Era 1984, y la tecnología más impresionante era la Commodore 64, que en Argentina fabricaba Drean, la misma firma de lavarropas y heladeras. Cómo no nos iba a impresionar ese T-800 con el cuerpo de Arnold Schwarzenegger, que llegaba del futuro para asesinar a quien sería la madre del líder rebelde. Enviado por una corporación llamada Skynet, cuya inteligencia artificial se había rebelado contra los humanos que la habían creado y tras una rotunda masacre los tenía dominados y esclavizados.
Desde aquel 1984 en el que había que patear varias cuadras para conseguir un cospel de teléfono se han hecho seis películas, una serie televisiva, dos webseries, tres parques temáticos, infinidad de videojuegos y libros e incontables referencias en otros productos culturales, renovadas por Matrix en el fin de siglo. Todos giran sobre lo mismo: la inteligencia artificial, las máquinas, llegan a la conclusión de que los humanos somos una panda de idiotas que destruyen todo lo que tocan, y toman el control y nos hacen pelota.
Pero parece que nadie vio Terminator.
La relación del ser humano con la tecnología anda cada vez más enrarecida. Hubo un tiempo en el que resultaba extraño escuchar a Natalie Cole cantando junto al fallecido papá Nat, o a The Beatles rescatando una grabación de John Lennon para el Anthology, o la gira con el holograma de Ronnie James Dio o Michael Jackson y se pueden seguir hilando ejemplos. Hoy aparece una perfecta imagen fake del Papa con camperón blanco y unos cuantos se comen la curva. Locutores y locutoras observan con asombro los elogios al programita que imita una voz humana, como si su labor no implicara unas cuantas cosas más que lo formal. Como quien cocina un guiso, se meten un par de ingredientes de información y voilà, la deslumbrante IA saca un perfecto símil de lo real.
Cuando todavía no se pudo poner coto a la rozagante industria de las fake news, las herramientas tecnológicas pueden estar al servicio de intereses horribles: si los expertos en mentir han conseguido que un titular, un recorte, una imagen torpemente manipulada se convierta en posverdad y sea repetida en corito convencido, mete auténtico miedo el efecto que pueden llegar a conseguir cuando la frontera entre realidad y ficción aparece cada vez más arrasada.
Desde sus primeras herramientas, desde el primer gran salto que significó la rueda, al ser humano le fascinó la tecnología. Pero la aceleración de los últimos años es como un equipo Red Bull que avanza a una velocidad que borra el paisaje. Y el paisaje tira señales, pero ya no se pueden ver, ya no se quieren ver. El circo hace reales las piruetas imposibles. El ser humano está dispuesto a dejarse engañar. Hasta Elon Musk salió a decir que es momento de meter una pausa, y quizás haya un relumbrón de conciencia. Mientras tanto, en las sombras digitales, el T-800 pronunciará su más célebre frase: I'll be back.