Un día histórico vivió el domingo 19 de marzo la comunidad originaria de Cerro Pintao de Las Mojarras, en Santa María, con la realización de una ceremonia de reentierro de restos humanos que habían sido encontrados en el sitio arqueológico Rincón Chico.
La ceremonia fue presidida por el cacique de la comunidad, Carlos Cruz y acompañada por la directora del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), leonor Acuña, el director provincial de Antropología, Cristian Meliány la antropóloga y arqueóloga investigadora Leticia Rafaelle, a cargo del proyecto.
En diálogo con Catamarca/12 Rafaelle, a cargo del proyecto de puesta en valor y conservación de Rincón Chico desde 2013, destacó que es la primera vez que se realiza un reentierro en Catamarca y quiso poner en relevancia que la ceremonia fue organizada y decidida por la Comunidad originaria.
La investigadora relató que el proyecto surgió como pedido de la propia comunidad al municipio y la provincia por los hechos de vandalismo y de deterioro del sitio por la fuerza de las lluvias. “La comunidad tenía la sensación de estar perdiéndolo y en cierta forma era verdad”, contó.
Rincón Chico está en la localidad de Lampacito, ubicada a dos kilómetros de la ciudad de Santa María. Se trata de un cerro con más de 365 construcciones, más estructuras en trece sectores de poblados que en la cumbre tienen edificios con una plaza central o sitio sagrado. Actualmente, aunque el proyecto denominado “Plan de manejo y conservación de Rincón Chico como paisaje arqueológico y lugar sagrado” fue aprobado, aún no comienzan las obras y por lo tanto no está abierto al público por su fragilidad y peligro de derrumbe.
Rafaelle, contó que la comunidad de Cerro Pintao – Las Mojarras son los guardines del sitio y fueron ellos quienes, en 2020 y cumpliendo su rol de custodios del lugar sagrado, encontraron los huesos y cerámicas que fueron arrastrados tras una lluvia torrencial. “El agua entró en la plaza 116 y arrastró un muro que sostenía la pared sudoeste y quedaron dispersos los restos arqueológicos. Esta enorme dispersión llamó la atención, por lo que primero hicimos una recolección de superficie y a partir de ahí supimos que había que hacer dos cosas, conservar y consolidar el muro para que no se siga destruyendo. Por otro, una excavación para ver si había más huesos”, relató.
La excavación se programó con el equipo de antropólogos del Proyecto Yocavil, quienes trabajan en la zona desde hace más de 30 años. “Se hizo una semana de excavación y otra de excavación y consolidación arquitectónica. Las instrucciones del Cacique era no seguir escavando si encontrábamos más huesos. Pero a los dos días aparecieron muchos más y él cambió de opinión y se decidió que luego de algunos estudios se realizaría el reentierro", contó.
“Tras la entrega formal de los huesos el Cacique ya en custodia, nos permitió hacer un primer acercamiento tomando fotografías. Ahí pudimos averiguar que se trataban tres individuos, pero no estaban completos. Lo demás huesos suponemos que se lo llevó el agua”, dijo.
Si bien existía la posibilidad de seguir investigando con fechado y estudios de ADN, la comunidad decidió no continuar profundizando. “Como equipo estamos orgullosos y felices con las decisiones porque fue producto del diálogo e intercambio de saberes. Se hizo en una mesa horizontal de toma de decisiones, fue mutuo respeto y absoluto donde la palabra de todos fue escuchada. Estamos conscientes que se hizo historia y que se trazó un hito para futuras investigaciones ya que no siempre se consultó la postura de las comunidades originarias”, resaltó.
La ley 25.517, sancionada en 2001, establece que “deberán ser puestos a disposición de los pueblos indígenas y/o comunidades de pertenencia que lo reclamen, los restos mortales de aborígenes, que formen parte de museos y/o colecciones públicas o privadas”.
De igual forma establece, para realizarse todo emprendimiento científico que tenga por objeto a las comunidades aborígenes, incluyendo su patrimonio histórico y cultural, deberá contar con el expreso consentimiento de las comunidades interesadas.
El reentierro se realizó en el ingreso al sitio y el lugar fue señalado con una apacheta distintiva de la Comunidad.
Destacado
“Llegamos acá a través de la normativa de nivel nacional que establece que los restos humanos que son hallados en excavaciones arqueológicas deben ser puestos a disposición de las comunidades indígenas que rodean a esos sitios arqueológicos”, explicó Acuña, directora del INALP.
“Fue fortuito. A través de una lluvia que dejó a la vista restos humanos en el sitio, estos restos aparecieron y la comunidad con la que se está trabajando en estrecho contacto y coordinación, con el cacique Carlos Cruz, decidió que se iba a producir el reenterramiento de esos huesos y es lo que hicimos en una ceremonia organizada por la comunidad a la que fueron invitadas otras comunidades y autoridades de la provincia”, dijo.
Por su parte, el cacique Cruz manifestó: “Este es un momento muy emotivo y gratificante desde mis sentimientos como autoridad indígena. En mi lugar donde nací y me críe nos encontrábamos con lugares donde la creciente destapa huesos, piezas arqueológicas de cerámicas, mis abuelos, mi madre nos enseñaba que eso tiene que respetarse, pero nunca me había tocado vivir este momento. Por eso digo que la misma naturaleza nos da los tiempos, fue algo muy gratificante”, dijo y destacó “el trabajo de los profesionales de la arqueología con quienes hemos llegado a tener una buena relación y a trabajar mancomunadamente”.