gobernadores. Cualquiera fuese el resultado, entendían que un exaltado debate sobre los presuntos delitos contra la administración pública cometidas en el periodo 2003-2015 debilitaría las chances electorales de Cristina y de aquellos que pusieran menos énfasis en el repudio al ex ministro, quien alegó que durante su gestión se llevó a cabo el mayor plan de obras públicas de la historia. Faltan apenas dos semanas para comprobar la exactitud o el error de este razonamiento. 

El gobierno no puede contar con buenas noticias económicas pese al entusiasmo del ministro de Hacienda Nicolás Dujovne. Comprensible si se atiende a la magnitud de su fortuna, la segunda más alta del gabinete nacional, pero de difusión poco conveniente, ya que 74 de los 97 millones que declaró el ministro encargado de conseguir inversiones extranjeras están en el exterior, insuperable metáfora de las imposibilidades de Cambiemos. Nieto del empresario de la construcción Israel Dujovne e hijo del ex decano de Arquitectura de la UBA Berardo Dujovne, el ministro de Macrì no proviene de la tradicional oligarquía diversificada y trasnacionalizada, pero es notorio que ha adoptado sus pautas de conducta, prueba concreta de la extinción de la añorada burguesía nacional del primer peronismo.

Toda acción tiene también efectos no buscados, en este caso la puesta en tensión del vínculo del gobierno nacional con los gobernadores que rehusaron plegarse a la estrategia oficial, cuyas secuelas acaso se hagan más evidentes después de los comicios legislativos de este año. Por lo pronto, la votación en la que el oficialismo no quedó a pocos votos sino muy lejos de la meta, ha resentido el proyecto de una Liga de Gobernadores peronistas conjurados contra CFK. Acicateado por los buenos pronósticos a favor del candidato de PRO Héctor Baldassi, quien podría superar al candidato de Unión por Córdoba, Martín Llaryora, el gobernador Juan Schiaretti se lanzó a la captura del voto antikircherista, que en su provincia es aun más fuerte que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. También logró incorporar a sus filas a varias de las figuras en las que el kirchnerismo confió en Córdoba, como el ex diputado, rector de la Universidad e intendente de Villa María, Martín Gill. La construcción política del kirchnerismo no pudo ser más desastrosa. En la elección de 2007, mientras Ricardo Jaime apoyaba a Schiaretti, Alberto Fernández respaldó a Luis Juez, con lo cual lograron malquistarse con todos. Luego Carlos Zannini depositó su confianza en el intendente de Villa María Eduardo Accastello, y se ilusionó con las promesas de Schiaretti, quien en 2015 le hizo creer que luego de la elección provincial en la que seguiría a José de la Sota, en la presidencial apoyaría a la fórmula del Frente para la Victoria. Por eso la fiscalización fue delegada en la esposa de Schiaretti, Alejandra Vigo. Sin fiscales propios, el resultado fue el peor del país. Este año Vigo encabeza la lista del cordobesismo y Accastello declinó postularse, por lo que la representación del kirchnerismo fue asumida por el joven y poco conocido dirigente de la CTA, Pablo Carro, pobre pero honrado.

¿Cómo frenar a Cristina?

Aunque Cristina gane la elección en la provincia de Buenos Aires, los gobernadores impedirán que vuelva a la conducción del justicialismo, sentenció Schiaretti al inaugurar un tramo de la autopista Córdoba-Río Cuarto. La admisión sobre ese posible triunfo es llamativa en alguien que no lo desea y refleja el estado de ánimo general entre quienes no creyeron que Cristina se presentara y luego se ilusionaron con que su candidatura no resultara atractiva. La certeza de Schiaretti sobre el día después quedó dañada con la votación sobre De Vido. Sólo él y otros cinco gobernadores (Chubut, Misiones, Neuquén, Salta y Santa Fe) se alinearon con Macrì. Cinco integran la alianza gobernante (Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Buenos Aires, Corrientes, Jujuy y Mendoza), dos no tienen legisladores que les respondan (Tierra del Fuego y Río Negro) y once desoyeron el reclamo oficial (Catamarca, Chaco, Entre Ríos, Formosa, La Pampa, La Rioja, Santa Cruz, San Juan, San Luis, Santiago del Estero, Tucumán).

