Los músicos ya están plantados sobre el escenario del Luna Park, suenan los primeros acordes de "Densa realidad" y en la enorme pantalla de fondo, la sonrisa de Federico Moura, eternizada en blanco y negro, bien puede competir con la de Gardel. Entonces Julio Moura canta: "Quiero ver mi ciudad que levante la cabeza / Que reciba el rock / Que estimula ondas más nuevas / Para juntos practicar / Nuevas formas de encarar / Esta densa realidad, oh". En apenas un minuto de show de Virus ya quedaron planteadas varias sensaciones contradictorias, que no sólo tienen que ver con la banda sino con el rock, con la industria musical, con el modo de pararse frente al paso del tiempo y, sí, con una realidad que sigue siendo densa aunque de otro modo.
En los demos anteriores a su primer disco, Virus titulaba "Mi ciudad" a la canción con la que 43 años más tarde abrió el show en el Luna Park. Ese nombre con dejo tanguero era provocador igual que la letra, pero desde el presente se torna inevitable reconfigurar ambos: ya no hay "negros, grises y azules" que "dominan calles", y Buenos Aires (y el mundo) no sólo recibió al rock sino que lo vio explotar, evolucionar, permear e imponer ideas diferentes, dominar el mercado de la música, ser fiesta y tragedia, y hasta encarar la curva descendente en cuanto a creatividad y trascendencia.
En ese punto, y para el que quizás haya sido su show más convocante desde la muerte de Federico Moura en 1988, Virus se asentó en un costado nostálgico que dejaba trasuntar una melancolía a la que la banda le escapó durante décadas. En la primera parte del concierto eso fue más notorio, al igual que un cambio de dinámica en el interior del grupo: desde el último regerso, Marcelo Moura ya no es "la voz cantante" sino que se reparte ese rol con su hermano Julio, quien se planta frente al micrófono en casi la mitad del repertorio. Y no deja de ser paradójico, porque Virus peleó mucho para imponer a Marcelo como vocalista cuando ya no estuvo Federico. Julio, eso sí, eligió canciones que le sientan bien a su voz, como "Dame una señal", "Superficies de placer" (de la que hizo la segunda parte en portugués) o "Pronta entrega".
Pero como si no alcanzara con repartirse el rol de vocalista entre Julio y Marcelo, Virus tomó la decisión de recuperar la imagen y la voz de Federico en "Dicha feliz". Ese gesto, que hace unos años hubiese significado poco menos que la crucifixión, hoy está completamente validado después del "Gracias Totales - Soda Stereo" que hicieron Zeta Bosio y Charly Alberti, y también por el uso indiscriminado del recurso que emplean los músicos urbanos a la hora de poner los "feats" sobre el escenario. Pero, claro, hay que competir vocalmente con un Federico eternamente joven en el video, con ese magnetismo que el paso de los años sólo hizo crecer hasta tornarse bronce, y encima cantando "que la dicha invade mi felicidad / me estoy sintiendo bien en cuerpo y alma"...
Para ese momento, ya había pasado Manuel Moretti, líder de Estelares, emocionado por la convocatoria a compartir "Me puedo programar", y Marcelo y el baterista Mario Serra habían dejado a Julio como único histórico sobre el escenario para "¿Qué hago en Manila?". Y también había sonado "Imágenes paganas", un verdadero himno del rock argentino. Lo que vino después de esa primera "intervención" de Federico fueron "momentos íntimos" de cada uno de los Virus originales. Marcelo eligió "Despedida nocturna", el tema que la banda le dedicó a su otrora cantante en sus últimos días, en versión con Patricio Fontana en piano y Ariel Naón cambiando su bajo por el cello. Julio optó por "Transeúnte sin identidad", que hizo con una Telecaster y un efecto de eco como única compañía. Y después de un interludio un tanto extemporáneo, Mario Serra regresó con un solo de batería, tan aplaudido como innecesario.
A todo esto, el público permanecía sentado, como si no entendiera del todo la evolución del show. Que Julio encarara "Los sueños de Drácula" sin su hermano en el escenario continuó con ese estado de extrañeza, pero cuando volvió Marcelo los bríos fueron otros: "Amor descartable" levantó a todos los presentes, que de ahí en más sólo amagaron con sentarse, para entregarse de inmediato a la certeza de que la seguidilla de hits inoxidables no permitiría descanso.
La conformación de esa multitud que agotó las entradas también resultó curiosa: por lo menos la mitad de los presentes nunca vio a Virus con Federico, pero en la puerta del Luna Park se vendían más las remeras con su rostro que las del tridente actual. Y cada vez que el cantante original regresó a la pantalla, todo se encendió: primero fue en "Amor descartable", justamente, con la imagen tripartita (otro recurso que habían usado Bosio y Alberti) para los hermanos Moura, y más adelante con "Hay que salir del gujero interior" (con aquel famoso "Hay que sacarse la ropa interior" de Federico en el comienzo). En medio, "No va más" y "Lugares comunes" mantuvieron al público con el espíritu celebratorio que había ido a buscar y hasta entonces se había hecho difícil encontrar. Y entonces subió el otro invitado de la noche, Benito Cerati, que se olvidó de la letra de "El probador"... Marcelo le salvó las papas, hasta que en la segunda vuelta el joven cantante acertó con los cuatro versos y el estribillo que le tocaban.
"Destino circular", la mencionada "Hay que salir del agujero interior" y "Wadu Wadu" cerraron el set antes de los bises, en los que definitivamente el público se entregó al disfrute: Julio cantó "Mirada speed", Marcelo recibió la andanada de caramelos amarillos de parte de la platea en "Luna de miel en la mano" y el cierre con "Carolina" les recordó a todos aquella época en que se podía ser "demasiado rockero para el facha de Rainiero". Pero, de vuelta al presente, a ese rock and roll movilizador de los españoles Los Kwai incluido en Agujero interior -en el que cruzaron solos de guitarra Julio y Agustín Ferro-, Virus le pegó un outro instrumental de "¿Qué hago en Manila?". Otro gesto melancólico, como para que regresaran todas las sensaciones del inicio.