Aún hay mujeres y personas gestantes que mueren por abortos clandestinos. Con esa preocupación como norte, dieciséis periodistas, creativas y productoras afrontaron una investigación internacional sobre el impacto de la derogación del fallo “Roe vs Wade”, que desde la década del setenta habilitaba el aborto en Estados Unidos, y su impacto en ese país y América Latina. “Resistir en verde” busca visibilizar un problema que está lejos de ser resuelto e incluso está en puja permanente en un contexto de avance de la derecha política en alianza con movimientos “provida”. “No se trata de un inciso ni un número de ley sino de personas que no pueden decidir (o sí) sobre sus cuerpos”, dicen las autoras de este trabajo.
Bárbara Simeoni, licenciada en Comunicación Social (UBA), periodista con perspectiva de género y editora con experiencia en la transformación de medios digitales, es la directora editorial de la investigación Resistir en Verde. En diálogo con Página/12 explica la situación del derecho al aborto en Estados Unidos y cinco países de América Latina. “Salir de la clandestinidad es un asunto de salud pública, pero también, como movimientos feministas es necesario no bajar la guardia. Necesitamos el derecho, no para poder abortar, sino para que no se aborte clandestinamente. Los movimientos antiderechos no cesan y las conquistas jamás son el punto de llegada”, apunta.
--¿Por qué eligieron contar historias a través de testimonios?
--Porque es donde se visibiliza la vida de las mujeres y personas LGBTTIQ+ que “ponen el cuerpo”. Además, se realizó un análisis exhaustivo y entrevistas en profundidad que buscan dar luz a una historia que espeje muchas otras. Quienes lean las notas, escuchen el podcast o miren el video tienen que saber que esos testimonios no están lejos de sus vidas. Una voz en alza vale más que cifras que den contexto. No se trata de un inciso ni un número de ley sino de personas que no pueden decidir (o sí) sobre sus cuerpos.
--¿Por qué investigaron estos países?
--El objetivo a largo plazo es poder llevar la investigación a todos los países de América Latina. En esta primera parte seleccionamos EE.UU. por ser la potencia que derogó el derecho al aborto, México porque es un país donde se puede ver perfectamente cómo se tejen las redes de mujeres que ofrecen cuidados a todo el mundo, pero en particular a Estados Unidos. Hoy la frontera termina siendo un territorio de asesoramiento a mujeres o personas gestantes que vienen de USA, eso es algo que se aborda en nuestra crónica. En muchos casos, las estadounidenses están necesitando de México para abortar. Colombia por tener la regulación más avanzada de América Latina y a la vez la que se encuentra más amenazada por el avance de los grupos conservadores. Chile porque sucede algo paradójico que es que, aunque la ley permite el aborto bajo tres causales, culturalmente se podría decir que no. Por último, Argentina, por ser protagonista de una lucha y una conquista que tiene réplicas en todo el mundo, la llamada “marea verde”.
--¿Impactó la derogación del fallo Roe vs Wade en América Latina o más bien a partir de este fallo Estados Unidos mira a América Latina para ver cómo seguir?
--Es una buena pregunta que hemos debatido mucho durante la investigación. Nos preguntábamos: ¿impactaba de Norte a Sur y ahora lo hace de sur a norte? Pero lo cierto es que hubo una retroalimentación. Estados Unidos siempre fue un norte en materia de interrupción legal del embarazo para los países de América Latina. Sin embargo, con su derogación, nos dejó una pauta muy clara: los derechos no son para siempre, inamovibles. La lucha debe ser constante porque la conquista no es el punto de llegada. Para eso, hay que trabajar sobre la memoria. En ese camino, la batalla tiene que ser cultural y discursiva, no sólo legislativa. En el aborto entran en juego muchas luchas de poder que exceden ampliamente el proceso de abortar específico. Por ejemplo, en Colombia, que tiene una ley bisagra para América Latina, surge esto de que, a pesar de poder abortar sin penalización, muchas y muches no se animan a hacerlo. El estigma social sigue siendo muy grande y las transformaciones estructurales llevan tiempo. Los antiderechos se aprovechan de esos vacíos para hacer más fuerte su mensaje y, con la derogación estadounidense, encontraron una pata en donde apoyarse. Por eso existe un impacto que es necesario contextualizar: las voces que forman parte de nuestras crónicas reflejan muy bien las redes de mujeres que se tejen para proteger, cuidar y garantizar un derecho con o a pesar de la legislación, pero también demuestran que los movimientos conservadores no están durmiendo o descansando frente a las conquistas, sino todo lo contrario. En el sentido inverso, América Latina le brinda a Estados Unidos pautas sobre conquistas y movimientos sociales.
