“Lo que me enorgullece es que tenemos nuestro propio ritmo. No jugamos con las reglas con las que juegan las otras bandas”, cavila Mariano Di Césare, cantante y guitarrista de Mi Amigo Invencible. En 2022, la banda de origen mendocino, pero establecida en Buenos Aires, lanzó su nuevo disco de estudio, Isla de oro, con el que finalmente se hizo un lugar en el mainstream musical argentino. A tal punto que se coló entre los mejores álbumes nacionales de la temporada. “Podríamos haber llegado a ser más conocidos y también pudimos separarnos, porque recién ahora es que logramos sostenernos económicamente”, continúa el frontman. “Sin embargo, yo veo el crecimiento día a día. Al mismo tiempo que tengo menos problemas para hacer arte, tengo más herramientas para encararlo”.
Para celebrar este hito en su trayectoria, y tras hacer los deberes en el circuito de artistas en ascenso de la música indie local, el sexteto debutará en Teatro Vorterix (Federico Lacroze 3455) este jueves, a partir de las 20 hs. Si bien su último álbum aún no tuvo presentación formal, esto es lo más cercano a ello. A pocas cuadras de la sala de Colegiales, cerca de la frontera entre ese barrio y Chacarita, Di Césare compuso en el verano pasado, uno no tan fogoso como el que se acaba de ir, el octavo álbum de su laboratorio sonoro. Lo hizo en el estudio que instaló en su casa, mientras sus compañeros se encontraban de vacaciones. “Era el año en el que teníamos que hacer un disco”, justifica el cantautor, en el mismo lugar donde nacieron las ocho canciones que componen este repertorio.
“Había apartado el estudio Unísono (creado por Gustavo Cerati), luego de producir ahí a un grupo. Me enamoré de su sonido”, evoca el músico. “Hasta marzo compuse solo, y luego se lo mostré a los chicos. Cuando empezamos a pensar en un productor, llamamos a Martín Buscaglia. Nos dio las gracias por considerarlo para esto, y recuerdo que nos dijo que en Uruguay no hay muchas bandas que hagan este tipo de ‘pop inteligente’. Me pareció gracioso ese adjetivo, pero me ayudó a replantear todo. Necesitaba sentir más, y pensar menos. Con dos o tres palabras, hizo una selección inmediata. Y nos agarramos de eso. Sin darse cuenta, de las 16 canciones que le presentamos, eligió las 8 canciones que íbamos a grabar”.
-Durante las sesiones de grabación, Buscaglia comentó que su referencia para producir este disco era el músico nigeriano William Onyeabor. Lo que habla de la conciencia rítmica de estas canciones.
-Mi cabeza es así. Más que melódica, es rítmica. Si no bailo, estoy muerto. Quisimos sacarle la responsabilidad del ritmo a la batería y al bajo, que es donde siempre recae, para dársela a todos los instrumentos. Es en esa fuerza colectiva donde más Invencibles somos.
-Si bien Dutsiland, su disco anterior aludía al verano, Isla de oro se debate entre el día y la noche. ¿Era lo que pretendían?
-No estamos buscando nada en especial. Simplemente tratamos de mantenernos flotando. Con suavidad y degradé. Son juegos para poder continuar estando vivos. La única forma de no soltar esto es experimentando y renovándonos. Esta es una carrera contra la solemnidad.
-Se venían preparando entonces para esta renovación.
-Nunca es el momento cúlmine de nada. Si hay algo que rescato de nuestro disco La danza de los principiantes, y de ese título, es que estamos en constante búsqueda y crecimiento. Me aburre la idea de establecer una fórmula. Voy a seguir jugando a lo mismo: a lo inesperado y a la sorpresa.
-Pareciera que lo que estás planteando es un metadiscurso…
-Tengo un objetivo claro que es que a Mi Amigo Invencible lo conozca la mayor cantidad de gente posible. Ya estoy más calmado, pero si paro es como que dejo de respirar. Como no puedo dejar de respirar, tampoco puedo dejar de hacer cosas por mi música. Nadie me lo exige más que yo. No parar me parece gracioso y trágico a la vez. Gracias a que no paré salió este disco.
-Al mismo tiempo que se trata de su trabajo más colectivo, es cuando mejor te plantaste como líder del proyecto.
-Se ha ido construyendo la confianza que necesitaba para componer en libertad, y con el apoyo de mi grupo. Pero mientras todos confiaban, yo dudaba por una cuestión de ego. Una vez que se limpió esa aspereza, las cosas funcionaron. Hay un nivel de claridad en el mensaje para poder bajar las ideas. A medida que fuimos aceitando mi rol, ellos fueron más participativos. Este fue un esfuerzo colectivo.
-Es difícil hallar la conexión entre este disco y los anteriores. Es un punto de inflexión elocuente, así como radical.
-Naturalmente, arrastramos algo de cada disco. La diferencia esta vez radica en la madurez con la que asumimos este repertorio. En principio, lo novedoso es que es post pandémico. La pandemia terminó con un montón de cosas, y este es un nuevo comienzo. Y con esto no quiero sonar new age.
-Las letras de tus canciones son tan visuales que siempre están en movimiento. Parecen una road movie o una película de Wes Anderson. ¿A qué se debe esa necesidad?
-No tengo que estar diciendo ninguna verdad. Hay una gran mentira en las historias de la música. Me da un elemento para jugar y no para preocuparme. Antes me preocupaba por la mentira, pero ahora… Todo artista que consumo es mentira, al fin y al cabo. La verdad aparece en otro tipo de elementos. Ese artificio lo aprendí de mi trabajo como realizador de cine.
-Hay mucho collage dando vueltas por ahí…
-Es un despelote incontrolable. A veces me pregunto cómo sostengo a Mi Amigo Invencible. Por el momento, soy un simple médium entre la canción y la tierra. No tengo nada bajo control. Sólo las ganas. Nadie espera nada de mí, entonces me divierto con eso. Este es el disco que nos debíamos. Una de las palabras claves que me acompañó en el proceso fue “liviano”. Esa cosa neurótica de tejer y pensar me estaba agotando, y yo quería cantar como cuando escucho música. Nuestro cuerpo siempre fue la experimentación, lo sonoro y la textura. Sentía que me estaba alejando un poco de mis intereses. Naturalmente, empecé a elegir las canciones que tenían una estructura más tradicional y pop, de estrofa y estribillo. Pero adaptadas al espíritu Invencible.
-Recién te pudiste posicionar con propiedad en el cancionero del pop y el rock argentino. ¿De qué escuela te sentís parte?
-Mis influencias son muy random. Si tengo que escoger, opto por Charly. Pero prefiero elegir a mis contemporáneos.