Pablo Vio tiene 32 años, es comunicador y creativo publicitario, y una de sus pasiones es viajar. “Entender otras realidades y conocer otras personas me ayudó en el proceso de sanación”, asegura. Junto a nueve excompañeros, denunció a las autoridades del Colegio del Salvador y de la Compañía de Jesús como “partícipes necesarios de abuso sexual, corrupción de menores y encubrimiento agravado”, por hechos cometidos por el excura César Fretes (fallecido en 2015), entre 2001 y 2002.
En diálogo con Página/12, Pablo reflexiona sobre la resignificación del trauma por abuso sexual infantil (ASI) y la importancia de garantizar “espacios respetuosos y empáticos de escucha” para las víctimas. “Somos sobrevivientes en búsqueda de justicia. Luchamos para que ninguna otra infancia pase por lo mismo”, remarca el joven.
--¿Qué edad tenía en ese momento?
--Tenía 11 años y cursaba sexto grado.
--¿Cómo sucedieron los hechos?
--César Fretes se desempeñaba como tutor de sexto grado y todos los años estaba a cargo de 70 chicos. En general, los tutores estaban autorizados a sacarnos del aula en horas de clase para hablar de cualquier tema personal, familia, materias, etc. Fretes aprovechaba su rol de “guía espiritual” para generar confianza con los alumnos, manipularlos y finalmente perpetrar los abusos. Ese era su modus operandi.
--¿Cuánto tiempo trabajó Fretes en el colegio?
--Comenzó a trabajar en 1995. Dos años después le dieron el cargo de tutor y ahí permaneció hasta que decidieron trasladarlo, en 2003. Dentro de ese período, sólo en el 2000 no estuvo en el colegio porque había viajado a Venezuela y a Colombia para realizar su “Tercera Probación”.
--¿A dónde y por qué lo trasladaron?
--A la provincia de Mendoza. El colegio quiso evitar un “escándalo”, luego de que ese año una familia informara a los directivos que su hijo había sido abusado por Fretes. Previamente, en 2001 y 1998, otras familias también habían advertido a los directivos sobre las conductas de esta persona. Fretes presentó su renuncia al colegio en marzo de 2004.
–¿Las autoridades les comunicaron el motivo del traslado?
–No. Frente a los reiterados abusos cometidos por Fretes, el colegio optó por guardar silencio. Nunca avisaron a las familias, ni a los docentes, ni recurrieron a la justicia. La comunidad de Mendoza tampoco fue alertada. Incluso, el entonces provincial jesuita, Alfonso Gómez, le agradeció por su “valioso servicio” prestado durante esos años.
--¿Cómo siguió para ustedes la vida en el colegio?
--Comenzó a correr el “rumor” sobre los abusos… Hacíamos “chistes” entre compañeros. Con los pibes lo hemos charlado bastante, entendemos que esa especie de “bullying” venía de las ganas de poder contar lo que nos había pasado, sin caer en el lugar del miedo y la vergüenza. Aclaro, no justifico ningún tipo de bullying. Quizás inconscientemente, queríamos que algún adulto responsable escuchara el "rumor" y tomara cartas en el asunto. De todas formas, el colegio prefirió seguir manejándose con total hermetismo. Cuando comenzamos la secundaria el tema se fue “tapando”. Pero era como una olla a presión que, en algún momento, se iba a destapar.
--Y finalmente se destapó…
--Sí. Pasaron los años, entramos en la etapa adulta y cada vez había más información sobre estos temas, ya sea en películas, noticias o historias de personas. El proceso de resignificación del trauma por abuso sexual es larguísimo. No fue fácil, tuve momentos de angustia, de dolor. Durante mucho tiempo estuve enojado conmigo mismo por “haber permitido” que eso pasara. La sociedad silencia a las víctimas haciéndoles creer que fue su culpa. Yo me animé a hablar 17 años después, mi hermano fue la primera persona en escucharme. Luego, en la cena de Navidad de 2019, me junté con unos excompañeros y ahí encontré a una persona cuya familia había sido la que denunció a Fretes en 2003. A los dos o tres meses, uno de mis mejores amigos, Gonzalo Elizondo, me dijo que quería contarme algo y resultó que él también había pasado por esa situación.