--¿Cuál es la situación hoy en Estados Unidos?
--Es un país que desde 1973 tenía esa legislación, con todo lo que ello implica. Están aprendiendo de América Latina cómo seguir: no es raro ver, por ejemplo, a mujeres marchando con el pañuelo verde, insignia argentina. Pero, además, a medida que investigamos, descubrimos que se generaron nexos necesarios que hablan de un aprendizaje y una retroalimentación. En la crónica de Estados Unidos se puede ver cómo activistas argentinas orientan a les estadounidenses sobre cómo continuar. En la de México, vemos, como decía anteriormente, cómo la frontera terminó siendo un territorio resignificado. Hoy la atraviesan estadounidenses para poder abortar y las organizaciones civiles, del otro lado, las y les reciben con brazos abiertos. El lazo verde es un hecho y Estados Unidos está tomando nota sobre eso.
Sin embargo, que esto sea esperanzador no significa que haya que frenar. No se puede descansar en la esperanza. La derogación de Roe vs. Wade no hizo más que darles una base a los antiderechos para hacerse más fuertes, muchos de ellos, incluso, participan de organizaciones globales y están en constante contacto con referentes “provida” para entender los pasos a seguir. En la crónica de Tatiana Fernández Santos, sobre Argentina, se puede ver cómo, incluso con una ley que se conquistó en las calles, todavía existen preceptos religiosos en políticas públicas específicas, como es el caso de San Miguel, municipio de la provincia de Buenos Aires. El entorpecimiento de la interrupción voluntaria del embarazo es no respetar una ley ni un derecho, y sigue sucediendo. Frente a eso, hay que tener bien despejada la memoria y, sobre todo, organizarse. La conquista no es el punto de llegada, es solo el comienzo.
--En Argentina a pesar de la marea verde, los antiderechos se mueven con fuerza ¿qué destaca de nuestro país?
--En Argentina, a diferencia de otros países, el debate fue llevado a la mesa de las casas. Cuando un debate cala hondo en espacios de socialización, es muy difícil que alguno esté exento de tomar una postura. Algo que está claro en nuestro país es que es una cuestión de salud pública y eso se lo debemos a los movimientos feministas que ocuparon lugares en la televisión, en los diarios, en la radio, pero por sobre todas las cosas, en la calle. Fue una conquista de abajo hacia arriba. Sin ir más lejos, Amnistía Internacional reveló que se presentaron 37 causas judiciales contra la ley 27.610 de IVE, sin embargo, ninguna prosperó ni tuvo impacto en la vigencia de la ley. Cuando la transformación cultural o social de la que hablábamos antes es tan fuerte, es más difícil tomar decisiones que atenten contra estos movimientos sociales. De todas formas, como te decía, no hay que subestimar el crecimiento de los sectores conservadores en los últimos tiempos: la organización, preservar la memoria y el trabajo colectivo tienen que seguir siendo pilares fundamentales. Por ejemplo, a representantes de la Unidad Provida de nuestro país, la derogación del fallo Roe vs. Wade les dio “esperanzas”. Funcionarios del municipio de San Miguel ocuparon espacios en medios para hablar de este retroceso como “el triunfo de la verdad”. Con la derogación se envalentonaron. Por eso la transformación sociocultural es tan importante y preservar la memoria es crucial.
--En Chile, que se permite el aborto bajo tres causales, las mujeres y personas gestantes siguen optando por interrumpir su embarazo en clandestinidad, incluso cuando sus casos están contemplados en la ley. ¿Qué hacen los antiderechos con este terreno fértil?
