El mago de arena
Cuando a Alejandro Bustos le preguntan a qué se dedica, él responde “Hago viajes visuales”. Bustos es diseñador gráfico, titiritero y escultor. Además, se especializó en aerografía. Todos estos oficios confluyen en su mesa de cristal para que pueda hacer magia: él crea dibujos con arena. Y parte de la gracia es proyectar el proceso en vivo. Esto es lo que desplegó durante la intervención No traigan flores, con la que Mariana Enriquez brilló en el Teatro Coliseo junto a los músicos Pablo Ledesma y Horacio “Mono” Hurtado. “Mariana plantea unos paisajes capaces de ser oscuros y dramáticos. Eso también deja mucho espacio a cierta experimentación onírica para que podamos crear un pequeño universo cambiante”, comenta Alejandro y concede que sí, que ese gesto tiene algo de prestidigitación. Todo empezó en 2005, cuando se encontró con las animaciones en arena creadas por el húngaro Ferenc Cakó. Entonces fue hasta el corralón vecino y volvió con un pequeño cargamento de arena que comenzó a dispersar sobre una mesa para calcado, en su taller de Chacarita. “Lo que más me interesa de una obra es el proceso de realización. Hacer visuales con arena es estar en ese proceso de manera constante. La mano deja caer un hilo que se transforma en una línea, que luego contará una historia. También uso pinceles y pequeñas herramientas para crear texturas”, cuenta. En ese sentido, ser aerógrafo lo ayudó “porque, al igual que con la arena, se trabaja por capas, sin rozar la superficie”. Además de hacer arte en colaboración, dirige la compañía teatral Abrojo, cuyo espectáculo Mirada de Quijote –que combina visuales, títeres y teatro de sombras– volvió de una gira por Chile. “La arena es una materia vulnerable y potente a la vez. Me permite estar en proceso de constante descubrimiento”, agrega el artista con discreto entusiasmo.
Alguien camina sobre tu tumba
“Si el duelo es producto de representaciones colectivas, nos interesa testearlas en formato de cartel en el espacio público”. Con estas palabras el proyecto artístico CHEAP, nacido en Bolonia en 2013, abrió una convocatoria inédita llamada “Icons” cuyo resultado se exhibe hasta fines de abril en las calles de esa ciudad. La propuesta fue crear una suerte de memorial gráfico similar a los obituarios de las redes, que se llenan de comentarios cada vez que muere una figura de la música, el cine y el espectáculo. “Nuestra primera edición está dedicada a uno de nuestros duelos aún sin resolver: Su Majestad, David Bowie”, indicaron los artistas. Entre la elegía y el sarcasmo, entre lo inquietante y lo seductor, CHEAP seleccionó 54 carteles entre 238 proyectos enviados de 19 países. “Hay sitios actualizados en tiempo real para informar al público sobre qué celebridades murieron en las últimas 24 horas, para que en las redes sociales se pueda hacer un duelo masivo, una procesión de dolientes romanos en versión digital, un kaddish consumado con clickbaits. Creemos que esta monomanía puede traducirse a lenguajes visuales contemporáneos”, agregan los artistas de CHEAP. Desde una lápida con la inscripción “Ashes to ashes” a una imagen de Bowie emergiendo de una sopa Campbell, estos carteles (que debían ser inéditos) se apropian del legado del duque blanco, pródigo en huellas iconográficas, y lo celebran sin prejuicios.
Calladitos
Ni fechas de nacimiento, nombres de hijos o de mascotas. Si bien todo indica que los usuarios están eligiendo contraseñas más sofisticadas para proteger sus cuentas, también el universo hacker amplía sus estrategias al momento de desencriptarlas. Ahora, son los fans de Taylor Swift y Bad Bunny los que deben tener cuidado con las combinaciones que eligen. Porque un reciente informe de SpyCloud –una empresa que se dedica a evitar delitos informáticos con sede en Austin, Texas– indica que a lo largo de 2022 más de 300 mil contraseñas vinculadas a estos músicos estuvieron al borde de ser hackeadas. Las palabras clave incluyen “Taylor”, “Swiftie”, “Benito”, “Me Porto Bonito” y “Midnights”. Así que los nombres de pila de dos de los artistas más reproducidos en plataformas y sus hits no resultan un secreto del todo confiable. Pero las referencias a la cultura pop no terminan ahí. Según abunda el sitio Business Wire, en el informe se citan “más de 261 mil contraseñas vulnerables relacionadas con series, en especial las ofrecidas por servicios de streaming como Netflix y Hulu, y más de 167 mil relacionadas con la muerte de la reina Isabel y con la familia real británica”. La recomendación de los expertos es evitar referencias trendy y cambiar todas las contraseñas una vez al año. O arrojar el celular por la borda, como hizo Bad Bunny cuando se cansó del acoso de una fan.
Mano a mano
El Social Tango Project es una búsqueda artística poliédrica, focalizada en documentar los cambios constantes de este género popular a través del teatro, el cine y la fotografía. De ahí surgió “Social Tango, un espectáculo de baile” que está celebrando diez años de su estreno con funciones en el Centro Cultural 25 de Mayo el sábado 31 de marzo y el domingo 1 de abril. La obra, dirigida por Agustina Videla, cuenta la transformación de una mujer cuando descubre el tango en general y la milonga en particular. En 2013, Videla contactó a la fotógrafa Nora Lezano, que actualmente está a cargo de la dirección audiovisual de la puesta pero además es autora de un ensayo fotográfico que la acompaña. “Agustina me llamó para que hiciera las fotos del afiche de la obra, que originalmente se estrenó en el Teatro de la Ribera. Yo, ajena al mundo del tango, vi esto como una gran oportunidad para involucrarme, así que no sólo hice las fotos que me pidió sino que le propuse hacer un ensayo con los personajes de una milonga”, cuenta Lezano. Así fue como armó un set con un fondo blanco y unos flashes en “Cachirulo”, una de las milongas más populares de Buenos Aires, e invitó a los habitués a posar para las fotos. El resultado es un conjunto de imágenes en blanco y negro que retratan a personas de culturas y generaciones distintas. O sea, bailarines pero también djs, mozos, cantantes y diversos actores congregados en este universo ecuménico, que reúnte a todas edades y a una franja amplia de clases sociales. “Quería mostrar esa diversidad. La milonga es un espacio de socialización y encuentro pero también tiene otro doble anclaje. Porque si bien es parte de una época y un lugar, a la vez la recorren aspectos atemporales o en todo caso, aspectos que están más allá del tiempo”, agrega la artista. Las fotos, de hecho, intentan captar el instante donde tradición y actualidad eclosionan. Frente a tan fulgurante chispazo, Lezano apostó por la austeridad imágenes monocromas. Además, son el marco de una milonga colectiva que se propone como final de esta obra con música en vivo y la participación de bailarines amateurs. Sin embargo, tras el encuentro, ambas propuestas terminarán por caminos separados, en sintonía con el sentir tanguero. La muestra quedará expuesta hasta el 5 de mayo mientras el espectáculo se irá de gira para estrenarse en Washington y en diversas ciudades de Canadá.