El pasado viernes 24 de marzo, la entonces concejal de Chacabuco por la Coalición Cívica, dentro de la alianza Juntos por el Cambio, Silvia Gorosito, decidió conmemorar el Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia posteando en sus redes la foto de un cuerpo humano arrojado desde un avión, con la leyenda “Felíz día del montonero”. La reacción social y política de su ciudad generó una ola de rechazos que hicieron que la concejala decidiera borrar el comentario. Pero ya era tarde, todos lo habían visto. Además, no era la primera vez que hacía algo semejante. El año pasado, también el 24 de marzo, había publicado una foto de los genocidas Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Ramón Agosti,con la leyenda “gracias por todo”.
"Una representante del Pueblo debería cumplir con el código de ética pública, estar imbuida de los valores democráticos y en caso de no hacerlo, debe ser juzgada por apología del delito", advirtió la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Provincia al repudiar el hecho. "El contenido agraviante de sus publicaciones pretende desandar el proceso de Memoria, Verdad y Justicia que se abrió en nuestro país a partir de la recuperación de la democracia de la que se cumplen 40 años", señalaron desde el organismo que depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos que comanda Julio Alak.
"Además, desconoce absolutamente los estándares de Verdad, Memoria, Justicia, Reparación y Garantías de no repetición con lo que los tres niveles del gobierno deben entender las obligaciones precisas y taxativas derivadas de los instrumentos internacionales de protección a los derechos humanos que el Estado ha ratificado y tienen jerarquía constitucional", agregaron.
Gorosito recibió el repudio de los organismos de derechos humanos y el bloque de concejales del Frente de Todos, al punto tal que sus aliados del radicalismo local, que le exigieron que presente su renuncia a la banca municipal. Este miercoles, esa renuncia fue aceptada, pero los problemas para Gorosito están lejos de terminarse. En las últimas horas, la Comisión Provincial por la Memoria presentó una denuncia penal en su contra.
Otra chacabuquense, Sandra Raggio, es la querellante en la causa por apología del delito. "Claramente era una publicación celebratoria de los vuelos de la muerte, y eso va más allá del negacionismo, porque ya no es negar los crímenes sino hacer apología", señaló a Buenos Aires/12 la directora general de la Comisión Provincial por la Memoria.
Vale acalarar que entre los representantes que ocupan sus bancas en el legislativo local ya se había avanzado en el proyecto que buscaba apartar a Gorosito del cuerpo. Antes de la nota de renuncio al titular del Concejo Deliberante de Chacabuco, Lisandro Herrera, desde el Frente de Todos aseguraron que el repudio había alcanzado a sus propios compañeros y compañeras de bancada, algunos de los cuales habían anticipado su voto a favor de la expulsión.
"Eso debe ser investigado por la Justicia, nosotros entendemos debe recibir una sanción; y ya existe un antecedente favorable a través de un fallo que derivó en una probation a un funcionario de Ramallo", señala Raggio que reconoce que la renunicia de la concejala buscó evitar la discusión en el recinto. "Estaba moralmente inhabilitada para la función pública y en consecuencia correspondía al mismo cuerpo legislativo tramitar su expulsión, como una manera de marcar un límite de lo que puede decir un funcionario público", dice al respecto.
--¿Hay una nueva ola de negacionismo y apologismo?
--El negacionismo existe desde la propia dictadura. La narrativa negacionista de hoy tiene la misma matriz que el discurso de los militares en su momento, ya sea en su forma de negar los crímenes, justificarlos o relativizarlos, que fueron las estrategias a las que recurrieron. La metodología elegida, la desaparición forzada, implica que no hay cuerpo y en consecuencia no hay prueba del crimen. En eso se basaba la negación.
--¿Y ahora?
--La novedad es que ese discurso, que tenía limitaciones a la hora de circular en el espacio público, si no era con el objetivo de producir escándalos, concretamente en la política, porque no era apto para producir credenciales políticas ni captar adhesiones, hoy parece ejercer cierta atracción. Ahora le sirve a algunos dirigentes de ciertos sectores para construir su perfil y su identidad, y presentarse como alternativa ante la sociedad. Entiendo que este es un fenómeno que se da a nivel mundial, que no es propio de la Argentina. Pero lo notable de Argentina es que, con los procesos de Memoria, Verdad y Justicia que tenemos, no creíamos probable que esas dinámicas autoritarias de otras sociedades se reeditaran acá.
--¿Qué desafíos se plantean a partir de estos casos que se dan justo a cuarenta años desde la recuperación democrática?
--El desafío hoy, a cuarenta años de la recuperación democrática es hacer frente a una derecha emergente que, con algunos elementos discursivos nuevos, es claramente antiderechos, claramente antiestado y con una fuerte impronta autoritaria, que son profundamente antidemocráticos.
--¿A qué lo atribuís?
--Hay nuevas formas discursivas, vinculadas a las redes sociales, donde la creencia suplanta a la argumentación o a la prueba. “Yo creo que son 30 mil”, “yo creo que no son 30 mil”. Uno puede preguntarse si Silvia Gorosito es consciente del nivel de violencia que tiene la fotografía que publica, si su sensibilidad la hace capaz de dar cuenta o no del posible daño que le hace a alguien afectado por esos hechos o si sabe lo que significa. Hay una especie de mercantilización o cosificación de estos discursos. Es algo más que se publica en las redes, tal vez sin capacidad de entender el alcance de ese acto. Hay algo de la insensibilidad y la voracidad de este tiempo, propio del neoliberalismo, que borra los límites. Ya lo vimos en otros países de la región, de Europa y en Estados Unidos.
--¿Cómo se enfrenta?
--Nosotros creemos y confiamos en la vía punitiva, porque le devuelve al discurso cierta racionalidad, cierta función argumentativa que es lo que se está perdiendo. A la vez, distinguimos claramente lo que es un ciudadano de a pie, que puede verse desbordado por estas dinámicas, de un funcionario público que tiene otro nivel de responsabilidad.