También el gobierno nacional admite una alta probabilidad de derrota frente a Cristina, pero la minimiza de dos maneras: por un lado, la presentación de los votos que pueda sacar como porcentaje del padrón nacional. Por otro, con la expectativa de que un mal resultado del gobierno en agosto mute en una victoria en octubre, como si se tratara de la segunda vuelta en un balotaje. El jefe de gabinete Marcos Peña Braun adelantó el primero de esos consuelos, al decir que el resultado de la ex presidente será magro a escala nacional. Este argumento sólo puede tener algún efecto sobre un oyente distraído. Las elecciones legislativas son por distrito, de modo que el porcentaje de cualquier vencedor provincial se reducirá en forma significativa en una proyección nacional, pero aún así es improbable que alguien la superara. Por ejemplo, si se considera una asistencia a votar del 70 por ciento del padrón, el 35 por ciento que las proyecciones más moderadas asignan a Cristina en Buenos Aires equivaldría al 18,5 por ciento de los votos válidos emitidos en todo el país. El 50 por ciento que Elisa Carrió podría obtener en la Capital Federal sería el  5,67 por ciento a escala nacional, y el 70 por ciento que Macrì obtuvo hace dos años en el distrito en el que mejor le fue, Córdoba, no pasaría del 6 por ciento nacional. Es decir que aplicando el método Peña Braun, Cristina estaría siete puntos por encima de las dos principales figuras de Cambiemos, Macrì y su protectora.

Los voceros oficiosos del gobierno afirmaron la ilusión de un corrimiento de votos hacia Cambiemos en octubre. Pero esa es la única elección con peso institucional, cuando se asignan las bancas que corresponden a cada competidor. Quien sin simpatizar con Cambiemos, por temor a CFK apoyara la boleta del anodino Esteban Bullrich echaría por la borda todo el esfuerzo realizado a cambio de nada. La imagen del piso alto y el techo bajo de Cristina es estática y no contempla los desplazamientos políticos. Lo mismo sucedía en 2009, pero la entonces presidente fue reelecta en 2011 con el 54 por ciento. La recuperación comenzó con el crecimiento de la economía luego del año horrible debido a la crisis mundial, se aceleró con los festejos del bicentenario en mayo de 2010 y se convirtió en un alud a partir de la muerte de Néstor Kirchner. A la inversa, Carrió obtuvo el 2,28 por ciento de los votos en la primaria bonaerense de 2015 y podría colectar la mitad de las voluntades porteñas ahora, lo cual ratifica lo mudable de la voluntad popular. 

La decisión que Schiaretti atribuye hoy a la Liga de Gobernadores no es muy diferente a la que reinaba hace un año entre los intendentes bonaerenses. Pero a partir de diciembre se produjo una corrida tras de ella, no por amor sino por instinto de conservación, como hoy constatan quienes decidieron seguir al irrelevante ex ministro Florencio Randazzo. El Movimiento Evita está en desbandada en el Gran Buenos Aires e intenta mantener sus listas locales pero al mismo tiempo apoyar a Cristina en la contienda provincial, mientras los intendentes que no saltaron a tiempo meditan hacerlo después del 13 de agosto. Un fenómeno similar podría darse con los gobernadores ante una Cristina vencedora en Buenos Aires, a quien nadie podría disputar con éxito asegurado la candidatura presidencial en 2019, si ella se lo propusiera, ni ignorarla en la reestructuración peronista inevitable de otro modo. 

Guadalupe Lombardo
Director del Banco Central expulsado, Pedro Biscay.

 

La buena recepción a Cristina en cada aparición pública, la disparada del dólar pese a la decidida intervención del Banco Central, ante la cual las declaraciones tranquilizadoras del tipo “no estamos preocupados por el dólar” sólo incrementan la inquietud porque dan la imagen de un gobierno autista, están afectando la nitidez de la estrategia electoral. Luego de semanas de prescribir el destierro de la economía del discurso proselitista, el propio Macrì comienza a hablar de la inflación, aunque más no sea para proclamar que ya está bajo control, otro sueño diurno. Como otra señal de la confusión y el apuro, los propagandistas oficiales postulan no esperar a octubre sino invertir el mayor esfuerzo para vencer en agosto. El problema es que no saben cómo.

