Para el protagonista de Rabbit Hole (estreno del lunes por Paramount+), la paranoia es un ingrediente inevitable de su existencia. “Son gajes del oficio”, exclama John Weir (Kiefer Sutherland) cuando le dicen que, hasta para su nivel de persecuta, está pasado de rosca. Motivos no le faltan. Su tarjeta dice “consultor”, aunque lo suyo se parezca bastante al espionaje corporativo. “Idiotas ricos me den plata para que otros idiotas ricos pierdan dinero”, dice sin pelos en la lengua. Es un auténtico maestro del engaño que pasa sus jornadas plantando escenarios tal como Leonardo Di Caprio en El origen. La única diferencia con Dominck Cobbes es que aquel se metía en los sueños de los demás y éste aún juega en nuestro plano de la realidad. ¿Y si Weir es el peón en la travesura de otro? ¿O una vez más mueve los hilos de la historia jugando con la audiencia? En ocho episodios, la respuesta completa.

Movidas financieras de al riesgo, rocambolescos pescados podridos informativos, implantar rumores en las altas esferas. Llamen a John Weir. Puede que beba demasiado, se mantenga cuerdo gracias a píldoras, tenga algunos traumas infantiles irresolutos, pero nadie duda de que es el mejor en su campo. Tanto como para que los servicios de inteligencia lo tengan en la mira. Más allá de la premisa del título (una alusión a la intersección de lo imaginario con lo real), el piloto evidencia el momento preciso en que este sujeto ingresa a “la madriguera”. Un viejo colega al frente de una compañía de metadatos le pide que haga uno de sus típicos trabajos sucios en las calles de Nueva York. “Nada que no hayas hecho antes”, lo seduce. Terminado el asunto -con un artificio digno de Nueve reinas-, Weir y su equipo resultarán “completamente jodidos”. ¿O ya lo estaba de antes?

El Dr. Ben Wilson (Charles “Tywin Lannister” Dance) le aporta un grado de malicia a la trama. Por el lado del enigma se apunta Hailey Winton. “Es una mujer fascinante y complicada con múltiples texturas, nunca se ve la historia completa, si es una mente maestra o inocente, incluso de donde viene o si John si se puede confiar en ella”, le dice Meta Golding, la actriz a cargo del papel entrevistada por Página/12. Ahí el quid de la propuesta. “¿Podés confiar en otra persona, en tu gobierno, en vos mismo?”, se pregunta la intérprete. John Weir, que no usa tarjeta de crédito y sospecha hasta de su sombra, diría que no. Rabbit Hole, a su vez, saca provecho de teorías conspirativas que orbitan en Internet y tienen a la red de redes como juez y parte. “La data nos moldea en la actualidad, la información puede ser usada para manipular una narrativa, nosotros tomamos eso de una manera entretenida, es un thriller y al final de esta historia querés resolver las preguntas que fuimos soltando”, apunta Golding.

Laberíntico, generoso en giros argumentales y artimañas visuales, Rabbit Hole es otro partido de taquito para Kiefer Sutherland tras 24 (aquí también oficia de productor ejecutivo). John Weir, aunque menos recio que Jack Bauer, y con la heroicidad de su presidente en Designated Surivor en falta, está en una dinámica forzosa. En definitiva, lo que una a esta nueva ficción con aquellos productos es la incertidumbre del género y la urgencia narrativa de un reloj acelerado. Esta vez, sin pantallas partidas.