Descubrir y atrapar al asesino, uno de los mandamientos básicos de la literatura y el cine policial, que por supuesto ha sido manipulado e incluso esquivado por complejo para dar lugar a propuestas narrativas menos lineales. El caso de La noche del crimen, el largometraje más reciente del realizador francés nacido en Alemania Dominik Moll, resulta paradigmático. Una placa al comienzo de la proyección anticipa que el culpable del crimen que empuja la investigación nunca será atrapado. Poco importa si la historia está basada en un caso real o no (lo está, de manera indirecta): la excusa del homicidio es lo que permite que Moll acompañe durante varios meses a un grupo de investigadores comandados por el joven capitán Yohan Vivès, cuya obsesión con el caso irresuelto termina transformando su vida profesional y privada. Estrenada a nivel mundial en el Festival de Cannes, la película está basada en uno de los capítulos del libro de no ficción 18.3. Une année à la PJ, de la escritora Pauline Guéna, quien pasó cerca de un año conviviendo con agentes de la policía judicial francesa.
En las notas de producción que acompañan la gacetilla de prensa del estreno de La noche del crimen (ver crítica aparte), el director de la recordada Harry, un amigo que te quiere bien (2000) y las más recientes Noticias de la familia Mars (2016) y Sólo las bestias (2019) destaca algunos detalles del proceso de escritura del film junto a su coguionista Gilles Marchand, quien viene acompañándolo en esas faenas desde hace más de dos décadas. “Desde el principio sentimos que había algo único y convincente en un caso sin resolver. Gilles acababa de dirigir una serie documental para Netflix, ¿Quién mató al pequeño Grégory?, y era consciente de que el desconocimiento de la verdad puede ayudarnos a plantear preguntas quizá más profundas, más desafiantes. A menudo, cuando una película trata de un caso criminal, se empieza diciéndole al público ‘Aquí hay un asesinato’, y se termina con ‘Aquí está el asesino’, y eso es todo, sin hacer más preguntas. Eso no era lo que queríamos hacer. Lo que me obsesionaba de esta historia era su misterio. Y el hecho de que cuanto más se mira, más se complica. Cuando no sabemos el nombre del culpable acabamos viendo más, nos sentimos más cerca de los investigadores que interrogan y tantean en la oscuridad, intuimos sus dudas y percibimos su creciente ansiedad. El misterio revela el funcionamiento institucional y humano mucho más de lo que podría hacerlo la resolución del caso”.
La nuit du 12 (el título original en francés señala la fecha del acto seminal en la trama) comienza con un crimen horrible: una joven camina por las calles suburbanas de un pueblo cercano a la ciudad de Grenoble cuando una persona enmascarada le echa combustible encima y la quema vida. Esa muerte dispara la llegada de Yohan, recientemente nombrado en su cargo, y de parte de su equipo de detectives para intentar resolver el caso y atrapar rápidamente al responsable (o a la responsable, como se afirma en cierto momento). ¿Fue un típico feminicidio, el resultado de un ataque de celos, un hecho fortuito cuyo autor no está en su sano juicio? El film llegó a las pantallas locales este jueves después de participar como película de apertura del reciente Festival de Cine Francés, y viene de ganar nada menos que seis premios César, los equivalentes galos a los Oscar, entre ellos los de Mejor Película, Director, Actor de Reparto y Guion Adaptado. También el César a Mejor Actor Revelación Masculina, otorgado a su protagonista, Bastien Bouillon, que estuvo de visita en Buenos Aires la semana pasada y conversó con Página/12 sobre su acercamiento al proyecto, el vínculo profesional con Dominik Moll y la importancia de la película en su carrera.
“Para serte completamente honesto, formé parte de un casting y fue una gran suerte poder acceder a este rol totalmente protagónico”, recuerda Bouillon sin aderezos románticos. “El guion me interesó desde un primer momento, me sensibilizó, porque intuía todas las cosas subterráneas que la película terminaría abordando. Estamos acostumbrados a la producción y consumo de películas sobre temáticas sociales, muchas veces marcadas por una cuestión de moda, pero sabía que Dominik Moll iba a sublimar todo eso. Su film es mucho más fino y no se inscribe en un fenómeno de moda con el feminismo y las luchas de las mujeres, sino de una forma, si se quiere, más etérea. El guion de La noche del crimen es muy fuerte, la trama es muy importante. Ya había colaborado con Dominik en su película anterior, Sólo las bestias (2019), y sabía que todo iba a andar sobre ruedas. En ese sentido, es una película con la que tengo una afinidad humana, política y artística”.
