Ellos tienen un relato totalizador, una explicación de los males que padece la Argentina y un camino de salida. Dicen que necesitamos inversiones extranjeras, y que para que vengan, debemos garantizar que el mercado no será interferido por el Estado. Para ellos, mercado es sinónimo de eficiencia, y Estado, origen de todo tipo de deformaciones.
Dicen también que para competir en el mundo debemos reducir los costos salariales que ahuyentan a los inversionistas y piden seguridad jurídica, que es mano dura para los hijos e hijas pobres de nuestra tierra y mano de peluche para los millonarios, nacionales o extranjeros.
Tienen un relato con muchos condimentos: allí mezclan república y libertades individuales, hablan de respeto a las instituciones mientras las destruyen y dicen justicia independiente cuando la quieren adicta; denostan lo que llaman populismo, y llaman populismo a cosas que no tienen en común, más que su rechazo.
Ellos tienen una cosmovisión de como la sociedad es, y de cómo debe ser. Como toda cosmovisión –para quien la comparte– en ella cada cosa tiene su lugar y cada pregunta su respuesta. Por eso funciona, porque tiene explicación para todo. Esto no quiere decir que sea cierta, por el contrario, la historia argentina la desmiente. Pero no radica en la verdad su eficiencia, sino en la plausibilidad y en su caracter totalizador.
La contracara de su relato, es el nuestro, que desde el campo popular, estamos, todavía, construyéndolo. Porque cuando ellos proclaman soberbios la iniciativa privada, nosotros gritamos la defensa de lo público.
Sin embargo, la historia pasada de nuestro país, está a nuestro favor, y ellos no tienen un ejemplo –ni uno– para reivindicar. La Argentina se estructuró sostenida en empresas estatales. Tenemos petróleo y gas por YPF y Gas del Estado; electricidad por empresas estatales y centenas de cooperativas; acero por SOMISA y Altos Hornos Zapla y carbón por YCF; agua y cloacas por Obras Sanitarias; barcos por Astilleros Río Santiago y una línea aérea gracias a Aerolíneas; construcción de aviones propios gracias a Fabricaciones Militares y desarrollo nuclear por la Comisión Nacional de Energía Atómica; satélites gracias a Arsat y tuvimos trenes mientras existió Ferrocarriles Argentinos.
El capital privado no fue capaz de esas creaciones: por el contrario, una vez que existieron, se abalanzó sobre ellas para despedazarlas y saquearlas. No hace falta más que recorrer esa lista, y repasar el estado de nuestros sistemas de energía y transporte para sacar una conclusión sostenida en nuestra historia y en la de todos los países del sur del mundo: las áreas estratégicas en las naciones periféricas deben ser públicas.
Aquella Argentina no era perfecta, pero supo darnos oportunidades que hoy, más de un tercio de la población, no tiene. Se sostenía en un estado que a veces mejor y otras veces peor, planificaba el pleno empleo.
El resultado de aquella destrucción ejecutada por los Alsogaray, los Martínez de Hoz y los Cavallo, y continuada hoy por sus discípulos en el gobierno nacional, es este país, en el que no planifica el estado sino las multinacionales, dónde un 40 % de la población es considerada descartable para el sistema, mientras que el excedente que producimos es girado al exterior por deuda externa, por remesas de empresas trasnacionales o por fuga de capitales.
Como solución mágica para nuestros problema, ahora sacaron de la galera un nuevo conejo: el emprendedurismo, que coherente con su imaginario, responsabiliza individualmente a las víctimas de un fracaso social.
Nuestra historia del futuro no puede ser calco ni copia del pasado; pero tampoco puede ser, producto de la desmemoria. En aquellas experiencias, hay un germen de otro futuro posible.
El poder económico, elaboró una estrategia coherente para destruir aquella Argentina. La cosmovisión actual, que inunda el sentido común de una franja de la población, es hija de la aplicación sostenida y consecuente de aquella estrategia.
La respuesta a esta decadencia, debe surgir de una alianza entre lxs trabajadorxs y el conjunto de los sectores populares. La punta del ovillo de nuestra cosmovisión-relato-programa, está enraizado en nuestra historia y hay que empezar a tirar de ella, para construir nuestra propia totalidad, capaz de enfrentar y derrotar a la que hoy impera.
A esa construcción, queremos contribuir desde La Dignidad y por eso hemos decidido presentarnos en estas elecciones. Queremos aportar a la construcción de esa gran fuerza política y social que exprese las aspiraciones de nuestro pueblo.
Por eso este jueves, en Constitución, vamos a presentar nuestras propuestas de ley, para la reconstrucción del ferrocarril, de nuestra flota y nuestra marina mercante, para la creación de laboratorios públicos para la fabricación de medicamentos y para que nuestro campo produzca alimentos sanos para todos. Vamos a hablar si, pero no queremos dar un discurso, queremos dar un puntapié inicial para la construcción de un movimiento social, para construir una respuesta que sea nuestra y que la reivindiquemos orgullosos. No queremos andar por la actual autopista al precipicio, la que nos dicen que es el único camino, que no queda otra, que el mundo es así, y que tenemos que estar integrados, resignados y sonrientes. Queremos construir el camino hacia la dignidad de nuestro pueblo.
* Referente del Movimiento Popular La Dignidad e Izquierda Popular.