Alguna vez Victoria Ocampo afirmó que “la presencia real de los seres nos enseña sobre ellos más de lo que pueden transmitir los libros”. Y Borges, con esa sorna supuestamente inocentona que empleaba en respuestas irónicas, contundentes como el hacha, replicó: “Si lo que nos enseña la presencia real no puede comunicarse a través de los libros o de las conversaciones, la observación de Victoria puede ser justa, pero no nos lleva a ninguna parte”... Y remató: “Aunque nunca se sabe si el escritor ha escrito lo que sintió o vivió, o bien lo que hubiese querido sentir y vivir...” Luego de cambiar el aire, continuó el bardo en formato monólogo apoyándose en Homero, Emerson, Stevenson, Wordsworth y otros admirados, y ya, por fin, arrojó la última tierra apisonándola con la pala sepulturera...
En fin, que valga este caprichoso prefacio para referirnos a Alejandra Tenaglia que, como artista cabal, con alegría y seguramente sin quererlo, se presenta, en modo fáctico, como prueba de lo que Victoria quiso ejemplarizar. Nace nuestra heroína en Argentina. No en Buenos Aires, ni La Plata, ni Córdoba ni ciudad alguna donde las cosas estén más a mano en cantidad, variedad y calidad. No surge Alejandra Tenaglia en un punto de nuestro país que se destaque por sus montañas o sus ríos o el amplio mar. Nace en uno de los tantos pueblitos que se extienden por el llano horizonte de la pampa húmeda, en Chabás, unos 80 kilómetros al sur de Rosario, donde unos pocos poseen grandes extensiones de campo y el resto despunta, bajo esa sombra, todo tipo de emprendimientos que permitan la subsistencia y hasta un poco más, si hay esfuerzo. Los chabasenses son unas 8 mil almas que gozan todavía de las ventajas con las que cuentan las familias grandes: se conocen, se valoran, se ayudan. Claro que también el chisme se adueña de las esquinas, y ver pasar la vida de los demás y narrarla suele ser actividad principal. Pero hay que apuntar la falta de oportunidades para muchas áreas del desarrollo personal que empuja a sus pobladores hacia otras ciudades; o más allá en suelo extranjero.
Entre las personalidades que se han destacado en Chabás, se puede mencionar al conductor de autos de carrera Oscar Cabalén, que compitió con los famosos hermanos Gálvez; a Héctor Cuper, exjugador de fútbol y actualmente entrenador del seleccionado de Siria; y, por sobre todo, el famoso periodista Américo Barrios, de descollante actividad nacional en los medios de comunicación y la política.
Ubicada en esta realidad y llevando en sus espaldas una tragedia familiar que le arrebató sus hermanos y su padre, Alejandra Tenaglia crece afanosa y con criterios más amplios que los comunes. Estudia para saber, no para cumplir fórmulas. Es asidua concurrente a la biblioteca popular que tapiza sus anaqueles con más de 30.000 libros. Trabaja para terceros, pero también en forma independiente. Monta un kiosco, instala luego un ciber, da clases particulares y corrige tesis, libros y todo texto que le anteponen, sin saber siquiera que eso significa una cualidad diferencial. Por otra parte, lee y escribe con fervor casi desmedido. Por ello, fundar un periódico casi que fue lógico, una decantación de su energía y su necesidad de ampliar las márgenes de los intereses cotidianos; y generar un espacio donde también otros puedan expresar sentires, generar propuestas y planes superadores en beneficio de la comunidad. Lo llama “El Observador”, haciendo hincapié en la intención de mirar la vida en profundidad. Las páginas van apilándose y se transforman en trampolín hacia Europa; gracias a ello Alejandra Tenaglia recorre las tierras de Cervantes, boquiabierta y con los ojos húmedos; cruza a París, recorre sus entrañas en bicicleta y en bicicleta llega a Pére Lachaise donde llora a moco tendido ante las tumbas de Proust y Oscar Wilde. A su regreso, con el deseo ferviente de seguir cumpliendo sueños, ella ordena sus prioridades y escribe su primera novela, “Viaje al principio de la noche”, que publica en Buenos Aires la editorial Muerde Muertos y se convierte en la “escritora” de su suelo natal. Allí vuelve a apostar, a pesar de las carencias, las privaciones que implican para un artista no residir en Buenos Aires. Con el afán de nuevos desafíos penetra en el aire de las FM. Y es así como “El Observador” de papel pasa a ser “El Observador Radial, FM 96.1”. Ya hecho el trámite correspondiente, cuenta con la Resolución del Enacom que le confiere la licencia. Y se rodea de columnistas de las más variadas geografías, pero de innegable calidad: el periodista deportivo porteño Sebastián Muape, el cinéfilo marplatense Ariel Urrizaga, la mendocina Ana Guerberof corresponsal desde Europa; más el equipo de Chabás y la región: Romina Bianchini, Martín Cardinale, Evangelina Blua, Carlos Bonino, Martín Ríos, el meteorólogo Matías Infante, la escritora Beatriz Fiotto, la licenciada en política Inés Castagnani y Nicolás Villanova, co-conductor que además opera la radio. El éxito de la emisora en sus programas principales es tal que genera el más querido de su conductora: “Texto sentido”. Allí, Alejandra Tenaglia anida su recreo más precioso: lee cuentos, poemas, fragmentos de novelas, biografías, historia, y departe sobre escritores. Entretanto, con alegría y firmeza sigue trabajando en sus nuevas novelas, demostrando que aquello de “querer es poder” es una realidad absoluta para quien, a pesar de los obstáculos naturales, ha conseguido ser profeta en su propia tierra.