Se ríen de todo -fundamentalmente de ellos mismos- pero no de todos. No tienen pruritos ni compromisos a la hora de plasmar un chiste o recrear una situación graciosa. El absurdo y el delirio forman parte de su ADN pero, a diferencia de los de otro tiempo, los canalizan dentro de una estructura narrativa pulida y meticulosa. El sarcasmo y la sátira son moneda corriente en sus trabajos, en los que el humor políticamente incorrecto es un recurso habitual, siempre y cuando sea en función de una trama o una idea. Cuestionan desde la risa los abusos de poder, pero no se ponen colorados colando chistes “tontos” en sus trabajos. Son hijos de la democracia, y se formaron profesional y culturalmente entre la globalización audiovisual que inauguró la TV paga, los videojuegos y el mundo infinito que abrió el acceso a Internet. Son actores, guionistas y productores de sus propios proyectos, a los que hoy las plataformas de streaming buscan para sumar a sus catálogos propuestas con un sello distintivo a la vez que populares. Son los representantes de la “nueva comedia argentina”.

Los servicios de streaming ampliaron la oferta del contenido audiovisual. Su incipiente y competitivo mercado, que trasciende las fronteras de lo nacional, llevó a las plataformas a buscar series locales que atraigan a los más variados géneros y públicos. Una de las consecuencias positivas de esa necesidad es la proliferación de series como División Palermo (Netflix) o Porno y helado (Prime Video), productos que renovaron la comedia nacional a partir de una generación de actores - guionistas - productores que más que de fórmulas probadas entienden el riesgo como parte constitutiva de la creación.

“En una época surgió muy fuerte la idea del 'Nuevo Cine Argentino', con Pizza, birra, faso, y después lo que pasó fue que se empezaron a hacer un montón de películas parecidas y se generó una forma vacía sobre eso que había surgido. Hay un riesgo ahora al hablar de Nueva Comedia Argentina porque algún día ya no lo será, seremos viejos. Y eso será más pronto que tarde porque ya estamos grandes”, se ataja ante la consulta de Página/12 Santiago Korovsky, creador, coautor, director y protagonista de División Palermo, la serie éxito de Netflix.

Si bien el creador de la serie que imaginó el lanzamiento de una división policial “inclusiva” como puesta en escena policial prefiere escapar a la clasificación conceptual, entiende que lo que existe es la coincidencia de un grupo de profesionales jóvenes en la búsqueda artística, en un lenguaje parecido y hasta en la conformación de los elencos, con actrices y actores no consagrados, surgidos fuera de los medios tradicionales. “Sin dudas, hay un montón de comediantes, desde Malena Pichot, Charo Lopez, Martín Piroyansky, Sebastián Wainraich, Martín Garabal, Migue Granados y un montón de gente en las redes sociales que tenemos algo en común, que consumimos las mismas cosas cuando éramos chicos y que nos gusta trabajar el humor audiovisual pensándolo desde los distintos géneros y formatos. Trabajamos sobre la puesta en escena, sin tanta teatralidad ni pensando en la cámara, sino siendo conscientes de nosotros mismos”.

Piroyansky (segundo de la izquierda) en "Porno y helado".

El guionista, productor, director y actor Martín Piroyansky concuerda que se está atravesando un “cambio en el lenguaje” en el humor, tanto en las propuestas como en la recepción positiva que tienen. “No siento que haya más comedia de lo habitual, siempre la hubo, sólo que varios que hacíamos cosas más independientes tuvimos acceso al mainstream. Es un recambio que se está dando. Hay un cambio de lenguaje. Se volvió popular algo que hace unos años era más de nicho”, reflexiona el hombre detrás y delante de Porno y helado, que ya tiene confirmada una segunda temporada. La afinidad es tal que los cruces entre ellos son habituales en distintas propuestas. De hecho, Korovsky y Piroyansky viene colaborando juntos desde hace años, al punto que el primero fue parte del equipo de Porno y helado.

Otro de los representantes de esta camada que viene pisando fuerte es Martín Garabal, el creador y protagonista de series como Famoso, El show de Cúmulo y Nimbo y Conocidos, entre otras. Garabal cree que hay algo que se está generando en relación al humor que trasciende el camino tradicional de antaño. “Todo el tiempo hay nuevas camadas, pero ahora vivimos una época en la que las cosas ya existentes se resignifican y surgen nuevas”, dice el actor que también formó parte de ciclos como Peligro: Sin codificar. “Hay una camada de colegas humoristas a los que admiro: Martín Piroyansky, Korovsky, Julian Kartún, Julian Lucero, Charo López, Malena Pichot, Noreia Custodio, Tomás Quintín Palma, Nacho Saralegui… Es una camada de gente cercana a los 40 que tiene más de 10 años haciendo cosas. A esos hay que sumarle la cantidad de humoristas haciendo cosas en Tik Tok y en medios digitales que son buenísimos y que todo el tiempo estamos descubriendo, y que uno tiene curiosidad de saber a dónde van a llegar y qué posibilidades tendrían de hacer lo que hacen”.

