La ilusión como fusil. Bajo esa impronta, parafraseando a Raúl Carnota, el pianista cordobés Matías Martino recuerda que se radicó en Capital Federal a sus 21 años, edad en la que conoció a Hilda Herrera y sintió que su vida dio un giro radical. Fue como estudiante de la CIMAP (Creadores e Intérpretes de Música Argentina en Piano), comandada por la vieja maestra, en clases que fueron mucho más que clases. La historia del típico estudiante del interior que viaja a la gran ciudad se convirtió en algo inesperado.
“Hilda era alguien con talento y autoridad, me hablaba de la música folklórica argentina como lo más importante. Ahí encontré mi estilo, mi manera, aunque muchas veces por supuesto confrontando posiciones”, suelta el pianista hoy de 38 años, que está por presentar el martes, en Café Berlín, su disco Mordento grabado en vivo en el CCK, una gema musical de piano solo donde versiona temas tan diversos como “Danza del guacho matrero”, de Alberto Ginastera, a “Pollerita colorada”, carnavalito que inmortalizó Mercedes Sosa.
Las clases de Hilda Herrera, reflexiona Martino, asentaron aquella ilusión en su gesta irreverente como artista más que en el de la adoración acrítica hacia la maestra. “Hilda no caía con el librito debajo del brazo, había ida y vuelta. Era generosa y con un gran conocimiento, aprendí mucho. Pero por un lado te alentaba a que encuentres tu propio estilo y por otro te bajaba una línea estética. Ahí fue donde me pude plantar: eso me llevó a escuchar mi voz interna. Digamos que tuve que desobedecerla para encontrar un camino desconocido”, remarca con simpatía Martino, que trabaja actualmente como pianista del Chango Spasiuk y Pedro Aznar.
No fue sino el punto de partida, una tensión que reconoce “nutritiva” y que tal vez para otros estudiantes pueda resultar un simple laudo en su currículum. En la creación de un sólido y dinámico lenguaje pianístico al servicio de una idea heterodoxa de música argentina, Mordento expresa una combinación de recursos expresivos –con su bagaje de música clásica pero también con su notable estudio de la música regional argentina– en la interpretación sutil de cada tema, destacándose un momento litoraleño con “Los inundados” de Ariel Ramírez y “Soñé que estaba contigo” de Pedrito Montenegro.
“El chamamé es algo para mí cercano. Una de mis primeras inquietudes fue pasar esa música por el piano y que salga sanita en el cambio de tímbrica, dado que el piano no es un instrumento idiomático del género. Logré que no pierda su carácter, y lo pude nutrir a partir de mis participaciones en proyectos como aquel añorado Quinteto de Nini Flores, y también haber compartido tanta música con el querido Chango Spasiuk”.
¿Qué es el estilo? ¿Cómo un pianista joven puede hoy invocar la enorme tradición de la música popular sin sentirse esclavo de ella? Eran preguntas que en su época se hicieron otros revolucionarios del piano folklórico como Adolfo Ábalos, Manolo Juárez y Eduardo Lagos, algunos referentes de Martino. “En la música el estilo es algo que se escucha, no que se pone en palabras”, enfatiza, con cierta timidez. “Uno se define por ciertas preferencias. A mí me gusta dar en el piano unos toques de staccato y salir con lo rítmico para adelante, manejar los tempos de modo vertiginoso. En ese sentido mi disco Mordento, que es una indicación musical que encontró mi amigo Nino Laisné en la partitura de Ginastera de ‘Danza del gaucho matrero’, supone una interpretación aguerrida, intensa y de humor comprometido”.
A Matías Martino, como todo pianista obsesionado por su sonido, le cuesta escucharse en vivo. Pero cuando escuchó la grabación de su concierto en el CCK del 2 de febrero de 2022 –su primer concierto “grande” después de la pandemia y en el que participaron como invitados el percusionista Nicolás Gaggero y la cantante Maggie Cullen–, que contó con la ayuda de Rolando Obregón en la mezcla del audio, sintió una liviana emoción. “Toqué obras que pertenecen a mis dos primeros discos, como por ejemplo el arreglo de Horacio Salgán del tango 'Por la vuelta'. Por otro lado, en este disco interpreto materiales nuevos que trabajé en tiempos de cuarentena, como los de Alberto Ginastera, ‘En Séptima’ de Remo Pignoni, y algunos nuevos arreglos propios en el abordaje de los ritmos folclóricos como ‘Pollerita colorada’ o la chacarera de Hilda Herrera ‘La huesuda’”.
Los primeros sonidos del piano empezaron a sus ocho años, con la maestra María Cristina Bergero en su pueblo de San Francisco. Empujado por sus padres, tocó órganos eléctricos hogareños, y aprendió el inabarcable repertorio “clásico” pero rápidamente renunció a los pergaminos del concertista. Se lució en los escenarios folklóricos cordobeses, en los que formó un grupo con sus hermanas gemelas. Luego llegaron Hilda Herrera, la interpretación de la música folklórica de Horacio Salgán junto a Juan Pablo Navarro y Tiki Cantero en un trío como herramienta expresiva, el acompañar a Cecilia Todd en sus presentaciones en Argentina y trabajar un tiempo junto a Jairo, una voz que siempre estuvo presente en el hogar familiar.
“Me encanta acompañar desde el piano a las voces cantoras, es un acto de gran sensibilidad”, destaca Martino, que no reniega en pasar del solista al grupo, del arreglador al acompañante. “Hoy trato de ir alternando los diferentes frentes que me conforman y entendiendo que soy un poco de todo eso, no busco la pureza en mi carrera” Este año saldrá un disco de Maggie Cullen, donde se estrenará como productor y arreglador; y en los próximos meses también se editará un álbum del Chango Spasiuk, donde –cuenta– hizo un minucioso trabajo de desgrabar su música y dejarla plasmada en una serie de arreglos para piano solo. Martino, que en lo personal y lo que tiene que ver con su proyecto, tiene por delante la grabación de un disco que será el volumen dos de El otro Salgán, asegura, para terminar: “Me gusta sentirme convocado en un nivel pianístico que ponga en jaque mis conocimientos, que me sacuda”.
Matías Martino presenta Mordento el martes 4 en Café Berlín, Av. San Martín 6656. A las 20.30.