Un equipo de científicos y científicas del Conicet obtuvo en el laboratorio células que cuentan con una singular capacidad para activar la respuesta inmune. En los próximos meses, comenzarán los ensayos preclínicos que evaluarán sus cualidades en muestras de tumores, con el objetivo de que estas puedan reconocerlos y, en última instancia, consigan eliminarlos. Como se sabe, gracias a la experiencia recolectada durante la pandemia de la covid, si todo sale bien, el próximo paso será comprobar su seguridad y eficacia en pacientes con cáncer.
La investigación fue publicada en Cell Reports y fue realizada en base a un trabajo conjunto entre el equipo de Jorge Geffner, referente del Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA y el de Gabriel Rabinovich, líder en el Instituto de Biología y Medicina Experimental, ambos del Conicet. A partir de estos avances que llevan adelante los grupos, el horizonte es claro: que se beneficie la mayor cantidad de pacientes. “Sinceramente, hacemos ciencias biomédicas para poder cambiar el paradigma y transformar un aspecto de la sociedad. Queremos lograr que menos gente sufra, que más personas vivan más y que lo hagan libres de la enfermedad”, cuenta Rabinovich, destacado y multipremiado investigador en el rubro.
Las células dendríticas como llave
Estás células estimulan la inmunidad adaptativa y, de acuerdo al próximo paso, serán probadas en modelos experimentales in vivo. Están presentes en los diferentes tejidos del organismo y son las protagonistas más destacadas porque son las responsables de activar a los linfocitos T, que cumplen un rol protagónico en la defensa del organismo frente a las infecciones y a enfermedades como el cáncer.
Como si fuera poco, tienen una ventaja crucial: pueden ser creadas mediante procedimientos sencillos desde la mesada del laboratorio. A partir de una muestra de sangre, se purifican monocitos (células de la inmunidad innata) y se genera su diferenciación en presencia de citoquinas (proteínas que controlan el crecimiento de otras células del sistema inmunitario). “Las células son obtenidas de una manera muy simple. A partir de una extracción de sangre de un dador cualquiera, se purifica un tipo celular particular denominado monocito. Son cultivados durante seis días con distintas citoquinas o medios condicionados y luego de ese lapso es posible diferenciar células dendríticas”, amplía Geffner. Y continúa: “Nuestro aporte es que obtuvimos unas células dendríticas con gran capacidad de despertar respuesta inmune a partir de lo que observamos en ensayos in vitro”.
Este trabajo es una nueva contribución en el campo de la inmunoterapia activa. El enfoque puede implementarse como complemento de otras técnicas más tradicionales (como quimio y radioterapia), y plantea un desafío innovador: no eliminar directamente al tumor mediante técnicas externas, sino entrenar al propio organismo para que este lo haga por su cuenta. Así, emerge un gran abanico de tratamientos que buscan ejercitar a las defensas del cuerpo para que reconozca al agente anómalo, lo ataque y lo elimine.
“Las células críticas para destruir al tumor son las células de inmunidad adaptativa. El único tipo celular capaz de activar a estos linfocitos T son las células dendríticas. Es una perspectiva muy interesante que dentro de poquito vamos a empezar a explorar en modelos in vivo”, subraya Geffner.
¿Futuras vacunas?
“Sabemos que la inmunoterapia ha revolucionado el tratamiento de los pacientes con cáncer aumentando la respuesta inmunológica sacando señales inhibitorias del microambiente tumoral. Sin embargo, muchos pacientes son resistentes a esas terapias. Precisamente, lo que este trabajo trata es de aumentar la inmunogenicidad de esas células dendríticas, hacerlas más poderosas en base al empleo de inhibidores del metabolismo”, expresa Rabinovich.
En este marco, el horizonte está colocado en las denominadas “vacunas a células dendríticas”. Las células son las responsables del proceso que pone en marcha y orienta la respuesta inmune adaptativa. Bajo esta premisa, si los pacientes inmunológicos fueran inmunizados con sus propias células dendríticas (con antígenos tumorales), podría constituir una línea de trabajo exitosa para eliminar el tumor. A la fecha, aunque su eficacia ha sido probada en ensayos clínicos para cáncer de próstata, mama y ovarios (entre otros) los resultados obtenidos no han sido los esperados. ¿Qué sucedió? Los tumores, lejos de amilanarse frente a las células transferidas, consiguieron sobreponerse y anular las defensas. Así, se siguieron expandiendo, más allá de las defensas inducidas mediante la vacuna.
Frente a este panorama, el desafío para Geffner, Rabinovich y compañía será conseguir células dendríticas que conserven su capacidad inmunogénica, más allá de la resistencia y el manejo que puedan efectuar los tumores. Así, a partir de este trabajo inicial del equipo de especialistas de Argentina, podrían sentarse las bases fundamentales para un diseño vacunal más ajustado a las necesidades de los pacientes.
Una historia de combate al cáncer
Aunque en muchos casos se crea que el cáncer es una enfermedad moderna, se trata de uno de los males que han acompañado el origen y el avance de la humanidad. De hecho, hay signos de la enfermedad en restos fósiles y momias distribuidos en diversas latitudes del planeta. Como casi siempre, la primera referencia de su aparición se localiza en la Antigua Grecia y la época de Hipócrates. Unos 400 años antes de Cristo, esta afección recibía el nombre de “Karkinos” (cangrejo en griego), porque el tumor y el racimo de vasos que caracterizaban a los organismos de los enfermos se asemejaban a la fisonomía del animal.
En el presente, bajo el paraguas de la denominación genérica de cáncer, se identifican más de 150 tumores, que orientan derroteros muy distintos en cada uno de los pacientes. El denominador común: son las células del propio cuerpo que mutan genéticamente y se multiplican sin control en una metástasis que coloniza hasta los tejidos más distantes.
Una mala y una buena noticia con respecto a las cifras actuales. La mala: el cáncer es la principal causa de muerte en el mundo; de hecho, en 2020, provocó el fallecimiento de 10 millones de personas: tres millones más si se compara con las defunciones que ocasionó la pandemia de la covid desde su inicio. La buena: muchas personas pueden recuperarse si se detectan a tiempo. Según el Instituto Nacional de Cáncer, la tasa de mortalidad (defunciones cada 100 mil habitantes) que en Argentina estima el riesgo de morir por la enfermedad disminuyó en hombres y mujeres: si en 2002, la tasa brindaba un cociente de 130 en hombres y 91 en mujeres; en 2019, esas cifras bajaron a 110 y 84 respectivamente.