El juez Pablo Farah, de la Sala III del Tribunal de Juicio, condenó al enfermero José Luis Solorzano (38) a siete años de prisión de cumplimiento efectivo por violentar sexualmente a una paciente que se encontraba en terapia intensiva de una clínica privada de la ciudad de Salta.
Farah encontró a Solorzano culpable del delito de abuso sexual gravemente ultrajante por las circunstancias en las que fue cometido. Además, el juez le impuso la inhabilitación perpetua para ejercer la profesión.
El fiscal de la Unidad de Delitos contra la Integridad Sexual Federico Obeid investigó la denuncia y reunió las pruebas necesarias para que Solorzano fuera condenado.
El enfermero, que llegó a juicio con prisión domiciliaria, pero con esta sentencia le fue revocada y quedó a disposición del Servicio Penitenciario de Salta, fue denunciado el 15 de marzo de 2021 por una mujer que se encontraba internada en la Unidad de Terapia Intensiva de la clínica privada. La denunciante refirió que este hombre le aplicó lorazepam, un fármaco que es ansiolítico, sedante, relajante muscular, anticonvulsivo y amnésico. Bajo el efecto de esa droga, la víctima se durmió y el hombre abusó sexualmente de ella.
"Yo estaba internada en la clínica La Merced, estoy autorizada ya a decir el nombre de la clínica", relató la víctima en una entrevista radial el año pasado. Contó que ya llevaba cinco días en terapia intensiva porque padece púrpura trombocitopénica idiopática y un principio de leucemia. "Estaba muy mal", relató.
La mujer explicó que por su condición de salud ya había estado muchas veces internada, que entendía cuál era su medicación y los horarios en que se la debían administrar. Además, después de la violación dijo que se autoadministra los medicamentos.
Contó que de la terapia intensiva la pasaron a otro sector donde le pusieron el protector gástrico, después un médico valoró que debía volver a la UTI por su cuadro de salud.
La llevaron a "una terapia muy pequeña", indicó, y allí estaba Solorzano. "Me puse a llorar, porque cuando yo entré a la terapia me quitaron todo, me quitaron el celular, yo no tenía contacto con mi familia, más allá de que manejaba mis brazos, no estaba intubada (...). Volver a terapia me resultó una pequeña crisis, me largué a llorar. El acusado me pregunta qué me había pasado, le digo lo mismo", relató. Después, a la medianoche, "viene ya con una jeringa y me dice que tenía que ponerme eso, le pregunto qué era, me dice que era un protector gástrico, yo le digo que no correspondía el protector gástrico porque es cada 8 horas".
La denunciante dijo que el protector gástrico es un líquido transparente y en ese momento advirtió que el enfermero le estaba por colocar otra cosa, describió que era "una jeringa grande que tenía un líquido blanco". "Empezamos a forcejear (...) yo estaba débil no me podía defender", contó y el enfermero venció su resistenica y le inyectó ese líquido en el suero.
"Me costó muchísimo dormirme, yo ya sabía lo que me iba a hacer, ya me había dado cuenta", relató. Tras dormirse, despertó a las 2.15, con los ruidos de una emergencia, y se dio cuenta "de lo que había pasado", al verse golpeada, con dolor en sus zonas intímas y un líquido. Entonces ingresó una médica de "apellido Pérez, me ve en el estado que estaba (...), ella no me ayudó".
La mujer refirió que le pidió a la médica que llamara a la policía, pero no lo hizo. Por su problema de salud le advirtió a la profesional que no podían administrarle cualquier medicación y pidió que le sacaran sangre para saber qué había usado el enfermero. Entonces un bioquímico le practicó el análisis, que ahora sirvió como prueba en el juicio, la droga era lorazepam. En el proceso penal el enfermero reconoció que usó ese medicamento.
"La única que me ayudó fue una enfermera", dijo la mujer. Indicó que salió de la UTI como pudo y después la pusieron en una habitación, donde pasó horas. "Decido salir de la habitación esa porque me encerraron, como pude salí", señaló.
Luego explicó que el personal de la clínica le indicó donde había un teléfono y que marcara un número por el cual podía comunicarse de manera directa al 911, pero "nunca funcionó", ya que no se podía realizar llamadas exteriores. Recordó que lloraba mientras marcaba y estaba muy mal.
Contó que ante la falta de ayuda, bajó como pudo a la guardia de la clínica", donde vio que entraba un hombre con su hijo, y "decido ir a pedirle ayuda a ese señor". Recién en ese momento, al ver que se acercaba a aquel hombre, los enfermeros y el personal de seguridad fueron hasta ella y llamaron a la policía. A la mujer le pareció evidente que no querían que trascendiera lo que había pasado en la institución sanitaria.
La policía llegó a las 5.15. El enfermero se había fugado, "salió de ahí, no lo lograron agarrar", recién lo detuvieron "un mes o dos meses" después, indicó la denunciante.
Entre las pruebas que demostraron la culpabilidad del acusado, se encontraban las filmaciones de la cámara de seguridad que había en la habitación, en la que se observa al enfermero y sus movimientos. También coincidieron las pericias genéticas del líquido seminal.
Por su condición de salud, la mujer relató que tuvo quedarse cinco días más internada en la clínica privada, con custodia policial. Dijo que no volvió más a ese lugar y que se asiste en otros centros médicos pero con mucho temor, después de lo vivido.
"Me importa que la gente sepa que no tiene que dejar a sus familiares", dijo la mujer. A ella la habían mantenido incomunicada con la excusa de la covid-19, durante la internación, aunque consideró que no debían impedirle el uso del celular.