Joana Gieco y Alejo León fueron parte durante un tiempo de la banda solista de Ricardo Iorio. Ella como tecladista, él como guitarrista. La experiencia duró lo que duró -siete años, días más, días menos- pero ambos decidieron permanecer juntos en esto de hacer música. El primer paso por fuera de la órbita Iorio lo dieron cuando León –el padre de Joana, no Alejo- los convocó para ser parte de la nueva versión a dobro y acordeón de “Canción de amor para Francisca”, que se realizó vía streaming para conmemorar el último Día del Estudiante Solidario. Luego volvieron a confluir durante los festejos por los setenta años de don Gieco, y ahora les toca en suerte una tentadora fecha juntos, que activarán el domingo 9 de abril a las 20 en el Café Berlín (Avenida San Martín 6656). 

“La idea de hacer un recital juntos en formato acústico nació a mediados del año pasado cuando durante una charla casual dijimos 'por qué no'”, conduce Alejo hasta el momento en que ambos decidieron bajar los decibeles que los habían unido en torno a la banda solista del ex Hermética, y plantear un repertorio bajo en sonido y alto en improvisación. “Salimos un poco de la distorsión, y hacemos versiones de temas que nos gustan, en las que dejamos espacio a la espontaneidad del momento, más algunos temas propios de Joana o de mi autoría, reversionados mayoritariamente con piano de cola y guitarra acústica”

-Un concierto íntimo, “de entrecasa”... ¿Cuál fue el motivo para encararlo así?

Alejo León: -El de mantener la pureza de los instrumentos que amamos, sin procesamiento digital, ni pistas artificiales. Mantener la esencia real.

Joana Gieco: -Así es. Va a ser un show básicamente instrumental, acústico y bastante experimental, ya que hay momentos que se abren a la improvisación. Lo que proponemos con Alejo, en síntesis, es un sonido acústico que pasa por distintos matices y estilos musicales.

Alejo es un muchachito de 22 años que nació en Jáuregui, Luján, y aún vive allí. Y es un guitarrista de oído fino, autodidacta, cuyo bautismo de fuego se le dio en grande cuando el guitarrista Claudio Marciello no solo lo felicitó por un video que había subido a Youtube, sino que le propuso tocar como invitado de Almafuerte, cuando la banda cumplió veinte años y el “Tano” tocaba en ella. “Para mí es muy fácil tocar con Joana, ya que es una gran pianista con formación académica y con una amplia cabeza musical, que se desempeña velozmente. Es una gran arregladora que hace fácil y divertido el trabajo en conjunto”, dice Alejo, que compartió con Gieco chica giras y grabaciones como parte de la banda solista de Iorio, entre ellas la de Avivando la llama de la ley natural, disco doble del fundador de V8. 

Alejo atesora además dos discos propios junto a Facundo, su hermano mayor, en bajo y el baterista Eddy Hain –el acústico-instrumental Laniakea y Ofanin- y toques rabiosos como invitado de ANIMAL y Jeriko. “Con Alejo tenemos una química especial, porque compartimos un sentimiento musical parecido y a menudo pasa que cuando uno encuentra a alguien que comparte los mismos gustos, comienza a sentirse identificado no solo con eso sino también humanamente. No hay una explicación muy lógica de por qué pasa, pero pasa”, asegura la cantante, compositora y tecladista.

Hace mucho que Joana toca. Desde siempre, tal vez. Su trayecto a la fecha incluye una prolongada labor como docente en el proyecto “Orquestas infantiles y juveniles” de CABA (función que cumple desde 2008); su participación en Anya, banda que activó década atrás junto a la guitarrista Karina Alfie; la era Iorio, en la que grabó teclados en Atesorando en los cielos y Avivando la llama de la ley natural; y dos discos como solista: Interpretación, poblado integralmente por obras pianísticas clásicas y Vidala del monte, su gran mojón en el camino. Este disco producido por su padre y grabado junto al proyecto Chulpa, que la música armó con músicos de La Quiaca, se referencia en la vidala epónima recopilada por Tomás Vázquez, que León había grabado en el extraordinario De Ushuaia a la Quiaca, con Joana a su lado, metida en un moisés. 

“Debe ser por eso que siento ciertas canciones como totalmente familiares”, ríe aquella niña que hoy tiene cuarenta años, y que por supuesto volvió a ese lugar, pero por iniciativa propia y bajo el propósito de dejarse empapar in situ por los cantos en coplas de carnaval. “Soy admiradora de todo el trabajo de recopilación y valoración de bagualas y vidalas que hizo Leda Valladares, quien dijo que los músicos de rock van a ser los herederos de este canto ancestral y delirante… ahí está toda la explicación. En un punto hay una unión en el mensaje de estos dos estilos. Al cabo, yo nací en cuna de folclore y rock al mismo tiempo, y eso me llevó a continuar el camino”.

-Un camino que te impidió instalarte definitivamente a vivir en el campo, como deseaste alguna vez. ¿Cómo está ese péndulo vivencial entre campo y ciudad?

J. G.: -Es un péndulo inevitable, ya que parte de mi familia es de Cañada Rosquín, pueblo ubicado en medio del campo en la provincia de Santa Fe, donde viví partes de mi vida desde siempre y tengo una unión con el lugar que no se borra, aunque pase mucho tiempo en la ciudad. Muchas veces quise quedarme definitivamente allí en Cañada, es cierto, pero mi actividad y mi carrera se forjaron en Buenos Aires, así que terminé yendo y viniendo.

-Hablando de familia paterna: ¿Te pesa el apellido? ¿Cómo convivís con él?

J. G.: -Lo llevo con orgullo, porque es el apellido de una persona que siempre hizo y hace el bien, más allá de lo musical y de que sea conocido y expuesto a opiniones diversas y de gustos, algo que a mí no me importa. La verdad es que dudo de muchas cosas en la vida, pero si hay algo de lo cual no dudo es de mi propia familia.

A. L.: -Y déjenme decir que el factor humano es muy importante en la música. Tanto Joana como su familia son de una humildad y una calidad humana admirables.

J. G.: -Como en cualquier familia normal a veces hay peleas, discusiones o encontronazos pero en general abunda lo positivo. Con mi papá compartimos muchos pensamientos y formas de ver la vida. También gustos musicales y sobre todo el humor. Tenemos mucho respeto uno del otro y, si bien compartimos alguna que otra actividad musical juntos, cada uno hizo y hace sus cosas por separado, porque personalmente siempre me manejé independientemente de él en el tema musical. Nunca me interesó ni me interesa utilizar el peso (en el buen sentido de la palabra) de mi apellido para ningún fin en particular. Eso me parece de mediocre.