En una esquina de Avenida de Mayo cuelga un cartel que dice: “Ellos fueron la noche”. La oscuridad de los campos de concentración, el robo de bebés y los vuelos de la muerte de la dictadura contrasta con las columnas de pibes y pibas, de militantes experimentados o de familias que avanzan con la marea que se abre paso hacia la Plaza de Mayo al cumplirse 47 años del golpe genocida. Para nadie es un 24 de marzo más: en ocho meses, la democracia argentina cumplirá 40 años, pero el avance de discursos de odio o negacionistas amenaza mucho de lo conseguido en las últimas décadas. “Vamos a seguir cuidando esta democracia porque cuando lo hacemos estamos honrando la memoria de quienes lucharon por una Patria libre, justa y solidaria”, aseguró Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, al leer el documento consensuado con el resto de los organismos de derechos humanos. “Como pueblo nos hemos ganado el derecho a tener un Poder Judicial al que podamos llamar Justicia y que no sea una sucursal de las corporaciones, funcionando como el brazo judicial de la persecución; porque queremos un pueblo feliz y para eso tiene que haber pan y trabajo”, completó.
Para Emilce Moler es su primera vez en el palco con los integrantes de los organismos de la mesa nacional. Llegó temprano y se colocó a un costado de la bandera con los rostros de los desaparecidos. En esas fotos se mezclan las de sus compañeros y compañeras de la Noche de los Lápices, secuestrados como ella en septiembre de 1976. “El 24 de marzo tiene la particularidad de ser un aniversario que se conmemora en las calles. Eso le da otra característica porque permite que se incorporen otras generaciones con sus propias prácticas. La mirada de les jóvenes, sus preguntas novedosas, sus reflexiones nutren nuestra propia perspectiva. Debemos generar nuevos lazos solidarios que nos permitan pensar juntos un proyecto colectivo, reconstruir las tramas sociales que la dictadura fracturó”, dice antes de que la marcha comience a moverse.
Junto a ella pasa Leonardo Fossati. Los dos se funden en un abrazo. Leo nació en la Comisaría V de La Plata y restituyó su identidad gracias a la lucha de Abuelas. Ahora, él mismo integra la comisión directiva de la organización. “Éste es un año en el que la democracia está está en peligro ante el avance de un sector violento y negacionista que incluso minimiza el intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. También es un momento muy especial de la Argentina porque se está disputando el bienestar del pueblo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Mientras tanto, nosotros sostenemos la búsqueda de nuestros hermanos y todavía queremos saber dónde están nuestros viejos y nuestras viejas”, comenta.
Emilia sostiene una soga. Está parada detrás de una bandera de H.I.J.O.S. Es integrante de Nietes. Tiene 25 años y es la nieta de Roberto Tauil, un obrero metalúrgico desaparecido en 1976. Para ella, estar en la calle significa “la continuidad de la lucha y reivindicar los 40 años de democracia”.
Por allí, pasa Andrea Pochak, subsecretaria de Enlace y Protección Internacional en Derechos Humanos y candidata argentina para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). "Siempre es una alegría encontrar a tanta gente reclamando por Memoria, Verdad y Justicia, algo que hace a la Argentina un ejemplo en el mundo", dice.
La corporación judicial
Los reclamos de justicia son históricos en el movimiento de derechos humanos, pero este año se insiste en denunciar un Poder Judicial que funciona como una corporación. En, al menos, cinco documentos de los últimos años se habla del mal funcionamiento de los tribunales, apunta Carlos “Charly” Pisoni, referente de H.I.J.O.S Capital, en la previa de la marcha.
Esta vez no será la excepción. “Conocemos en profundidad al Poder Judicial. Aprendimos que podemos llamarlo más veces así que Justicia. Por eso reafirmamos que es inaceptable la existencia de una corporación judicial de estas características en nuestra democracia”, dicen los organismos en su documento. Denuncian, además, que el Poder Judicial proscribió a CFK y vuelven a apoyar el juicio político contra los miembros de la Corte Suprema que impulsa el presidente Alberto Fernández.
A la Corte también le demandan porque demora las causas de lesa humanidad y a los tribunales, en particular, porque el 80 por ciento de los genocidas están en sus casas. También hay protestas porque no se nombran jueces porque el Consejo de la Magistratura está paralizado –particularmente desde la llegada del supremo Horacio Rosatti– y porque el Ministerio Público Fiscal está en manos de Eduardo Casal, a quien definen como un “protector de Stornellis”.
El proceso de justicia está afianzado, tiene 1.115 condenados, pero el límite lo marcan las investigaciones sobre los poderosos. “El Poder económico es el gran ausente de este proceso, y su impunidad la seguimos pagando como pueblo, porque nos siguen sometiendo a la miseria, buscando un enriquecimiento sin límites y sin importar los costos”, leen. Es Iris Avellaneda, presidenta de la Liga Argentina por los Derechos Humanos (LADH) y sobreviviente de Campo de Mayo, quien apunta hacia el Poder Judicial que protege a los grupos económicos y encarcela a los referentes populares.
Milagro Sala está presente en la Plaza, aunque siga detenida en prisión domiciliaria en Jujuy. “Como hacemos cada año desde 2016, denunciamos la existencia de presas y presos políticos en nuestro país”, dicen y marcan que no recibieron respuesta del Presidente a su solicitud de indulto para Sala. “La persecución de la corporación judicial es padecida por luchadores y luchadoras populares y referentes de la política a través del lawfare con causas judiciales armadas y que no cuentan con ninguno de los requisitos del debido proceso, entre las que se encuentra la persecución sufrida por la vicepresidenta Cristina Fernández”, remarcan.
Dónde están
Graciela Lois está contenta con la convocatoria de la marcha. “La gran deuda de la democracia sigue siendo que no sabemos dónde están nuestros desaparecidos. Para nosotros, ellos están presentes todos los días: éste y los otros 364 restantes”, remarca. “Los pactos de silencio nos siguen impidiendo saber dónde están y también que cientos de personas nacidas en cautiverio en los centros clandestinos conozcan su identidad”.
El reclamo de verdad sacó a miles a las calles, pero también el que llama a proteger la democracia. “No es solo importante estar en la calle por el aniversario, sino porque sentimos que se están poniendo en cuestión consensos que sentíamos que ya no se discutían”, dice Paula Litvachky mientras marcha con la bandera del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) que ella dirige.
“Yo he faltado algunas veces a las marchas del 24”, confiesa Carlos Apezteguía, uno de los médicos que fueron víctimas de la represión en el Hospital Posadas y quien impulsó la creación de la comisión de derechos humanos para reconstruir qué había pasado en ese policlínico con otros trabajadores. “Pero ésta vez pensé que era más necesario que nunca estar presente. La situación del país obliga a que esta expresión sea más fuerte que nunca”. A su lado está su amigo Carlos Bevilacqua, otro de los médicos que fueron detenidos en el Posadas, que se entusiasma con la convocatoria. “Hay más gente que en la marcha contra el 2x1”, dice.
Taty Almeida está de viaje. Una rareza es no encontrarla en la Plaza, pero quiso estar presente de algún modo. Se la vio por video recordando a los 30.000 detenidos-desaparecidos. “No nos han vencido –dice la referente de Madres de Plaza de Mayo -Línea Fundadora– porque estuvieron, están y seguirán presentes”.