-¿Podrías contar cómo fue la preparación del personaje?
La única preparación real que tuve fue andar en bicicleta (risas). El guion está basado en un libro muy documentado, sobre una mujer que pasó un año acompañando a la policía judicial. Dominik Moll también compartió un tiempo con la policía de Grenoble, aunque mucho menos: una semana. Como efectivo de la policía, en la película no tengo escenas en las cuales tenga que manipular armas ni nada especial, por lo que lo importante fue confiar en el guion y en la dirección de Dominik. Durante el casting él me mencionó de manera vehemente la película El samurái, de Jean-Pierre Melville, con Alain Delon. Pero de inmediato me dijo que lo olvidara, porque Delon en esa película interpreta a un personaje sin sentimientos. Sin embargo, por curiosidad vi la película; si la había mencionado era evidente que allí algo había. Lo que hice para elaborar el papel fue utilizar una máscara y una manera de expresarme verbalmente recta, monocorde y casi literaria, pero con unos ojos vivaces que observan y buscan, que son una puerta de entrada a su interioridad. Ese desfasaje entre la manera de hablar y la mirada crea una emotividad particular.
-La película juega con varios lugares comunes del policial –la pareja de un veterano y el joven detective, la investigación, los sospechosos–, pero no es un policial tradicional en ningún sentido.
-Bueno, por ejemplo, cuando llegamos al comienzo de la historia en ese automóvil para llevar adelante los primeros interrogatorios en el barrio, es un auto familiar y de ninguna manera clavamos el freno de mano como suele verse en tantas películas. De hecho, llegamos con maletines como si fuéramos vendedores ambulantes. Es como una deconstrucción del cana (N. de la R: flic en el original francés) que el cine y, sobre todo, la televisión construyeron con el correr de las décadas. Pero cuando la joven agente que aparece recién durante la segunda mitad de la película dice que hay racismo en la comisaría, y que hay colegas que hacen bromas dudosas sobre las mujeres, Dominik muestra eso también. El director le rinde homenaje a esa verdad, de ninguna manera blanquea la imagen de la policía. La noche del crimen es una película muy masculina, porque en la vida real las comisarías están integradas en un ochenta por ciento por hombres. Pero el hecho de que la jueza sea una mujer no es anecdótico, ya que en la realidad la mayoría de las juezas de instrucción son mujeres.
-Tu padre, Gilles Bouillon es director teatral. ¿Eso influyó mucho, poco o nada en tu decisión de ser actor?
-El ser humano tiende a creer que puede y suele elegir su carrera, su trayectoria, por propia voluntad. En mi caso, siempre dije que no iba a ser actor, sino escritor, pero, pero, pero… No tengo las palabras para explicarlo. En concreto no creo que el hecho de que mi padre sea director de teatro me haya abierto todas las puertas, pero sí ha sido una suerte tener acceso a la cultura desde muy pequeño.
-¿Cómo recibió el premio César por su actuación y qué cambios puede provocar directa e indirectamente en su carrera de aquí en más?
-La noche del crimen cambió completamente mi carrera, porque fue un éxito en Francia. El cine es comercial y político, pero si la película no hubiera vendido tantas entradas la situación sería otra. Por supuesto, la película en sí misma seguiría siendo la misma, ni mejor ni peor. En este momento me encuentro exactamente en el centro de esta pregunta que estás planteando. El premio César reforzó la dirección de las luces dirigidas hacia mí como actor. Vengo del mundo del cine de autor, pero no soy un esnob respecto del cine popular o pensado para el gran público. Si logro afianzar cierto espacio desde una notoriedad que permita atraer inversores, desde el cine más comercial, siempre se puede volver a lo autoral, incluso desde un lugar que permita que ese cine tenga más visibilidad. Es un momento de estrategia, de táctica, no precisamente romántico, y para eso me apoyo mucho en mi representante. Lamento un poco esta respuesta tan pragmática, pero ese es el momento que estoy atravesando.