El Producto Interno Bruto (PIB) creció 5,2 por ciento en 2022 respecto del año anterior, desafiando los pronósticos de varios consultores privados que auguraban solo un “arrastre estadístico” para el año que siguió al rebote pospandémico. Contra esas predicciones, la economía argentina sostuvo la onda expansiva encadenó dos años seguidos de crecimiento. Recién en el último trimestre dio señales de desaceleración con una expansión interanual de apenas 1,9 por ciento. Llamativo retroceso de la inversión y el consumo privados en ese último período.
En el 2020 el PIB se contrajo 9,9 por ciento, fundamentalmente como consecuencia de la pandemia de coronavirus. Al año siguiente, creció 10,3 por ciento y ahora la expansión de 5,2 por ciento se muestra más acorde con una economía con grandes problemas estructurales. La aceleración inflacionaria y la inestabilidad política reinantes en la segunda mitad de 2022 hicieron de la suyas para sosegar aquel ciclo virtuoso, que amenaza con finalmente detenerse en 2023.
En el cuarto trimestre del año pasado el PBI en efecto retrocedió en la comparación respecto del trimestre anterior 1,5 por ciento. Y los componentes más averiados fueron la inversión privada y el consumo de las familias que cayeron respectivamente 7,2 y 1,5 por ciento respecto al tercer trimestre de 2023. Si bien la inflación mermó específicamente en ese trimestre, con el lanzamiento de Precios Justos y la credibilidad en el nuevo equipo económico, sus efectos se venían haciendo sentir desde mediados de año: una erosión del consumo, especialmente en las familias de ingresos bajos y medios. Es probable que las peores expectativas de mercado y las inquietudes que transmitía la conducción política hayan contribuido a frenar también los planes de inversión del sector privado en este período.
Analizando uno a uno los componentes de la demanda agregada en el cuarto trimestre del año se observa un crecimiento del consumo del 5,1 por ciento respecto a igual período de 2021, mientras en el año esta variable se expandió 9,4 por ciento. El gasto público en tanto retrocedió 2,1 en la comparación interanual, tal como venían observando distintos analistas que destacaban la fuerte contracción en términos reales a fines de 2022. Aún así en el completo del año el gasto público creció 1,8 por ciento. La comparación de la tasa de variación de la inversión privada en el cuarto trimestre vis a vis el total anual también da cuenta de un cambio de ciclo: 0,1 por ciento interanual a fines de año versus 10,9 por ciento de crecimiento promedio en todo el año.
Por el lado de las variables externas, medidas en pesos constantes, las importaciones mostraron una brutal desaceleración en el cuarto trimestre: crecieron apenas 1 por ciento versus 17,4 por ciento en el año. En tanto las exportaciones se expandieron más sobre el cierre del año: 8,6 por ciento versus 5,7 promedio.
Los componentes más relevantes
Expresados como porcentaje del PIB medido a precios constantes, el mismo se explicó en un 70,8 por ciento por el consumo de las familias y en un 21,2 por ciento por la inversión privada de las empresas. Este último cálculo medido a precios corrientes recibe el nombre de tasa de inversión y se ubicó en los niveles cercanos al récord histórico: 17,3 por ciento, si bien como se dijo su expansión se fue agotando. Por su parte el gasto del sector público dio cuenta del 13,4 por ciento del PBI en 2022.
En cuanto a las variables externas, las exportaciones representaron el 21,1 por ciento del PBI mientras las importaciones alcanzaron a representar un 27 por ciento.
Las ramas de la actividad
Los sectores económicos que más crecieron en 2022 fueron los hoteles y restaurantes, con una expansión del 35 por ciento, seguido por la explotación de minas y canteras, cuya producción trepó 13,5 por ciento, y el servicio doméstico en hogares, 10,3 por ciento. Una peculiar composición de la recuperación: basada en servicios para la clase media y actividades extractivas con escasos eslabonamientos internos. En el otro lado del ranking se encuentra la actividad agrícola y ganadera, con una contracción de 4,1 por ciento en el año, y la intermediación financiera que apenas se expandió 0,3.
Los servicios sociales y de salud se mantuvieron prácticamente estancados y anotaron una variación de 1,3 por ciento en el año. Los rubros de electricidad gas y agua, con 2,7 por ciento de crecimiento en el año, y la pesca, con un 3,4, también prosperaron a un ritmo moderado inferior al promedio. Al igual que enseñanza (4,3) y las actividades inmobiliarias y empresariales y las industriales (5 por ciento).
Entre los sectores que crecieron más que el promedio de la actividad pero no lideran el ranking se encuentran: la construcción con un arranque de 5,8 por ciento, el comercio que subió 6,4, la administración pública un 6,9, el transporte y comunicaciones un 8,5 por ciento y otras actividades comunitarias 8,7 por ciento.