Lo que nos sobra es pasado, futuro es lo que nos va faltando. La condición humana es el olvido, pero algunos recuerdos siempre nos esperan. Observe la foto. Se nota que ambos expresidentes se sienten a gusto. Funcionan muy bien sus posturas corporales, sus sonrisas cuidadas, luminosas. Rostros que acumulan una identidad poderosa, una limpieza de imagen que sugiere al que la observa una pulcritud de carácter moral, de firmeza en la ideas, de honestidad existencial. De ahí la creencia de que la cara es el espejo del alma. La foto penetra, abre, perfora, se funde. Hay algo subversivo en ella. Esto se explica por la naturaleza misma del poder, que es, por definición, como el dinero, insaciable. Una estética cuidada para la épica, pero paradojicamente, desnuda una suntuosa escenografía del vacío y un poder político y económico pornográfico sin domesticar. Sujetos con barba por dentro que viven la fe del mercado con la pasión desmesurada de los conversos.
A cierta altura de la vida cada uno puede elegir la forma de huir. Una parte del pasado acaba de pasar. Mauricio Macri se ha bajado de la candidatura presidencial. Una pena. Desde luego, una decisión apresurada. Podría haber hecho un dos por uno y haberse bajado también del fútbol. Pero no. Parece que resiste. Y va en busca de la “otra” presidencia, más poderosa, más de su estilo, más opaca en sus cuentas: la omnipresente FIFA. Una entidad donde abundan los pavos reales. Sin más porvenir que rascarse el sexo con las dos manos.
El fútbol ya no camina solo. Acaso nunca lo haya hecho. Siempre tuvo su papel en el teatro de los sueños que es la política. Macri lo sabe. Adoptó este deporte para escalarse así mismo por la cara derecha del poder. Un disciplina que engancha, contagia y cautiva. Un juego sublime que blanquea la pasión. Una forma de soltar las piernas. Hoy sabemos que, cada cierto tiempo, el expresidente hacía correr el balón junto a ciertas togas de la judicatura. Un “picadito” con jueces que además de soltar las piernas, se aliviaban algunas de sus contracturas judiciales. Es lo que tiene el fútbol, reúne voluntades. Entre caños, rabonas, tiros libres, una cautelar, un asadito, una preventiva, una confesión, se va haciendo país. Ese fútbol de “amiguetes”, el de toda la vida, de dinastías dominantes que se aparean sin descanso institucionalizando sus privilegios.
En ocasiones, estas clases privilegiadas son un auténtico motor de conciencia de clase. No sé si Donald Trump y Mauricio Macri son conscientes que están creando más “bolivarianos” de los que realmente hay. Muchos que no lo han sido en su vida les entran dudas de si a lo mejor lo son y no se habían dado cuenta. Se sabe que existe un arte especial para saber “irse”. Macri se ha despedido de la patria con elegancia. Que talento. Se lo merece. Se va a dar un respiro. Nosotros también. Una suerte de reposo del alma. Ha dejado atrás ese instante donde sufrió el delirio de creerse eterno. Se queda con el fútbol. Pura desesperación. Pura desesperanza. Hay que lavarle la cara a la dureza. En el retrato de una sociedad que ya no existe, el fin del mundo, dice el poeta, no llegará con una explosión, sino con un gemido.
(*) Ex jugador de Vélez y campeón Mundial Tokio 1979.