EL ADN de lo nuevo

El molde aún impreciso pero detectable de la nueva comedia Nac & pop empieza a palparse fuertemente. Hay un aspecto que es fácilmente identificable: las series argentinas hechas para plataformas se alejan definitivamente del antiguo costumbrismo, género que imperó en la pantalla chica local en las últimas tres décadas. Los productos de la nueva camada parecen posicionarse entre el delirio de propuestas como Cha Cha cha, Todo por 2$ o Peter Capusotto y sus videos, y las sitcoms estadounidenses que la TV paga puso a disposición de los televidentes a partir de los '90. En todo caso, estas obras que emergen por todos lados combinan recursos de ambos géneros, manteniendo la irreverencia de aquellos ciclos argentinos y la estructura narrativa y el ritmo de la comedia de situación anglosajón. Mas que ruptura con lo viejo, lo que hay en el nuevo paradigma es un blend audiovisual.

“Me gusta que haya delirio y absurdo pero también me gusta contar historias. Entonces, siempre de base vas a ver en mis proyectos cuentos pero con muchas capas de chistes encima”, detalla Piroyansky sobre la manera en la que piensa un formato. En este sentido, el actor y creador no duda de que se siente más a gusto con la sitcom que con el costumbrismo local. Algo que queda claro cuando enumera a sus referentes en la comedia: “El primero que tuve fue Jim Carrey. Después conocí a humoristas como Ben Stiller, Adam Sandler, Woody Allen, Jerry Seinfeld y Larry David, que me dieron diferentes perspectivas del humor. Pero sobre todo siento que me enriquece ver cosas que no sean comedia”.

Si bien las plataformas ponen en cuestionamiento las fórmulas o máximas que eran propias de la TV lineal del siglo XX, los consultados coinciden en que se trata de un proceso de cambio que no echa por tierra todo lo anterior. En efecto, División Palermo se mantuvo entre los contenidos más vistos de Netflix en las semanas posteriores a su estreno, algo que no hubiera sido posible sino abarcara a un público amplio.

“Si bien la serie rompe con algunas tradiciones, toma herramientas del cine y la TV para generar interés, como ganchos policiales, suspenso, cruce de géneros, referencias…”, aclara Korovsky. “Es lo que tienen la series en las plataformas, que son un punto medio entre la TV y el cine. En ese lugar hay que jugar, incluso a la hora de filmarla, ya que necesitás que se vea como cine, porque además en la plataforma competís con series de presupuestos millonarios y películas tremendas. Claro que no tenés el tiempo de filmarla como una película. Se despega de lo anterior pero toma fórmulas para usarlas a nuestro a favor”, puntualiza.

La libertad y la risa

Esa libertad creativa que se aprecia en las nuevas comedias no solo depende de quienes la ejerce sino también en el dónde es posible darle rienda suelta a las ideas. Amén de los algoritmos, la “guerra de las plataformas”, a caballo de billeteras gordas, pareciera ser tierra fértil en mercados como el argentino para innovar en el género. A diferencia, claro, de la TV tradicional, que carga no solo con la mochila histórica de sus 70 años de vida a la que “honrar” sino también con bolsillos cada vez más flacos, volviéndola conservadora a la hora de asumir riesgos. ¿Hubiera sido posible que series como División Palermo o Porno y helado se produjeran y estrenaran en la TV abierta?

Siempre hubo programas de humor disruptivo que se colaron en la grilla de TV, como Peter Capusotto, Cha cha cha o Peligro: Sin codificar”, responde Korovsky . “Es posible que una serie como esta no hubiera ido al prime time de un canal importante, porque hubiera sido considerada una serie muy de nicho y que no le habla a todo el mundo. Y yo no siento que sea así. Siento que es una serie con humor popular. Tengo la sensación de que las plataformas dan más libertad en relación al formato, la duración y los contenidos. No tenés la presión de tener que hablarle a todo el mundo al mismo tiempo. También eso te da la posibilidad de contar una mirada personal que llega a todo el mundo, que conecta con cierto imaginario general. Me paran en la calle y me dicen que la vieron con sus abuelos o con su padres, y eso está buenísimo”.

La libertad siempre es una demanda de los creadores, una pulsión que tensa el vínculo con los productores, programadores o financistas. La posibilidad de trabajar con amplitud ideológica y cultural está íntimamente condicionada por lo económico. Garabal bien lo sabe: “Depende qué entendamos por libertad, porque a veces los medios tradicionales tienen recursos económicos, que en la producción audiovisual se traduce en libertad. Si yo tengo la posibilidad de hacer el chiste que quiero porque no hay un juzgamiento conservador pero no tengo ningún recurso para ejecutarlo, mi libertad se ve limitada. Por otro lado, creo que el problema hoy no son los canales emisores sino cómo reacciona cierto público a determinados chistes. Entonces, el contexto tiene que ver: si se entiende desde el lugar en el que se plantea una situación o no. Por eso en las redes sociales parece haber más libertad por el anonimato, que hace que nos podamos reír de aquello que solo uno se podría reír en privado. Pero llevar adelante un formato y desarrollarlo necesita de dinero. Ojalá las plataformas sigan apostando a la comedia que se produce en la Argentina, que es diferente al que se realiza en otras partes, que tiene una enorme tradición en el género, es sofisticado y muy bueno”.