El que avisa no es traidor

El Poder Ejecutivo tuvo más suerte en su decisión de remover al director del Banco Central Pedro Biscay. Para ello obtuvo dictamen favorable de la Comisión Bicameral del Congreso, que preside Federico Pinedo y en la que consiguió el apoyo del ex ministro de Menem y ex vocero de Duhalde,  Eduardo Amadeo, y de Luciano Laspina. En la cartilla escolar que Peña Braun distribuye con el título “Qué Estamos Diciendo”, se afirma que Biscay incumplió con las responsabilidades de su cargo y tuvo actitudes que configuran “un caso de mala conducta y violación de los deberes de prudencia y responsabilidad”. Según Peña Braun, Biscay tiene derecho a criticar al Gobierno Nacional, pero sus críticas y pronósticos pesimistas sobre la política del Banco Central están reñidos con su cargo como miembro del directorio. “Una de las tareas principales del Banco Central, según su Carta Orgánica, es preservar el valor de la moneda. Y una de las maneras principales de lograrlo es que el público confíe en el valor de esa moneda”. Las posiciones de Biscay “no se adecúan en lo más mínimo a las políticas de comunicación de cualquier Banco Central mínimamente responsable” y conspirarían contra ese objetivo. Atribuir el fracaso de una política a las críticas de quien se anticipó a señalar los errores es el camino seguro para repetirlo.

Según el decreto de remoción la política de comunicación del Banco Central que sólo permite expresarse al presidente coincide con la de los bancos centrales de la Unión Europea y los Estados Unidos. Esto no se ajusta a la verdad, dado que tanto el FMI como el Banco de Ajustes Internacionales de Basilea estimulan la divulgación de las controversias con individualización de criterios que se producen en el seno de las reuniones y comités de política monetaria, como forma de “garantizar la pluralidad de criterios en cuerpos colegiados”.  

Por eso es importante rememorar ahora cuáles fueron las advertencias que Biscay presentó al presidente Federico Sturzenegger y divulgó en declaraciones públicas. En abril del año pasado sostuvo que la inflación no bajaba pero los niveles de absorción monetaria por medio de la colocación de letras habían alcanzado niveles exorbitantes y los títulos de deuda del Banco en pesos ya superaban al circulante monetario. La tasa fijada para controlar el tipo de cambio define la tasa de referencia de la economía y desincentiva cualquier actividad productiva, que no puede competir con tal rentabilidad. Si a ello se suma la desregulación del mercado cambiario, las medidas que incentivan la dolarización de carteras, la eliminación del encaje al ingreso de capitales y su límite mínimo de estadía, la posibilidad de comprar Letras por parte de no residentes y el aumento a cinco millones de dólares por mes la formación autorizada de activos en el exterior, están haciendo del sistema financiero “un paraíso de altos rendimientos en dólares y en inversiones de muy corto plazo, incentivando operaciones de carry trade”, que es el nombre elegante de la bicicleta financiera. Las Lebac´s se convirtieron en la opción más lucrativa para los bancos locales. Como gatos gordos perezosos abandonan su función crediticia y sólo se dedican a la rentabilidad especulativa. Este esquema es nocivo para la economía real y desprotege los derechos patrimoniales de los consumidores y los agentes de la producción frente a las finanzas. Esto eleva los costos de financiamiento de las empresas, sobre todo de las pequeñas y medianas, y también afecta la estabilidad financiera, porque en un contexto de alta inflación, aumenta el riesgo de incobrables en las carteras de crédito de los bancos, agregó entonces Biscay. A su juicio, la estabilidad financiera está ligada al crecimiento económico, la reducción de la desigualdad y de la pobreza, todo lo contrario de la actual política que, además, dibuja nubes negras sobre el futuro del propio Banco Central. Esta inundación de letras condiciona su poder y en el momento en que se decidiera no renovar esos títulos a su vencimiento, se generaría una formidable expansión monetaria, el peor veneno para el credo neoliberal. Esto es exactamente lo que hoy está ocurriendo, momento elegido para matar al mensajero porque el gobierno no soporta las consecuencias de sus propios actos. Con el dólar por encima de 18 pesos y las tasas en el mercado secundario en 28 por ciento, en el sector financiero comienza a circular la versión de que al primer vencimiento posterior a las elecciones, el Banco Central las canjearía por un bono compulsivo, con pérdidas significativas para los pequeños ahorristas que pusieron su dinero allí como defensa contra la inflación, pero que lo necesitan a corto plazo. En cambio ese canje hasta podría ser un buen negocio para los bancos, que tienen en su cartera más de la mitad de las Lebacs.