Las preocupaciones de Wall Street con el estallido de una crisis financiera de proporciones internacionales siguen latente. A pesar de las medidas coordinadas de los organismos monetarios de Estados Unidos y de Europa, la falta de confianza continúa, los bancos muestran dificultades para sostener la cotización de sus acciones en las bolsas de los países desarrollados y la encrucijada entre la inflación y la suba de las tasas de interés va en aumento.
La literatura sobre crisis financiera y corridas bancarias es frondosa. En forma casi profética, el año pasado el premio Nobel de Economía fue repartido entre tres investigadores que dedicaron sus esfuerzos académicos y prácticos a estos temas. Por ejemplo, uno de los galardonados fue Ben Bernanke, quién estuvo al frente de la Reserva Federal (banca central estadounidense) en plena crisis subprime. Pero ni este economista ni ningún otro tiene la fórmula para recuperar la confianza.
A final de la semana pasada, las noticias de los problemas para el sistema financiero llegaron de uno de los principales bancos de Alemania: el Deutsche Bank, que alcanzó a registrar pérdidas de hasta 15 por ciento luego de la apertura de la rueda de operaciones bursátil.
La entidad fundada en Berlín en 1870 no es nueva en tema de crisis. En 2008 fue una de las grandes afectadas por el desplome de las hipotecas subprime, aunque consiguió mantenerse a flote gracias a las políticas ultraexpansivas de los bancos centrales desarrollados, tasas de interés cercanas a cero y liquidez en masa para superar todo tipo de corridas.
Sin embargo, cuando se revisa su precio histórico en la bolsa de Alemania o de Estados Unidos parece que los problemas no se resolvieron. A principio del 2000 la entidad cotizaba cerca de 70 dólares. Antes de la crisis de 2008, el valor de la acción había trepado a 90 dólares. Con la debacle financiera internacional perdió 85 por ciento de su precio, para ubicarse en 14 dólares.
El salvataje de la Reserva Federal y del Banco Central Europeo le permitieron a partir de 2009 tener una recuperación. Sus precios subieron por unos años hasta los 30 dólares, pero con serias dificultades para sostenerlos y tendencias a la baja, que en 2015 llevaron la acción de nuevo a 14 dólares. O sea, ajustado por inflación ya estaba por debajo del peor momento de las subprime.
En los últimos años no hubo rebote e incluso se profundizaron las caídas, para deslizar el precio hasta la cotización actual de 8 dólares. Puesto en perspectiva: durante los últimos 20 años una de las instituciones financieras más grandes de Alemania y del mundo perdió 9 de cada 10 dólares de valorización.
La situación del Deutsche Bank no puede pensarse sólo como la de una entidad financiera desordenada con sus balances, sino como resumen de las tendencias de este siglo: la pérdida de poder de Europa y Estados Unidos, y la limitación de Occidente para poner en equilibrio el plano de las finanzas y también el de la economía real y de la distribución del ingreso.