El humor corrosivo de División Palermo y de Porno y helado está siempre al filo, coqueteando con lo políticamente incorrecto en cada gag. Hay en las series chistes de todo tipo: de situación, visuales, sarcásticos, guiños a viejos programas… Sin ataduras, todas las variantes son posibles sin forzar nada. También las dos se valen de la sátira: una haciendo foco en el rock (Porno y helado), otra en la institucional policial (División Palermo). Incluso, las personas con discapacidad o las minorías no quedan exceptuadas del humor en la serie de Netflix: desde el no vidente hasta la persona de talla baja, pasando por la lisiada o el chico judío, todos se ríen de su propia condición y de la del otro. Es que la serie -que ya se confirmó que tendrá una segunda temporada- se burla del provecho que la política o la policía les quiere sacar a ellos por su condición.

“Cuando empezamos a escribir División Palermo sabíamos que no podíamos ser solemnes, que no podíamos pensar que las personas con discapacidad y las minorarías son simples 'seres de luz', 'ejemplos de vida', 'seres impolutos' con los cuales no podemos construir humor. Si pensábamos de esa manera, íbamos a caer en una especie de discriminación positiva”, explica Korovsky. “El tema siempre es dónde te parás para hacer humor. El objeto de burla somos nosotros y nuestras torpezas para pensar lo diferente, la diversidad y la inclusión. Pero al reírnos de todo, también es un error pensar que una persona de talla baja no puede reírse de su realidad. O que una persona en silla de ruedas no puede reírse de las cosas que tiene que sufrir todo el tiempo, de que la infantilicen, de que la consideren un ejemplo de vida por cualquier cosa que haga… De hecho, eran ellos los que nos impulsaban todo el tiempo a desolemnizar las situaciones”, detalla.

De largo recorrido en la pantalla grande pero también en la chica, Piroyansky tiene claro que el humor necesita irremediablemente de quitarse la enorme cantidad de prejuicios y ataduras que conviven -consciente o inconscientemente- en la mente de todos: “A mí me gusta que todos los tipos de humor puedan convivir en la misma pieza. Que haya chistes muy tontos al lado de chistes un poco más sofisticados. Que haya chistes visuales, chistes de montaje, etcétera. Creo que lo importante es no ofender. En estos años, muchas minorías empezaron a tener voz y a quejarse de que no les gustan determinados chistes, y eso es algo que hay que escuchar. Se pueden hacer millones de chistes con millones de temas, no hace falta ofender para hacer reír”.

Ellos saben que cruzar o no el límite, deambular sobre el filo sin patinar, nunca es sencillo. Sin embargo, creen que el humor siempre se da en un contexto, dada por la integralidad de la obra. Un chiste o una referencia graciosa nunca puede ser leída aisladamente. Parafaraseando a José Ortega y Gasset, se trata de “el chiste y su circunstancia”, en este caso una serie de TV que construye un universo imaginario que los usuarios o televidentes comprenden. Claro que nunca se está exento de enojos y críticas. ¿Qué termina por inclinar la balanza a la hora de incluir un chiste o no en División Palermo? “Hay gente que siempre puede malinterpretar todo. Si íbamos a tener esta discusión, la vara fue que por lo menos el chiste sea gracioso”, señala Korovsky.

Desprejuiciados pero centrados, irreverentes pero no “loquitos”, cuestionadores del status quo pero amantes del gag fácil, los integrantes de la nueva camada quieren hacer reír a todos y todas: Pero no solo eso: entienden que el humor es una manera de mirar el mundo, de criticar lo que les molesta o enfrentar incluso sus propios miedos. No es pura o solamente un género para hacer reír y entretener.

 

Pienso el humor como una herramienta de transformación y con el que se puede hacer crítica social. El humor también funciona por oposición, como esa idea de reírnos para no llorar. Vivimos en realidades que se nos vuelven difíciles”, admite el todo terreno de División Palermo. “La idea de la serie fue usar el humor para reflexionar sobre la sociedad en la que vivimos y reírnos de nosotros mismos, de nuestras torpezas, de nuestras dificultades, de las buenas intenciones que a veces no alcanzan, y también de la tendencia que hay cuando instituciones como la policía quieren usar estas palabras tan de moda como la inclusión y la diversidad para generar una idea marketinera, una lavada de cara de las fuerzas de seguridad”, analiza el actor y guionista. Un representante de una generación que no se siente diferente sino parte de una tradición humorística argentina, que hoy asume nuevas formas y que no desdeña de lo que sucede más allá de las fronteras.