Este miércoles se cumplen diez años de la muerte de Gerardo Gandini. Compositor, pianista, gestor, animador, Gandini queda entre las personalidades más impresionantes de la música argentina. Por la voracidad y la audacia con que abordó las músicas y sus problemáticas, y, al mismo tiempo, por la lucidez con que distinguió unas de otras, para comprenderlas en un mismo sonido. Su arco creativo coincide con la aventura de las vanguardias de posguerra en el mundo, época de alquimias sonoras e ideológicas de las que supo extraer sus propios materiales. Arnold Schoenberg y Georges Gershwin, por ejemplo, entraban en su piano con la misma intensidad con la que de ahí mismo más tarde salió un tango de Cobián. Schumann, Chopin y Mozart, fueron más que avatares de la historia y atravesaron sus alambicados procedimientos como un suspiro delator de la Historia. Casi como la hendija por donde el presente espiaba el pasado, o viceversa.

Por estos días Buenos Aires, la ciudad donde nació en octubre de 1936, lo recuerda con varias manifestaciones. Por ejemplo, desde este miércoles, la sala del Centro de Experimentación del Teatro Colón, la institución que creó en 1990, de la que fue además su primer director, llevará su nombre. Será también el inicio de la temporada 2023 del CETC, la primera íntegramente programada por Diana Teocharidis, su nueva directora, y el comienzo de Foco Gandini, el ciclo con el que el Colón reconstruye parte del amplio arco creativo del celebrado compositor.

El miércoles y jueves, a las 20, se podrán escuchar piezas instrumentales, algunas de ellas verdaderos hallazgos, y dos encargos a compositores que fueron discípulos de Gandini: Pablo Ortiz y Marcelo Delgado. El sábado a las 20 y el domingo a las 17, Foco Gandini culminará con un programa en base a obras vocales, además de otras reconstrucciones. Haydée Schvartz, una sólida referencia para la música de Gandini, tendrá a su cargo la dirección musical los cuatro conciertos en los que se ofrecerán dos programas elaborados base a un trabajo de recuperación y curaduría de Sebastián Tellado y la misma Haydée, con puesta en escena, espacio e iluminación de Gonzalo Córdova y la participación del Ensamble Tropi. Estarán además Pablo Fenoglio (trombón), Valentín Garvié y María Florencia Díaz (trompetas), Fernando Ciappero (corno), Pedro Pulzovan (tuba), Lucía Lalanne (soprano) Alejandro Spies (barítono) y el actor Martín Pavlovsky.

“La idea base para este ciclo fue la de tratar de reconstruir algunas de las obras de Gandini que se tocaron una sola vez o incluso que no llegaron a estrenarse” comenta Haydée Schvartz en diálogo con Página/12. “Queremos dar un panorama vinculado con su espíritu de experimentación. Se conoce mejor al Gandini más formal, ligado a las obras cerradas, pero su obra parte de una experimentación más furiosa, que es menos conocida. Hay obras como Los adioses (Fósiles del ’60) –1983– cuya partitura era un esbozo con una información muy básica, casi como un sketch. El mismo Gandini la estrenó utilizando unos instrumentos mecánicos del Museo de instrumentos musicales Emilio Azzarini, de La Plata. Para esta reconstrucción conseguimos que nos presten los mismo instrumentos, que desde entonces no salían del museo”, agrega la pianista.

“En este sentido resultó fundamental poder revisar el material que está en el ‘Fondo Gandini’ de la Biblioteca Nacional, que gracias a la curaduría de Pablo Fessel y la gestión de Ezequiel Grimson se pudo ordenar y hoy está a disposición de todos”, continua Haydée y agrega: “Con Sebastián (Tellado) hicimos un arduo trabajo de investigación sobre todo ese material. Revisamos infinidad de papeles y escuchamos cientos de casetes, fueron muchos meses de trabajo buscando definiciones de cómo podían sonar ciertas obras. En fin, queríamos hacer hincapié en esos aspectos de la obra de Gandini para combinarlos con piezas más icónicas, como algunas escenas de la obra Liedrkreis, para las que adaptamos la orquesta al piano”.