--Chile es un caso emblemático en ese sentido por lo que significa la censura cultural. Si bien pueden abortar bajo tres causales, optan por no hacerlo. Los motivos, que se revelan en la crónica de Ana Arriagada, tienen que ver, mayoritariamente, con el miedo a ser maltratadas por el personal de salud, a ser judicializadas, a ser juzgadas o castigadas por su familia. Incluso en situaciones límite, como por ejemplo estar con un sangramiento excesivo producto de un aborto, se niegan a ir a un hospital, según nos cuenta Aprofa, una de las dos organizaciones autorizadas en Chile para dar acompañamiento psicosocial para el cumplimiento de la ley. Esto revela un entramado mayor, que tiene que ver con otras capas sociales que exceden a lo legislativo. De nada sirve tener una ley si la información no es clara y, sobre todo, si las instituciones no brindan confianza. Por supuesto, los antiderechos se aprovechan de este terreno fértil. Chile tuvo, en el 2021, un precandidato conservador que le disputó a Boric el mandato, José Kast. Él es presidente de Political Network For Values, una asociación internacional que promueve los "valores tradicionales de familia" y que vela por "la vida del niño por nacer". Notamos nexos de esta organización con Colombia y eso se ve en la crónica de Laura Rodríguez Salamanca, también. Se organizan a gran escala. En Chile, finalmente, triunfó un gobierno progresista, pero que debe gobernar con un sistema legislativo muy polarizado. Es un país que disputó por una Nueva Constitución y prevaleció el rechazo. Eso sirvió para que los movimientos antiderechos se hicieran más fuertes. Se observa en la crónica de Ana cómo, de alguna manera, se articulan.
--Dicen que México se transformó en un refugio para mujeres que migran desde el norte con la necesidad de abortar, generando una red capaz de tejer lazos y resistir derechos. Más allá de esta relación con Estados Unidos, ¿cuál es la situación? Me sorprendió leer que el misoprostol y la mifepristona son de venta libre y fácil acceso.
--En todo el país existen ocho causales de no punibilidad, bajo las que cada Código Penal no castiga al aborto o lo considera delito. Es cierto que el misoprostol y la mifrepristona son de venta libre y de fácil acceso, por lo que, como vemos en la crónica de Estados Unidos escrita por Luciana Rosa, muchas veces se generan redes latinoamericanas para poder acercar este medicamento al norte. En el caso de la crónica de Matilda Ro, podemos ver cómo Martha, una mujer migrante, tiene que sortear muchos obstáculos para poder abortar y decide viajar de Estados Unidos a México. Hay organizaciones que te acompañan en esta situación. Gestionan cómo viajar, hacia dónde e, incluso, te acompañan en el proceso del aborto. Me quedo con algo muy gráfico que cuenta Matilda en su crónica: el buscar esa mirada de ayuda una vez que llegó al aeropuerto. El encontrarlas, pese a ser completas desconocidas, y fundirse en un abrazo lleno de llanto. A eso nos referimos cuando hablamos de redes: existen, las presiden en su mayoría mujeres, con el único objetivo de que podamos decidir. Incluso, luego de la derogación, la Secretaría de Salud de la Ciudad de México informó en conferencia de prensa que estaban listas para recibir a mujeres que quieran realizar ILE en la capital del país.
--Colombia logró la despenalización del aborto en 2021, pero aún persisten batallas desde lo discursivo que los movimientos antiderechos aprovechan a su favor. ¿Cómo es esa lucha cultural, con grupos que se inspiran en la derogación del fallo Roe vs. Wade?
