"Las militancias sociales, culturales, políticas están desafiadas a encontrar un contrapoder en el plano del procesamiento de las emociones". La frase de Diego Sztullwark, el docente que coordina grupos de estudio de pensamiento político y filosófico, da cuenta de uno de los desafíos más importantes de la política actual, en un mapa pospandémico en el que, asegura, "la derecha más reaccionaria es quien por ahora mejor se maneja en el combo explosivo de precarización laboral, colapso afectivo y frustración política".
"Es ridículo pretender competir en su terreno, el contacto con la desesperación personal y colectiva, desde la perspectiva de una potencia democrática, demanda otros instrumentos. Lo vemos hoy de manera agónica en Rosario", señala el pensador que colabora regularmente con varios medios y forma parte del equipo editor de Tinta Limón Ediciones. Es coautor junto a Horacio Verbitsky, de “Vida de Perro. Balance político de un país intenso, del 55 a Macri” (Siglo XXI), “La ofensiva sensible. Neoliberalismo, populismo y el reverso de lo político” (Caja Negra), entre otros libros.
En diálogo con Buenos Aires/12 analiza el presente político, las dinámicas internas del Frente de Todos y su posible evolución a partir de los últimos movimientos que van desde el plenario de la militancia en Avellaneda hasta el presente del armardo oficialista, entre lo que denomina "los límites del tacticismo electoral" y la necesidad de alumbrar "una nueva experiencia política".
--¿Cuál es el rol que en el armado del oficialismo cumplen los plenarios que se vienen repitiendo en los últimos meses?
--La sensación de impotencia política arranca en 2013, impacta en 2015 y vuelve a hacerlo claramente en 2021. En el medio hubo experiencias electorales como Unidad Ciudadana (2017) y sobre todo las PASO de agosto de 2019 que mostraron otra cosa. ¿Qué es esa otra cosa? El rechazo popular extendido al programa que había encarnado Mauricio Macri. La propia vicepresidenta de la Nación enuncia que “el Frente de Todos no resultó un instrumento apto para renegociar con el Fondo, proteger ingresos y combatir las mafias entre el poder judicial y la oposición”. A cuatro décadas de la democracia habla de un Estado paralelo. Me parece que los plenarios de la militancia son muy importantes si se plantean crear un nuevo instrumento político.
--¿Qué rol cumple la provincia de Buenos Aires en el armado nacional?
--La importancia de gobernar distritos relevantes como la provincia de Buenos Aires adquiere toda su dimensión cuando esa gestión hace diferencias determinantes, en algunos rubros fundamentales, con la gestión de la oposición macrista. Lamentablemente esa diferencia no es tan clara en todos los ámbitos. Por ejemplo, la gestión de Sergio Berni no parece hacer diferencia con lo que plantea la derecha más reaccionaria. El peso determinante que puede jugar Axel Kicillof en el aporte a la creación de un instrumento capaz de una nueva eficacia política es imposible de subestimar.
--¿Qué discusiones actuales de las que se están dando en los espacios colectivos te parecen relevantes?
--En el plenario del Partido de la Ciudad Futura, que se hizo el 11 de marzo en Rosario escuché cosas que me gustaron mucho: que las decisiones deben ser colectivas, que para que el Estado funcione de otro modo debe ser ocupado por los movimientos sociales presentes en los territorios, que la producción de entusiasmo político implica procesar el miedo en los territorios, o que hay que mantener viva la memoria y los saberes de las Madres de Plaza de Mayo y de los feminismos a la hora de desarrollar estrategias ante problemas de fondo. Pienso que este tipo de experiencias nos hablan de otro modo de vivir el tiempo, eludiendo la sumisión neoliberal. Estoy seguro de que en la militancia kirchnerista hay vastos sectores interesados en confluir en este tipo de prácticas.
--Hace poco, en la presentación de su libro "Los peores", Juan Grabois y Axel Kicillof hablaron del futuro del mundo del trabajo y el rol de la economía popular. En el plenario de Avellanedad, Máximo Kirchner mencionó por primera vez el cambio climático. Esos temas no aparecen en la agenda de los grandes medios.
--Es que ya no hay tiempo para dirigentes políticos que repitan la agenda de los medios. Mirá lo que pasa con el salario, con la inflación. Mirá Rosario. La idea de que la Argentina puede vivir de reprimarizar sus exportaciones pagando deuda es una declaración de guerra. Si se quiere defender la democracia, en términos reales, no veo otro camino que no sea el de aprender a escuchar la agenda ambientalista, la de los feminismos populares, la de los trabajadores informales y precarizados, y en reconocerles por fin un protagonismo que reclaman desde 2001 y que les ha sido negado.
--Las fotos muestran a casi todo el peronismo bonaerense alineado con Cristina. Y hay dirigentes que lo explican por la necesidad, dicen, de "volver a enamorar". ¿Qué le parece esa posición?
--De Maquiavelo a Kant, la política y la filosofía han advertido en muchas oportunidades que sin entusiasmo popular no hay vida cívica virtuosa, ni creación de nuevas libertades. En la medida en que se identifica a Cristina Kirchner como la última dirigenta que produjo reformas para moderar la escandalosa desigualdad, que está presente de una forma u otra en casi todos nuestros problemas, se la agrede y se la defiende con una pasión extrema. Pero también hay una parte del electorado del peronismo que en 2021 no fue a votar. Esa deserción es un dato central para comprender lo que sucede en estos años. La ofensiva de la derecha más reaccionaria es muy fuerte en todas partes. La reacción de acudir a Cristina para que resuelva los problemas tiene la dificultad de que no es capaz de escuchar lo que ella viene diciendo. Sin la puesta en marcha de una discusión importante que dé lugar a una nueva experiencia política, capaz de extraer enseñanzas críticas de la trampa a la que nos condujo el tacticismo electoral de estos años, ni Cristina podrá salvarnos.