Una lista que cambia, se amplía y se actualiza es memoria en movimiento. Una secuencia que nada tiene de foto fija. La historia de Julio Fabián Benítez Reguera lo ratifica. Entre otros futbolistas desaparecidos o asesinados por la dictadura genocida -si se admite ese registro parcelado-, es ahora el número veinte. Tenía 27 años cuando lo mataron. Fue un NN entre 1977 y 1987 hasta que identificaron sus restos. Pero por encima de todo, un militante político de una generación barrida por el Terrorismo de Estado. Gimnasia y Esgrima La Plata, el club donde jugó hasta la reserva y en el umbral del profesionalismo, lo homenajeará el martes 28 (ver aparte) como a cada una de las 29 víctimas que dejó el golpe de Estado del ’76 entre “la familia tripera”, dice la invitación al acto.
Benítez Reguera pertenecía a una familia peronista, de origen obrero, asentada en Ringuelet, a un par de kilómetros del centro platense. Francisco Pancho Varallo, histórico goleador de Boca hasta que apareció Martín Palermo, descubrió sus condiciones para el fútbol en el club Brandsen. Lo recomendó a Gimnasia y Julio empezó su carrera deportiva en 1962. Escalón por escalón subió hasta la reserva donde una lesión de rodilla lo privó de dos cosas: su sueño de Primera y una posible incorporación a Independiente. A mediados de 1970 abandonó la actividad.
“Era muy buen jugador, ambidiestro, muy habilidoso, goleador. Su puesto siempre había sido wing izquierdo”, lo recuerda Julio Fabián, su sobrino y homónimo porque sus padres lo llamaron así en honor al tío. Empleado público y lector inquieto, tenía tres años cuando un grupo de tareas se llevó el cuerpo de Benítez Reguera y la abuela paterna, Inmaculada Concepción, lo acercó a su vida a partir de una foto. Es la imagen que conserva la familia con la camiseta de Gimnasia y una escenografía con tribunas de madera y el estadio del Bosque detrás.
“Lo primero que recuerdo de muy chico es la foto en la que está con la camiseta de Gimnasia en la cancha con la tribuna vacía de fondo. Y se me viene a la mente que le pregunté a mi abuela quién era. Ella me contó que era mi tío, que lo habían asesinado durante la dictadura y que había sido jugador de Gimnasia”, cuenta el sobrino. Julio Fabián es hijo de Miguel, uno de los cuatro hermanos del exfutbolista. Los demás son José -fallecido este año-, Antonio y Gloria, la menor y única mujer.
“Mi viejo está con problemas de salud. No quiere hacerse cargo de esta situación porque particularmente le hace mal. En su momento, cuando surgió la idea de contarle todo a Agustín Bellido de la Subcomisión de Derechos Humanos de Gimnasia y antes de la pandemia, mi papá me dijo: ‘hacete cargo vos, yo te doy los datos pero no quiero participar porque me hace mal’”, explica el familiar de 42 años.
La fisonomía de Benítez Reguera, nacido el 22 de junio de 1949, cambió de manera asombrosa en pocos años. Entre aquella fotografía tomada en Gimnasia, flaco y con la cara despojada, y otra del legajo de la Facultad de Arquitectura donde estudió, hay un abismo. Podría identificárselo por la mirada, pero en la segunda imagen tiene varios kilos de más y usa bigote. Parece un hombre bastante mayor que los veintipico de cuando cursaba. “Tuvo un cambio terrible, impresionante, desde que empezó la Facultad”, dice su sobrino.
Había jugado en las divisiones inferiores del Lobo con el central Ricardo Rezza y el arquero Daniel Guruciaga. Ocho años permaneció en el club al que había llegado con edad de novena división. Era la culminación de un sueño del imaginario familiar. Un hijo de los Benítez Reguera, triperos de la calle 20 entre 60 y 61, más tarde mudados a Ringuelet, defendería la camiseta en la cancha. Julio Fabián se sumó al semillero cuando Gimnasia cumplía una de las mejores campañas de su historia. Salió tercero en el campeonato del ‘62, solo por detrás de Boca y River. El equipo iba primero cuando faltaban cinco fechas. Había enhebrado nueve victorias al hilo -su récord en Primera División- y dos derrotas inesperadas sobre el final con Vélez y Atlanta lo privaron del título.
La tradición gimnasista continúa hasta hoy en la familia: “Éramos mucho de ir a la cancha porque mi abuela era fanática y tenía platea. Mi viejo también jugó aunque decía que era malísimo, pero mi tío Julio Fabián llegó más lejos. Yo soy fanático y a mis dos hijos los hice socios al minuto de nacer”, cuenta orgulloso la voz de los Benítez Reguera.
“Así como mi abuela me metió en la historia de mi tío por el lado futbolístico, yo comencé a investigar un poquito más sobre él y tomé conocimiento sobre su militancia al leer el libro Nunca Más que estaba en la biblioteca de mi casa. Ahí empecé a preguntar un poquito más”, recuerda.
El pibe que jugaba de puntero izquierdo, que estudió la Primaria en la Escuela N° 9 y terminó la Secundaria en el Industrial Albert Thomas, dejó el fútbol por la militancia en las Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL), un grupo guerrillero poco estudiado al que abandonó para sumarse a la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Cuando ingresó a la Universidad lo sorprendió la colimba y tuvo que interrumpir los estudios. Los retomó hasta que rindió su última materia en julio de 1973, según consta en su legajo reparado de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) platense.
A Benítez Reguera lo mataron el 20 de abril de 1977 cuando se resistió a su secuestro en el barrio porteño de Villa Ortúzar. Sus restos fueron inhumados como NN en el cementerio de la Chacarita. Los identificaron en el osario común diez años después. Su pareja, Lilia Mabel Lleras, continúa desaparecida desde el 4 de septiembre del mismo año. La memoria donde ardía vive en el bosque platense.
El homenaje de Gimnasia
El club donde se formó Julio Benítez Reguera realizará el martes 28 de marzo un homenaje a 29 hinchas, mujeres y hombres, entre quienes están sus deportistas, víctimas del Terrorismo de Estado. Se le entregará un carnet de socio honorario por cada desaparecido o asesinado a los familiares invitados. El acto organizado por la Subcomisión de DDHH empezará a las 11 en el Polideportivo Víctor Nethol de la calle 4 n° 979, La Plata.
Por Gimnasia pasaron cuatro futbolistas que están o estuvieron desaparecidos. El caso más conocido es el de Antonio Piovoso, arquero del plantel profesional que llegó a jugar tres partidos en el torneo Metropolitano de 1973. Otro es el atleta Miguel Benancio Sánchez, destacado corredor en pruebas de fondo. De ambos nunca se supo su paradero. El restante es Luis Ciancio, volante derecho hasta la tercera división y militante del PCML, secuestrado el 7 de diciembre del ‘76. Sus restos fueron identificados por el EAAF en 2009.
Otros deportistas que representaron al Lobo son los jugadores y jugadoras de vóley Pedro “Bocha” Disalvo, Gustavo Ogando, Corina De Livano y Maria Inés Raverta, la mamá de Fernanda Raverta, directora ejecutiva de la ANSES.