Weber y los cultores del weberianismo deben estar confundidos por la capacidad del chavismo para renacer de sus cenizas y relegitimarse con las más sorprendentes manifestaciones de legitimación. Superando, sobre todo, a la superficialidad periodística que evalúa los procesos desde las alturas institucionales y sus decorados, descuidando sus procesos sociales tal como aparecen en la realidad.
Tan sorprendidos deben estar los intelectuales de izquierda que decidieron tomar distancia cautelar porque avizoraban un final weberianamante deslegitimado, e imaginaron una “dictadura” de nuevo tipo, o un gobierno “autoritario populista”.
Los más de ocho millones de personas (8.080.000 votos) que asistieron a los 14 mil centros de votación en todo el país a sufragar por la Constituyente, legitimaron y relegitimaron a un gobierno condenado a la hoguera dentro y fuera del país.
Tanto Chávez como Maduro en cuanto candidatos presidenciales, fueron superados electoralmente por su propio movimiento, que envió dos mensajes suficientemente claros para saber hacia dónde quieren empujar el destino de la sociedad más castigada hoy en América latina. Casi un millón más votos que Maduro en 2013, y casi dos millones más que el mismísimo Chávez en 2006, cuando obtuvo la mayor suma de las cuatro oportunidades que se presentó como candidato.
El primer mensaje es un gigantesco desmentido global contra el sistema de caos, desabastecimiento y violencia callejera con los que deslegitimaron parcialmente al chavismo. Al gobierno le evitó asumir la última opción, la más dolorosa, la guerra civil.
La derecha opositora logró asolar sectores importantes de cuatro ciudades, sobre todo la capital, y la andina San Cristóbal, frontera con Colombia. Un sector importante de la población afecta al gobierno y otra parte desafecta, decidieron votar masivamente porque están hastiados de la violencia callejera y los cortes forzados de calles, cuya saña mortal e incendiaria deja a los piqueteros argentinos convertidos en “nobles boyscouts” de la última cristiandad.
La otra fantasía de los medios del exterior, como El Mercurio, El Espectador o Clarín, desmentida por los 8 millones es la que aseguró que los votantes no superarían los millones de funcionarios públicos y empleados estatales. ¿De dónde salieron entonces los otros 6 millones de votantes? Pero la realidad no importa en tiempos de “posverdad” y mentiras previas envasadas al vacío en las nuevas catedrales de la fantasía concentrada en los grupos monopólicos del periodismo global.
Parte de la fantasía periodística es decir en titulares que existe una rebelión nacional contra Nicolás Maduro y su gobierno, por ejemplo, a pesar de que un estudio de Datanalisis, una encuestadora opositora, develó hace 21 días que la suma de los barrios afectados por la violencia guarimbera, no representa más del 11% de la vida urbana, concentrados sólo en cuatro Estados, o provincias.
El segundo mensaje es para el gobierno de Maduro en particular y toda la dirección del chavismo: o se atreve a completar el proceso iniciado en 1999 con el cambio profundo de la Constitución Bolivariana, cambio radicalizado entre el año 2002 y el 2005, o todo, absolutamente todo, se devolverá al peor de los escenarios, y no habrá Constituyente ni “espíritu de Chávez” que salve al gobierno y al país del desastre que la acecha desde que se inició la revolución bolivariana.
* El autor es biógrafo de Hugo Chávez.