De esta búsqueda surge también Subtangos, para piano y quinteto de vientos. Un estreno latinoamericano que se escuchará en el primer programa, miércoles y jueves. Ahí se incluirán además Cenit nocturno, de Marcelo Delgado, y Requiem para Gerry, de Pablo Ortiz, dos encargos del CETC para esta ocasión, interpretadas por el Ensamble Tropi. También la Sonata nº2 (1996), dedicada al recordado crítico musical Federico Monjeau y oportunamente estrenada por Schvartz, y Eusebius II, (2006) dedicada a la pianista por el propio Gandini. “Esta es una obra de gran misterio, de un Gandini que ya estaba yendo hacia otro lado”, comenta la pianista. El segundo programa, de sábado y domingo, además de Los adioses y “otras sorpresas” –anticipa Schvartz– incluirá la reconstrucción de una escena de La pasión según Buster Keaton (1971), escenas de la ópera Liederkreis, (de 2000, sobre libreto de Alejandro Tantanián), y el estreno argentino de Lamento di Tristán: ceremonia fúnebre para Erik Satie (1975). “Para estos conciertos, Gonzalo Cordova, elaboró un planteo del espacio y un diseño de luces con un criterio gandinesco, que tiene que ver con la proliferación, lo laberíntico y la memoria del pasado musical”, explica Haydée.

Alumno de Ginastera en Buenos Aires y de Goffredo Petrassi en Roma, ensayador irredento y curioso obstinado, resulta complicado encontrar el centro en una obra tan ancha como la de Gandini, en algún momento también compositor de música de películas, arreglador de Fito Páez, después de ser el pianista del Piazzolla tardío. Sería más fácil, tal vez, pensar en movimientos en torno a ideas centrales, como el tiempo o el sonido. “Para mí es el sonido”, asegura Haydée sin dudar. “He sido una privilegiada al poder compartir muchas aventuras musicales, encuentros, charlas y reflexiones con Gandini. Conocí al compositor, que no podía separarse del pianista de sonido muy particular. Y eso tiene que ver con la construcción sonora de su música. Más allá de los hilos anecdóticos que derivan de cómo pensaba la música, de la memoria y otros asuntos, me parece que él fue sobre todo un gran constructor a partir del sonido. Su música, como lo era su manera de tocar, se cumple en su sonido, fluye en su sonoridad y en la multiplicidad infinita que de ahí él crea. Naturalmente el análisis de su música arroja otra gran cantidad de elementos muy valiosos, pero su presencia sonora es muy poderosa. Es ahí donde más conecto con su obra. Tocar una obra de Gandini me lleva exploraciones tímbricas como muy pocas veces sucede”, agrega Haydée.

Cultor de formas altas de la inteligencia, como el humor y la melancolía, también lector voraz, mirador implacable de cine y conversador superior, Gandini terminó de modelar la figura del compositor de acá en relación con el resto del mundo. “Es un compositor argentino, fatalmente argentino”, asegura Haydée. Creo que Gandini estableció una idiosincrasia de lo argentino en la música actual. Con una combinación entre el amor hacia el pasado – Schumann, Schubert, Debussy, Chopin– y la pasión por la transformación irreverente, fina y desprejuiciada, habilitó caminos de búsqueda que para muchos compositores resultaron un gran un alivio”, agrega Haydée y concluye: “Es muy emocionante convivir con esta música, hacerla sonar de nuevo, ensayarla hasta casi esperar que de pronto él mismo entre a la sala y diga ‘no, esto es así’ y se siente al piano para explicarlo mejor”.

Gandini, el imperecedero

A diez años de su muerte, Gerardo Gandini se sigue componiendo en Buenos Aires. El miércoles pasado, en el Centro Cultural Kirchner, la Orquesta Sinfónica Nacional interpretó sus Variaciones para orquesta, con la dirección de Mariano Chacchiarini, y entre el jueves y el domingo el Centro Cultural Borges ofreció un ciclo con la dirección artística de Marcelo Delgado. Esta serie incluyó recitales de los pianistas Sebastián Gangi, que interpretó la Sonata VII y algunos Postangos, y Sivia Dabul, con E sarà y otras páginas poco transitadas del compositor. También hubo además de un concierto del ensamble Colectivo Gandini y una obra del mismo Delgado a partir de una conferencia de Gandini.

Foco Gandini continuará con la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires interpretando Diarios VI, en julio, y Canciones tristes para mezzosoprano, coro de niños y orquesta, en noviembre. En octubre el ciclo propondrá las canciones de Moda y pueblo, el disco de Fito Paéz con arreglos de Gandini. Seguramente el punto culminante será, en diciembre, la puesta en escena de La ciudad ausente, la ópera que Gandini compuso junto a Ricardo Piglia.

Por sobre lo que suena, queda un libro: por estos días la editorial Gourmet Musical editó En el final de aquel verano interminable, que recoge escritos de Gandini. Ensayos, artículos, ponencias, entrevistas, manuscritos y correspondencia de más de cuatro décadas, dan cuenta de la vitalidad y el compromiso del compositor y la aguda sensibilidad del artista. La edición de lo que resulta un libro indispensable fue curada por Pablo Fessel y Ezequiel Grimson y el prólogo es de Ricardo Piglia.