Mil semanas, una luca, ¡qué te parece! Mentira que veinte años no es nada; son muchos, muchísimos. En esas mil semanas tuve un doble privilegio: pertenecer a Líbero pero como colaborador externo. Y esporádico, según me pidieran o me dieran las ganas. Qué ejemplo de fidelidad de los que todavía están!, qué entusiasmo el de los que se sumaron! Aquellos sobrevivientes hacían algo lo más parecido al periodismo: sin Internet, sin celulares, por lo tanto sin Google ni Whatsapp ni todas esas modernidades que ya son viejas, no tenían más remedio que salir a la calle o llamar por teléfono para buscar una noticia, para hacer una nota. En fin.
Igual, creo que los muchachos de Líbero fracasaron, perdieron por goleada. Prendés la tele y te das cuenta por qué. Lees a algunos y hacés un curso acelerado de paracaidismo. O de arribismo, que es lo mismo pero al revés. Pero no, ganaron. Están ahí, resistiendo al siglo XXI y lo que ordena. A su modo, en su desfavorable relación de fuerzas con otros medios, los chicos (y los jovainos que insisten), resisten. Meten 4-4-2, se refugian en las cuerdas, se chupan detrás del más rápido. Y viven. Y lunes a lunes nos dan un poco de aire limpio, limpísimo. Se los digo yo, que los conozco desde hace mil semanas.