PáginaI12 En Brasil
Desde Brasilia
Hacia el grado cero de democracia. Esta semana, probablemente el miércoles, la Cámara de Diputados analizará si autoriza la apertura de un juicio contra Michel Temer acusado de corrupción por la Procuración que se basó en evidencias grabadas y filmadas de las coimas destinadas al presidente. Para que se de inicio al proceso la oposición necesitará una mayoría especial de 342 diputados sobre un total de 513 porque así lo establece la Constitución cuando está en juego el destino de un mandatario.
Es improbable que los adversarios del gobierno logren sumar dos tercios de la Cámara baja para dar inicio al enjuiciamiento durante el cual Temer será obligado a tomar una licencia, lo que representaría el fin de su aventura política.
Claro que no está descartada una derrota del oficialismo debido a la guerra desatada entre los grupos que se hicieron con el poder tras derrocar a Dilma Rousseff. La empresa Globo, líder del mercado de la información, está a la cabeza de las facciones convencidas de la necesidad de sacar del medio a Temer a través de un golpe dentro del golpe. A pesar de las divergencias del campo conservador sobrevive el consenso en impedir el retorno a la democracia demandado por ocho de cada diez brasileños que exigen elecciones directas. El no a los comicios dado por los banqueros, Globo y jueces militantes se debe a que éstas serían vencidas por Luiz Inácio Lula da Silva. Así lo mostró la semana pasada una encuesta del Instituto Paraná donde el ex mandatario apareció con el 25,8 por ciento, un 0,8 por ciento arriba del apoyo registrado antes de que el juez Sergio Moro lo condene a 9 años y medio de prisión pese a estar falto de pruebas.
Otro sondeo de Ibope indicó que el 94 por ciento tiene una mala imagen de Temer y solo dos de cada cien brasileños lo apoyan, con lo cual ya es el gobernante civil más impopular desde que el fin de la dictadura en 1985.
Mientras tanto la densidad de las instituciones democráticas sigue en picada con la misma velocidad que cae la aprobación de Temer, quien se dedicó este fin de semana a orquestar una suerte de fraude en la votación del próximo miércoles durante una serie de reuniones en las que prometió favores (¿compró?) a los legisladores que voten contra el juicio.
Con el Congreso afectado por una crisis de representatividad inédita en los últimos años y el Poder Ejecutivo carente de legitimidad, Temer ocupa ese vacío de poder con los militares. En mayo convocó a las Fuerzas Armadas contra una movilización multitudinaria bajo la consigna “Fuera Temer” y ayer viajó a Río de Janeiro para respaldar el despliegue del Ejército y la Marina en una declarada guerra contra el narco que encubre otra contra los pobres de las favelas. Como en la serie de Juego de tronos las disputas entre los grupos responsables del golpe parlamentario se han vuelto cada vez más feroces conforme se desintegra la autoridad del jefe del gobierno. Las traiciones están a la orden del día. Una de las primeras fue la del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, líder del conservador Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), advertido del bochorno que representaba continuar junto a un mandatario grabado cuando pactaba el cobro de coimas con el titular del frigorífico JBS, Joesley Batista.
Luego vino el portazo del senador Renan Calheiros, jefe del bloque del Partido Movimiento Democrático Brasileño, del cual Temer fue presidente hasta el año pasado.
El PSDB y el PMDB son las dos patas más importantes de la alianza que sostiene al gobierno donde la tercera fuerza es el ultraderechista partido Demócratas, heredero de la agrupación Arena que fue dio sustento civil a la dictadura. Otro potencial traidor sería el jefe de la Cámara baja Rodrigo Maia, perteneciente al DEM, cuya jugada sería facilitar la deserción de legisladores oficialistas para que esta semana voten por la apertura del juicio tras lo cual Temer tendría que tomarse una licencia. En ese instante asumiría la presidencia el primero en la línea sucesoria que es el propio Maia. Este representa el ala derecha dentro del elenco gobernante aunque esta ubicación suene a exageración. Defiende el ajuste de Temer sin atenuantes porque de esa forma conquistó el apoyo de la cadena Globo que lo escogió como la pieza de recambio dentro del propio régimen.
Similar posición a la de Maia plantea el ortodoxo ministro de Hacienda Henrique Meirelles, un presidenciable respaldado por parte del mercado financiero, y responsable del reciente ajuste sobre el ajuste consistente en el aumento del impuesto a la nafta y el diesel, con seguro impacto sobre el consumo popular y asfixia sobre una economía estancada. A lo que se suman 13,5 millones de desocupados registrados en junio contra 11,6 millones en el mismo mes de 2016.
Hace un año y cuatro meses cuando 367 diputados votaron por la salida de Dilma Rousseff iniciando el camino hacia su caída, menudearon las caricaturas políticas comparando al jefe de esa Casa Eduardo Cunha con el mefistofélico personaje de House of Cards, Frank Underwood. Hoy Cunha está preso por corrupción, sospechado de haber pagado algunos de los votos que sellaron la suerte de la ex presidenta y pergeñando una supuesta venganza contra su socio Temer al que planearía delatar para atenuar su condena. Otra traición en curso.
La saga cambió y ahora las viñetas políticas se inspiran en la serie Juego de tronos que acaba de estrenar su séptima temporada en Brasil. En las redes sociales circuló un meme con Temer mimetizado con la intrigante reina Cersei Lamnister. El caricaturista Renato Peters dibujó un grupo por nobles medievales empuñando sus espadas detrás de un monarca con la cara de Temer.