En 24 en la lista, serie documental en cuatro capítulos que se estrena este viernes a las 20 por la pantalla de Canal Encuentro, convergen los distintos intereses que las realizadoras Ana Cacopardo y Mariana Arruti desarrollaron a lo largo de sus trayectos profesionales: en el caso de Ana los derechos humanos y las cuestiones de género, y en el de Mariana las luchas obreras. Ambas venían trabajando con atención en lo que se conoce como “Causa Ford”, que ilumina una nueva dimensión en las memorias de la dictadura: la responsabilidad empresarial, es decir, las formas que asumió la asociación entre empresas privadas y terrorismo de Estado en delitos de lesa humanidad.
Cacopardo aclara que “no se trata de cierta simpatía política o ideológica con la dictadura, acá estamos hablando de acciones que se demostraron con pruebas específicas en el juicio, en el caso de Ford con tanta fuerza que llegó a la condena de dos exdirectivos de la empresa (Pedro Müller, exgerente de Manufactura, y Héctor Sibilla, exjefe de Seguridad), y el general del Ejército responsable de la zona operativa de Campo de Mayo, Santiago Riveros”. Las documentalistas coinciden en definir este juicio como “un verdadero acto de resistencia” no sólo porque se desarrolló en 2018 –en pleno macrismo, “un momento en el que soplaban vientos negacionistas” según Cacopardo– sino también porque se llevó a cabo tras 42 años de persistencia del grupo de obreros que venía demandando justicia desde la creación de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP).
La serie podría leerse a partir de dos grandes ejes: por un lado el proceso judicial, la novedosa figura de “responsabilidad corporativa” y el foco sobre la pata civil de la dictadura; por otro, las historias de estas familias obreras a la luz de la idea de reparación. “Cuando podemos aterrizar esto en historias concretas, de carne y hueso, con nombre y apellido, entendemos que va mucho más allá de un fallo”, asegura Cacopardo. Arruti, por su parte, señala que los juicios de lesa humanidad no tienen una gran difusión, y este mucho menos: “Es un juicio importante porque es la primera vez que se condena a dos exdirectivos del empresariado argentino. Poner esto en circulación era uno de los principales intereses que teníamos con Ana, para que estos materiales no quedaran limitados a organismos de derechos humanos o a sus protagonistas sino que pudieran tener una difusión masiva”.
En otro sentido, Cacopardo sugiere que la serie también funciona como “una ventana para reconstruir la lucha de los movimientos obreros y pensar el capitalismo de entonces o el de de ahora”, ya que “en aquel momento la mitad de la torta de la riqueza nacional la disputaban los trabajadores, y los secuestrados fueron justamente los delegados que daban esas disputas por mejores condiciones laborales” para todos sus compañeros. Arruti menciona el territorio de la fábrica como otra de las cuestiones importantes que este juicio puso en el centro de la escena: “Creo que la sentencia es una reivindicación de esas luchas gremiales. En 2018 esto era claramente un acto de resistencia porque se trataba de un momento en el que había una gran apuesta contra los trabajadores. El juicio vino a iluminar y a reponer esa tensión entre trabajo y capital que en aquella época tenía una fortaleza enorme en nuestro país”.
El contexto de ese juicio fue el macrismo pero también la Marea Verde en las calles, así que las realizadoras decidieron iluminar el lugar clave que tuvieron las mujeres en este proceso. “No solamente fueron las compañeras sino que protagonizaron la búsqueda de sus esposos, formaron parte de la demanda de justicia y de la mano de los feminismos pusieron en valor su propio rol. Fue un foco para nosotras en la serie pero también una de las originalidades del juicio”, cuentan. Tras las detenciones de los trabajadores, sus familias quedaban resquebrajadas, estigmatizadas y bajo libertad vigilada. Arruti explica que en los juicios por delitos de lesa humanidad se suele invitar a lxs hijxs cuando sus padres fueron asesinados o están desaparecidos, pero en este caso “pudieron asistir a las audiencias para contar la afectación de sus padres y la de ellos mismos, pudieron reconocerse como víctimas”.
Esa dimensión intergeneracional también fue importante para las realizadores a la hora de establecer a quién le hablaría esta serie: “Nos interesaba interpelar a un público amplio, a los pibes, para que sea una herramienta pedagógica en el sentido de poder nombrar algo que públicamente no se complejizó demasiado”, destaca Ana. Para lograr ese objetivo pusieron mucha atención sobre las formas, es decir, el modo de construir un relato audiovisual a partir de los testimonios y las pruebas. “Para quienes venimos del cine documental o el periodismo siempre es un reto cómo contamos, porque no es sólo la relevancia política sino también el modo en que construimos un relato que tenga la capacidad de interpelar y cierta eficacia narrativa, una ética y una estética”.
A la hora de armar ese relato hubo un equipo que colaboró fuertemente con las directoras: Andrés Irigoyen a cargo de la realización y la fotografía, Victoria Basualdo en la asesoría de contenidos y Federico Geller a cargo de dibujos y story. En términos de estructura hubo dos herramientas fundamentales: por un lado, la proyección del juicio a los protagonistas en el taller de Pedro Troiani (delegado gremial de Ford), que por primera vez veían sus propios testimonios en la audiencia. Cacopardo señala que “más que un recurso narrativo fue un espacio para profundizar la reflexión en torno a la escena judicial”. Arruti, por su parte, analiza la figura del dibujante como otro elemento clave que descubrieron durante el proceso: “En algunas audiencias no se permite la entrada de fotógrafos a la sala, entonces el dibujo fue un acto de resistencia durante los juicios de lesa humanidad porque era el modo de generar imágenes cuando no había otra posibilidad de registro. Ahí empezó un diálogo entre los dibujantes y los testigos, donde aparecían otras memorias y singularidades del recuerdo de aquello que habían vivido porque el dibujante no hace las preguntas que podríamos hacer nosotras. Hay un montón de detalles que aparecen a partir de las necesidades específicas para ilustrar un testimonio”.
Las directoras aseguran que 24 en la lista nunca podría haberse realizado sin los protagonistas de este juicio, con quienes tejieron “unos vínculos profundos, amorosos, de mucha ternura y mucho tiempo, que nos dejan un calor enorme en el corazón”, y concluyen: “Verdaderamente ha sido una experiencia colectiva fuerte y emocionalmente muy intensa. Cuando el rodaje se vive de esta manera, después eso se ve en la pantalla”.
* 24 en la lista estrena este viernes a las 20 por Canal Encuentro y se repite el sábado 25 a las 0.30 y el domingo 26 a las 22.30. Cada viernes podrá verse un nuevo capítulo de la serie.