A Miriam, su abuela la llamaba a bordar para que se bajara de los árboles, se quedara quieta y fuera una señorita, no un “machomula”, como le decía. La cuidaba del sol de la siesta para que no se volviera todavía más morocha. “Se había criado en el campo y llegó hasta tercer grado, entonces todo eso de la negrez y la negrura le tocaba en algún lugar”, recuerda sobre su abuela. Más de cincuenta años después, Miriam, militante popular de Quilmes, borda nombres para una bandera que llegará a Plaza de Mayo sostenida por tantos y tantas que participaron de este trabajo colectivo. Ella bordó el nombre de Norma Ada Núñez, una compañera peronista de Montoneros que militaba en Lomas de Zamora y la secuestran en 1977, junto a un grupo de esa localidad. A Norma la llevaron al Pozo de Quilmes. Para Miriam, bordar despertó una memoria de la resistencia: “Unir historias, construir memoria, pensar en esas personas y reivindicarlas. Sacarle a la dictadura la despersonalización que hizo con ellxs al desaparecerles. Nosotras siempre los traemos a la vida, que es lo mejor que podemos hacer.”

Patricia también se acercó a bordar porque tiene amigxs desaparecides. Milita en el Partido Comunista desde los 16 años, como militaba su amigo Héctor Pérez, quien además trabajaba en Saiar cuando se lo llevaron a los 19 años. Se conocían de la escuela secundaria. Cuenta que empezó bordando una bandera que fue llevada a Colombia para arropar el Palacio de Justicia, una acción que antecedió a ésta, y de la cual surgió esta idea. Bordar los nombres militantes asesinades y desaparecides de Quilmes la conmovió mucho. “Siempre fui inutilísima satelital”, se ríe, pero buscó tutoriales y se animó. “Lo más importante es que es un trabajo colectivo, nos juntamos a bordar y fuimos más de cien bordando por la memoria, la verdad y la justicia.”

Gabriel Laporte bordó el nombre de su hermano Luis, el mayor de los cinco hermanos. “A mí, como a todas y todos, esto me moviliza mucho. La militancia y los derechos humanos pasaron a ser la razón de mi vida. Esta es la historia de un pueblo y las Madres no enseñaron a sociabilizar la lucha. Bordar me acercó a mi hermano de una forma distinta. Un sábado de mucho calor, como todos estos días, salí a bordar al patio y lo que me pasó es que me acordé mucho de mi mamá y de mi papá. Mientras bordaba el nombre de mi hermano sentía que se producía un dialogo entre ellos”.


Escenas de un pasado en el presente

Gabriel dice que sus padres fueron los que más sufrieron en ese momento. “Todo era confusión, no entender nada de lo que pasaba y seguir adelante con la vida. Mi hermano militaba en política para transformar este país en algo mejor, como hicieron los 30.000 compañerxs. Todos los 24 de marzo significan algo distinto, pero en todos está la ratificación y la memoria. Ahí no nos vencieron”.

Gustavo nació en 1983 y es docente. También participó de esta acción de bordado y su experiencia personal se vincula a la familia Suárez Taboada, cinco hermanos y hermanas de los cuales el mayor, Omar, está desaparecido. Nora también está desaparecida, y Arístides, el menor, fue asesinado por la Triple A en 1974. Dalmiro y Nelfa son los dos únicos sobrevivientes. Ambos estuvieron nueve años presos, desde 1974 hasta 1983, cuando recuperaron su libertad. Nelfa tuvo un hijo en cautiverio y su pareja está desparecida, igual que Olga, la pareja de Dalmiro. “La madre de los cinco hermanos, María Juárez, fue una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo”, cuenta Gustavo, que eligió bordar el nombre de Olga, la compañera de Dalmiro. Antes de empezar a bordar lo llamó por teléfono y le preguntó si le “daba ese honor”. Dalmiro dijo que sí y que con la primera puntada le mandara un beso a Olga. “Imaginate cómo fue esa primera puntada. Me temblaban las manos de la emoción. Yo estoy por cumplir 40 años y es la primera vez en mi vida que bordo. Soy un varón cisheterosexual y ahí también hay algo de mi propia identidad que se deconstruye. ¿Por qué nunca antes bordé? Porque era una tarea que un varón no podía hacer. Y hacerlo es maravilloso”, cuenta Gustavo conmovido.

Viviana Buscaglia y Adriana Redondo son militantes feministas quilmeñas, (Adriana además artista visual) que se encuentran otra vez para recuperar historias y unir memorias.

¿Cómo fue esta experiencia?

Adriana: --Desde un lugar distinto, como el del bordado. Pensemos que el bordado estuvo asociado a la sumisión de las mujeres, a hacer el ajuar, a quedarse calladas en un rincón de la casa y ahora se transformó en una práctica y en una forma de expresión política: jóvenes que bordan sus parches y mujeres de distintos colectivos que bordan como una manera de lucha. Quisimos recuperar eso y generamos ese eje de bordado y memoria, desde del Colectivo Quilmes, Memoria, Verdad y Justicia. Una manera también de ampliar y diversificar las formas de convocar a otres en este 24 de marzo.

¿Qué representa bordar memoria este 24 de marzo, cuando además se cumplen 40 años de democracia?

Viviana: --En principio fue una actividad que nos interpeló el año pasado, porque el primer bordado colectivo que hicimos fue el que mandamos a Colombia para un arropamiento del Palacio de Justicia. Le pusimos cuerpo en pequeños muñecos que representaban figuras humanas. Eso nos llevó a dar estas primeras puntadas acá. En ese momento la consigna era coser la Colombia rota. Virgelina Chará, una defensora de derechos humanos y artivista colombiana, con una larga historia de militancia feminista, creó el grupo Costurerxs del mundo, y este 24 de marzo viene a ver esta bandera bordada que ya tiene 13 metros y entrará a Plaza de Mayo llevada por familiares y compañeres de distintas generaciones. Una bandera que estará en la calle.

Así surge este proyecto. Bordar los nombres de las personas asesinadas y desaparecidas que hayan tenido algún tipo de vinculación con Quilmes. Fueron 390 compañeres que nacieron, vivieron, estudiaron, trabajaron, militaron o fueron secuestrados, asesinados o desaparecidos en esta zona. “Esto hizo que familiares y compañerxs de militancia dijeran: ‘Yo quiero bordar el nombre de mi tío abuelo, o de mi abuelo, o de mi abuela, o de mi papá, de mi mamá, de mi compañera o amiga”, suma Viviana. “Llegamos así a personas que nunca antes se habían acercado al ex Pozo de Quilmes, hoy Sitio de Memoria. Como el caso de una compañera cuya hermana está desaparecida y nunca había querido venir, sin embargo llegó trayendo el bordado con el nombre de su hermana.”

¿Qué propone el momento del bordado?

Adriana: --El momento de bordar tiene otro tiempo, un tiempo lento, no podés correr, sino que cada puntada es casi un ensimismamiento: pensás, recordás, traes imágenes. Muchas de las bordadoras que no son familiares, buscaron las biografías de ese compañero o compañera, se lo imaginaron y hasta podían imaginar diálogos. Eso da identidad y visibilidad. Hay mucha emoción en cada una de las telas con los nombres bordados.