--¿Qué pasó luego de ese encuentro?
--Con Gonzalo quedamos muy movilizados y decidimos ponerle el pecho a esta lucha. En julio de 2022, presentamos un reclamo administrativo a las autoridades del colegio y a la Comunidad Jesuita. Al principio transitamos solos este camino, no todos estaban preparados para reabrir esa herida. Cuando hablamos de sobrevivientes de abusos, es necesario respetar y validar los tiempos de cada persona. Sabíamos que iba a ser difícil, llevamos casi tres años remando un montón de situaciones dolorosas. Pero estamos de pie. Y otros pibes se fueron animando a hablar.
--¿Por qué decidieron pasar del reclamo administrativo a la denuncia penal, radicada en febrero último?
--Porque esperábamos alguna explicación de los responsables. ¿Por qué no habían informado a las familias? ¿Por qué habían mantenido tantos años a un abusador en contacto con niños? No encontramos nada de eso, ni siquiera se mostraron arrepentidos. Justificaron su inacción diciendo que se habían manejado según la ley vigente y que por eso no tenían la obligación de denunciar. Estamos hablando de un delito gravísimo. Si las autoridades del colegio recibieron varias alertas, como mínimo, deberían haber apartado a esta persona, iniciado una investigación e informado a la comunidad educativa. Nos quedó claro que Fretes pudo continuar con los abusos porque estaba avalado por una red de encubridores y cómplices.
--¿Qué surgió de esa instancia?
--El 10 de marzo, la Justicia realizó dos allanamientos en simultáneo, uno en el Colegio del Salvador y otro en la sede Centro Loyola. Los documentos encontrados demostraron que los responsables mintieron y ocultaron información. En primer lugar, nunca habían investigado a Fretes. Además, quedó probado que las primeras advertencias de las familias fueron en 1998 y no en 2003 como ellos afirmaban. A lo largo de 2004, esta persona asistió a la Escuela Padre Llorens de Mendoza, y ese mismo año regresó a “visitar” nuestro colegio, sin que nadie pudiera impedirlo. Tampoco había sido expulsado en 2007 de la Compañía de Jesús, sino que él mismo presentó su dimisión.
--¿Qué podría decir acerca de las representaciones sobre los varones que pasaron por esta situación? ¿Cambiaron con los años?
--El abuso sexual es una cuestión de poder. Muchas veces los discursos son revictimizantes, generan una herida más grande al cuestionar a la víctima. ¿Por qué no habló antes? ¿Qué busca denunciando después de 20 años?, se suele repetir tanto en el ámbito privado, como en el público, en la familia, en la escuela, en la justicia. A su vez, el machismo no permite que nos sintamos vulnerables siendo varones. Según esa lógica, haber sido abusado y contarlo pondría en riesgo esa cuota de “macho” que, supuestamente, hay que tener. En este sentido, la lucha feminista ha traido cambios estructurales que nos permite a los varones poder hablar en espacios respetuosos y empáticos. Nuestra búsqueda de justicia es también que esos discursos revictimizantes dejen de existir.
--¿Considera que las iniciativas del papa Francisco van a contribuir al esclarecimiento de este tipo de casos?
--Buscar respuestas en el líder de una institución con miles de casos de pedofilia es como buscar agujas en un pajar. Entiendo que para algunas personas estas respuestas puedan ser importantes. Nosotros le enviamos una carta escrita a mano el año pasado, hasta el día de hoy no ha respondido. Su silencio dice mucho. Es justamente el silencio lo que ha generado complicidad y ha permitido que este delito siga ocurriendo.
Informe: Karla Góngora