De las políticas que el actual presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, ha continuado de su antecesor en el cargo, Donald Trump, la que se destaca es el endurecimiento en los vínculos con China. Esto incluye también la preocupación acerca de TikTok, la red social propiedad de la corporación china ByteDance, que a mediados de 2020 se transformó, para sorpresa de muchos, en blanco de la ira presidencial. 

La inquietud principal es que el uso creciente de la red por parte de ciudadanos estadounidenses, sobre todo adolescentes, la transforme en un ducto de datos hacia los servicios de inteligencia de China. Las apps pueden geolocalizar rutinas, saber de gustos intereses, horarios de actividad. Estos datos sirven para seguimientos individuales y también para promover campañas de desinformación, como las que en su momento organizó Cambridge Analytica en varios países.

Resulta llamativo que los datos de los ciudadanos acumulados por las redes sociales resulten una preocupación para las autoridades de un país que dominó históricamente  ese mercado con Facebook, Instagram, Twitter, Snapchat y otros servicios híbridos como YouTube, Messenger y Whatsapp

En 2020 el Departamento de Estado de Estados Unidos promovió el "Programa para una red limpia" con varias medidas de seguridad. En agosto de ese año se prohibió a militares y personal de inteligencia utilizar la app TikTok y se estableció el 15 de septiembre como fecha límite para el resto de la población, algo que no se concretó.

Finalmente Trump ofreció a ByteDance la posibilidad de vender la red social a una firma estadounidense. La empresa china contraofertó sumar a Oracle como socio tecnológico para que diera garantías. Trump amagó rechazar la propuesta pero finalmente aceptó, aunque llevó casi dos años concretar el traspaso de los datos. Pasaron los meses, cambió el Presidente y parecía que el tema estaba olvidado. Pero no.

Con el Congreso en contra

TikTok no pasó de moda en estos años y actualmente está valuada en 66.000 millones de dólares (cerca de un octavo de la cotización de Meta), y cuenta con 150 millones de usuarios estadounidenses, casi la mitad de la población, además de cinco millones de empresas abonadas, según informa TikTok. Mientras tanto, los empleados de 30 Estados norteamericanos tienen prohibido instalar la app en sus teléfonos laborales.

En estas semanas se realizó una audiencia en el Congreso de Estados Unidos en la que Shou Chew, CEO de TikTok, declaró frente a representantes de ambos partidos. Allí aseguró: "Permítanme decirlo de manera inequívoca: ByteDance no es un agente de China o de ningún otro país". Luego señaló: "Con todo respeto, las compañías estadounidenses no tienen un gran historial con el uso de datos... Simplemente miren a Facebook y Cambridge Analytica". 

Cualquier medida "soberana" que tome el gobierno de Estados Unidos contra una red extranjera por cuestiones de seguridad, sugirió Chew, podrá volver como un boomerang sobre sus empresas.

El CEO de TikTok quiere que su red social siga funcionando y dando dividendos; no que sus competidores, a los que supera en su terreno, se hundan con ella. Por eso prometió invertir 1500 millones de dólares en aislar los datos de los ciudadanos estadounidenses de cualquier acceso desde China (algo que, vale recordar, pidió Dilma Rousseff inútilmente para los brasileños en 2014, luego de las revelaciones de Edward Snowden). Los congresistas no parecieron convencidos. Es que desde antes de la audiencia, aseguran algunos medios, ya había un acuerdo bipartidario en que lo mejor sería prohibir la app en el país, con excepciones como la demócrata Alexandria Nicasio-Cortez que prioriza la libertad de expresión. De hecho, la iniciativa de la prohibición fue bloqueada en el Senado por un Republicano, Rand Paul, que citó la primera enmienda.

Sin cotizar en la Bolsa

La telenovela continúa pero su desenlace no es más claro que antes. TikTok desde 2020 quiere salir a cotizar en la bolsa de valores, pero la amenaza de una prohibición en su principal mercado le obtura el paso, algo que beneficia directamente a YouTube, Instagram y Snapchat, competidores directos por la publicidad, según explicaba un analista de Moody’s. Mark Zuckerberg reconoció a fines de 2021 que uno de los problemas de Facebook e Instagram era que los más jóvenes se iban a TikTok.

De momento no parece haber una solución sin efectos secundarios: las promesas de TikTok de aislar los datos de los estadounidenses se presentan poco creíbles, según indica la experiencia con las propias redes norteamericanas. 

Por otro lado, forzar a la empresa a vender parte o todos sus activos a un par estadounidense no es posible, sobre todo porque los algoritmos de la empresa (a los que tanto teme el gobierno como vectores de campañas de desinformación) son un bien celado por razones geopolíticas: vender la empresa sin la fórmula mágica no tendría sentido. 

La tercera opción, la prohibición de la red social podría generar un alto rechazo de la juventud estadounidense (que ya se manifiesta en la red) y en otros países. Vale mencionar que en China no se puede acceder a buena parte de los servicios estadounidenses (a menos que se cuente con una VPN). Este argumento se utiliza para calificar al régimen como una dictadura. ¿Podría hacer lo mismo un país que se considera democrático? Y si lo hiciera, ¿no abriría la puerta a que los demás hagan lo mismo con las redes norteamericanas?