Quieren borrar la memoria. No es desinterés por esos espacios ni por la reconstrucción colectiva de lo que pasó en lugares como la Mansión Seré, la ESMA o la Escuelita de Famaillá. Tienen un interés pleno, absoluto, en que la sociedad se olvide del genocidio. Necesitan, para poder llevar adelante políticas económicas muy parecidas a las que ejecutó la dictadura cívico militar, que los pibes no jueguen junto a murales que recuerdan a luchadores perseguidos, torturados y asesinados; que las mujeres no recorran los pasillos de “escuelas” en las que se picaneó a embarazadas y se secuestró a sus bebés; que los y las jóvenes no imaginen que sobre esos cimientos cuidadosamente rescatados del entierro se levantaban paredes y rejas para encerrar a quienes soñaron un mundo justo y lucharon por hacerlo realidad.

Quienes hoy gobiernan Argentina, Buenos Aires, la Capital Federal y varios municipios no quieren que sus nombres se develen vinculados a los de aquellos represores militares y civiles. El ejercicio de la memoria colectiva es un adversario demasiado peligroso para quienes fueron cómplices de aquella larga noche y se obsesionan con restituir privilegios y desigualdades. Por eso niegan el genocidio, por eso buscan favorecer a los asesinos con impunidad, por eso desfinancian programas y dependencias públicas dedicadas a la promoción y defensa de losderechoshumanos y por eso abandonan los espacios consagrados a la Memoria y a la Vida.

 

* Durante su gestión como intendente de Morón se inauguró la Casa de la Memoria y la Vida, el primer centro clandestino recuperado en Democracia en toda Latinoamérica.