--Como mencionaba anteriormente, Colombia tiene referentes que participan de Political Network for values, la organización que preside Katz, excandidato de Chile. La crónica de Laura Rodríguez Salamanca aborda una cronología de cómo los movimientos antiderechos reaccionaron ante la derogación del fallo y cómo se expresaron tanto en sus redes sociales, como en los medios de comunicación. Colombia despenalizó el aborto en febrero del 2022, bueno, en mayo de ese mismo año políticos de derecha, referentes provida, pastores cristianos y académicos registraron el comité promotor del Referendo Provida, con el objetivo de juntar firmas para batallar la despenalización. Luego, con la derogación, se inspiraron en Estados Unidos para ver cómo seguir. Para ellos, lo del norte dejó en claro que “nada está tallado en piedra”, ni siquiera una regulación de este calibre. Laura, en su crónica, entrevista a Guerra, vicepresidenta de PNFW que, además, fue senadora del partido conservador. En sus dichos, se deja entrever que están tomando estrategias sobre la derogación estadounidense para repetirlo en Colombia. El objetivo es claro: revertir la sentencia. Diferentes referentes del país coinciden, en algo que se repite mucho crónica por crónica: la clave es la sensibilización social y cultural para que eso no suceda. Proceso que está en marcha en este país, sobre todo porque requiere de una transformación profunda, que no se soluciona solo con una ley.
--¿Los grupos antiderechos actúan igual en todos lados?
--La derecha ha existido siempre, a veces disfrazada, a veces no. Muchas veces participan de los medios de comunicación tradicionales, toman decisiones, forman parte de la Iglesia y los poderes concentrados. Sin embargo, no creo que actúen de igual modo en todos lados porque cada contexto sociocultural es diferente. Como mencionaba, Argentina tiene un proceso de conquista desde las calles, con movimientos sociales muy fuertes que participaron del debate público y ocuparon espacios. No digo que en nuestro país no existan movimietnos antiderechos, todo lo contrario, pero sí existe algo cultural que atravesó y llegó hasta la mesa familiar. Sin ir más lejos, es el país del Ni Una Menos. Sí notamos ciertos patrones, que se repiten país por país, de entender la derogación del fallo de Estados Unidos como un empujón a hacer algo más grande, de poder tener una jurisprudencia, por así decirlo, desde donde apoyarse para ir contra un derecho. La premisa es: si Estados Unidos pudo, por qué nosotros no. Sin embargo, creo que algunos movimientos antiderechos tienen terrenos más fértiles que otros, donde juega un papel crucial cuán desarrollada esté la transformación cultural y social de la que te hablaba anteriormente. El vínculo político de la derecha con estos movimientos existe en cada uno de los países que profundizamos en las crónicas, son personas que forman parte del poder o lo hicieron en su momento y que representan el ala más conservadora.
--¿Cuál es el peligro que encierra la asunción de estos partidos para los derechos de las mujeres y especialmente los derechos reproductivos?
--El peligro más inminente es el retroceso en materia de derechos humanos, prevaleciendo el privilegio de unos pocos por sobre los derechos de muchos. La igualdad de género es algo que incomoda a los sectores conservadores y esto afecta, directamente, a mujeres y al colectivo LGBTI+. La búsqueda de este tipo de partidos políticos es invisibilizar, castigar, oprimir, actuar como si no existieran. Y esto no es ajeno a los derechos reproductivos: que la mujer o persona gestante pueda decidir, implica libertad. Y la libertad, cuando sos una minoría, no gusta, porque va en contra de los estándares sociales, los dogmas, las estructuras que se forjaron durante mucho tiempo.
--¿Cuáles son los desafíos o hacia dónde vamos?
--El primer desafío es resistir, atrincherarse en las conquistas que tuvimos hasta el momento y saber que necesitamos profundizar, aún hay mujeres y personas gestantes muriendo por abortos clandestinos. Salir de la clandestinidad es un asunto de salud pública, pero también, como movimientos feministas es necesario no bajar la guardia. Necesitamos el derecho, no para poder abortar, sino para que no se aborte clandestinamente. Los movimientos antiderechos no cesan y las conquistas, jamás, son el punto de llegada. No hay que subestimar ningún logro, pero, por sobre todas las cosas, hay que organizarse. Solo así se puede combatir la desinformación, el estigma y la desigualdad. Hay que preservar lo conquistado, tener memoria y generar estrategias. Esto recién empieza.