Los objetivos cuantitativos de las principales variables macroeconómicas definidos en el acuerdo con el FMI firmado hace un año son incumplibles, y los son no porque el ministro Sergio Massa no quiera hacer el esfuerzo, sino porque el contexto local e internacional los hace imposible de alcanzar por más ajuste que ofrezca.
En las próximas semanas el equipo económico comenzará una negociación clave con el staff del FMI en el marco de la revisión de las metas del primer trimestre de este año.
Será el momento de barajar y dar de nuevo para un acuerdo que, cuando se rubricó, en el escenario económico local no había recibido el impacto demoledor de una de las peores sequías de la historia, y en el internacional no enfrentaba una inquietante crisis bancaria en Estados Unidos y Europa.
Como toda negociación con el Fondo, la cuestión técnica (o sea, la definición de las metas) está condicionada a un entendimiento político con el país dueño de este organismo multilateral (Estados Unidos).
Con menos dólares y con menos pesos
La semana pasada se detalló en estas páginas el derrumbe de la campaña de soja y maíz por el desastre climático que restará de 15.000 a 22.000 millones de dólares del complejo agroexportador. Habrá menos reservas para el Banco Central y también menos pesos en el Tesoro por cobro de retenciones a las exportaciones de soja y maíz (el cálculo del mercado es de una merma de 1 billón de pesos).
Los precios internacionales de granos y oleaginosas además no se verán impulsados al alza por el menor aporte de la producción argentina al mercado mundial, que podría llegar a compensar una parte de los ingresos por la caída de exportaciones por cantidad, debido a la cosecha record de Brasil y la muy buena de Estados Unidos.
A este cuadro complicado se le agrega que el sistema bancario de las potencias occidentales está temblando y se suceden reuniones cumbres de las bancas centrales más importantes del mundo y organismos de regulación del mercado para tratar de detener la debacle.
La negociación final siempre es política
El viaje presidencial a Estados Unidos para el demorado encuentro bilateral de presidentes entre Alberto Fernández y Joe Biden se concretará en un momento justo para abordar esta delicada situación. Dejar pasar esta oportunidad tendría elevados costos económicos, sociales y políticas para el oficialismo.
Para ello Fernández debe involucrarse en la cuestión en términos de política internacional pese a que las complicaciones económicas presentes lo incomodan en su estrategia deliberada de indefinición electoral.
Massa será parte de la comitiva y tendrá la misión de eludir las presiones del Departamento del Tesoro, que, como es habitual, reclama un programa de ajuste recesivo sin importar cuál es el contexto.
Antes y ahora, se sabe que la clave de un acuerdo o la redefinición de uno con el Fondo Monetario se juega en el terreno político, donde participan las potencias occidentales además de China y Rusia, pero con Estados Unidos teniendo la última palabra.
Así fue con el crédito insólito entregado al gobierno de Mauricio Macri por exigencia directa de la administración Trump, y también cuando se definieron condiciones laxas en el acuerdo de refinanciación con el gobierno de Fernández.
En este marco, con el explícito deseo de la Casa Blanca de no provocar una debacle política y económica en Argentina, el pedido mínimo debería ser no entregar más dólares de los que se recibirá del FMI en este año, y además conseguir financiamiento adicional de otros organismos internacionales que hacen lo que dice Estados Unidos.
Se entregan más dólares de los que se reciben en la cuenta con el FMI
Las circunstancias cambiaron desde el momento en que se cerró el acuerdo de refinanciación de la deuda con el FMI acompañado de un programa stand by de revisión trimestral. Y las circunstancias cambiaron para peor.
Con escasos dólares en el Banco Central y la proyección de una merma de por los menos 15 mil millones de dólares por la caída de las exportaciones agrarias, sería un desatino mantener el actual cronograma de desembolsos del FMI para pagar cuotas de capital e intereses de la deuda con el propio FMI a lo largo de este año.
Por caso, en el plan original, en marzo vencen 5526 millones de dólares de capital y los intereses suman 348 millones de dólares, pero éstos más que se duplicaron por el alza de la tasa de interés de un año a otro.
El giro comprometido del Fondo, luego de aprobar la revisión de las metas del último trimestre del 2022, asciende a 5300 millones de dólares. O sea, el resultado será negativo para la cuenta Reservas del Banco Central.
