Luego de 20 años de peritajes, terminó la excavación arqueológica en el Pozo de Vargas, en Tucumán, el lugar que eligió el genocida Antonio Domingo Bussi para intentar borrar los rastros de sus crímenes durante la última dictadura.
Uno de los integrantes del equipo de antropólogos que trabajó en la fosa común, Ruy Zurita, contó en diálogo con AM750 cómo comenzó el proceso de excavación en 2002.
"En aquel momento era parte de las memorias populares, una especie de mito. El primer punto pericial era encontrar el pozo para ver si era real que estaba", recordó Zurita este jueves.
El equipo de antropólogos que trabajó durante 20 años en el pozo del mayor genocida del norte argentino encontró los restos de 149 personas y, de esos, identificó a 116. Según explicó Zurita, la estrategia de los represores fue borrar la existencia del pozo y cambiarle el aspecto para que no fueran reconocidos por posibles testigos, al punto tal que en el lugar había un campo de limones.
"Por el tiempo que pasó, hablamos de casi tres años de uso permanente, uno puede determinar que hubo distintos grupos, modalidades y patotas de movimientos. Hay gente que fue tirada individualmente y personas tiradas y atadas de a cuatro envueltas en bolsas de plástico", detalló en diálogo con Aquí, Allá y en Todas Partes.
Por último, habló sobre la reparación que implicó la identificación de quienes fueron enterrados en el lugar para familiares y amigos de desaparecidos: "Saber dónde llevar una flor, a dónde ir en un cumpleaños o fecha especial, se nota que a muchas familias las ha ayudado a recuperarse hasta de afecciones físicas", concluyó.