En todo el 2023, el saldo neto de dólares para las arcas del Central será negativo de 2500 a 3500 millones de dólares, monto que se elevó desde el pacto inicial por el alza vertiginosa de la tasa de interés internacional, a lo que se le agrega el sobrecargo que el directorio del FMI decidió mantener pese a al esfuerzo diplomático de Argentina en el G20 y la propia recomendación de sus miembros.
Se trata de una cifra global que, con la proyección del flujo de divisas en los próximos meses, agudizará hasta niveles extremos las presiones en el mercado cambiario.
Cambiar el cronograma de desembolsos y pagos con el Fondo en el 2023
No es cuestión de ingresar en un debate circular de si se quiere o no cumplir con el FMI; la situación objetiva de las reservas exige otro esquema de cancelación de cuotas del crédito con el FMI.
Debería ser una instancia consensuada con el propio Fondo para no quedar en estado de mora, lo que implicaría un costo adicional, sino principalmente para no incorporar otro factor de incertidumbre a la frágil situación financiera y cambiaria.
El incumplimiento tendría que estar acompañado con la apertura simultánea de negociaciones para definir otro sendero financiero y fiscal para las cuentas argentinas, por lo menos para este año.
Ya habrá tiempo para que el gobierno que surja de las urnas en octubre, en primera vuelta, o en noviembre, en un balotaje, redefina las condiciones de un nuevo pacto con el Fondo.
El elemento que puede jugar a favor de esta posición es que Estados Unidos, a través del FMI, no querrá sumar otro frente conflictivo con riesgo de contagio en la región cuando debe lidiar con una crisis bancaria de imprevisible desenlace global.
La corrida cambiaria es y será permanente
Massa sabe que debe lidiar con una corrida cambiaria permanente y con escasas reservas en el Banco Central para hacerle frente. El ordenamiento de los pasivos públicos en bonos tiene el propósito de intervenir en las expectativas del mercado, al desalentar la opción de una fuerte devaluación, más que en una acción constante de vender títulos para evitar una disparada de las cotizaciones de los dólares financieros (contado con liquidación y MEP).
Estabilizar esos precios apunta a contener la inercia inflacionaria, que se acelera, según Massa, cuando hay un repunte de las cotizaciones de los dólares financieros.
Además de accionar sobre el mercado cambiario y tras el objetivo antiinflacionario diseñó una estrategia de sumar dólares por diferentes vías, entre las que se destacan las siguientes:
- El Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) concretó un desembolso de 395 millones de dólares de un crédito otorgado a Argentina, que pasaron a integrar las reservas internacionales del Banco Central.
- La Corporación Andina de Fomento (CAF) entregó 285,4 millones de dólares de un crédito otorgado al país que también suman a las reservas.
- El Central ya efectivizó tres desembolsos por 1000 millones de dólares cada uno del swap vigente con el Banco del Pueblo de China.
- El Gobierno pagó el anticipo y fijó de este modo en 20 dólares el precio de invierno de GNL, lo que implica un ahorro estimado de 1930 millones de dólares para el año.
- Estima que en el período abril-agosto habrá record histórico de exportaciones de la industria automotriz y en el sector minero.
- Apuesta a un incremento de las ventas externas de gas y petróleo a Chile y Brasil en los próximos meses.
Qué hacer cuando la manta no sólo es corta, sino que no cubre ni arriba ni abajo
La sequía histórica pega en las cuentas de dólares y de pesos. La reacción inmediata de los economistas es la de implementar una devaluación brusca, aplicar un fuerte ajuste de las cuentas públicas o conseguir ingresos de capitales del exterior. Esto último a través de organismos multilaterales de crédito, puesto que el financiamiento voluntario ha quedado cerrado después de la orgía de endeudamiento en el gobierno de Mauricio Macri.
Con un poco de cada cosa, sin movimientos violentos, Massa intenta transitar el frente de tormenta económica en este año electoral. La respuesta adecuada entonces es política en el marco de las restricciones que tiene la economía.
El tipo de cambio oficial sigue acompañando la tasa de inflación pasada, unos meses por encima y otros por debajo, al eludir de este modo el pedido de una devaluación brusca.
El recorrido del mercado de cambio, que acumula varios episodios traumáticos, enseña que una fuerte devaluación no sirve para ordenar en forma equilibrada el sector externo, sino que lo hace con un descalabro de proporciones que deriva en costos sociales, económicos y laborales inmensos.