En la investigación por el atentado a la AMIA, el pedacito de tela de vaquero azul fue rotulado así por el FBI norteamericano: “Una pieza de lienzo que parece contener manchas de sangre seca, atrapada en una pieza de metal enrollado, correspondiente al estuche exterior de un amortiguador”. Pero lo asombroso es que el FBI señaló por escrito, en 1998, que tuvo a la vista el pedazo de tela y dijo que se trataba de “denim presuntamente usado por el conductor suicida del vehículo”. Lo grave es que, según el último informe de gestión del equipo de tres fiscales de la Unidad Fiscal AMIA, el pedacito de tela que constituye una prueba importantísima, clave, no aparece por ningún lado. Nadie sabe dónde está y la presunción es que se lo llevaron los norteamericanos sin que exista un acta o un recibo de ningún tipo. Para colmo, el FBI dice, extraoficialmente, que no lo tiene. Con la tecnología de hoy no sólo se podría obtener ADN de las manchas de sangre, sino también determinar el origen de la tela.
El objetivo de esta parte de la investigación es determinar si hubo un suicida en el atentado e incluso quién fue ese suicida. El nuevo equipo de fiscales designado por la Procuración General –Roberto Salum, Leonardo Filippini y Santiago Eyherabide–, que llevan adelante la pesquisa tras la muerte de Alberto Nisman, ya determinó que hay restos humanos encontrados en su momento en Pasteur 633 con un ADN que no se corresponde con el de ninguna de las víctimas del atentado. Podría tratarse del suicida, pero falta mucho para dar eso por acreditado. Apareció también material genético adherido a restos de la camioneta que se usó como coche-bomba, pero se correspondió con los dos obreros bolivianos que trabajaban en las refacciones de la AMIA. Por lo tanto, una evidencia vital sería la determinación del ADN de la sangre en el pedacito de tela.
La cuestión del denim exhibe las gravísimas irregularidades de la investigación del caso AMIA e incluso las relaciones subterráneas con las agencias norteamericanas. Uno de los cuestionamientos que se hacen a la investigación que encabezó el entonces juez Juan José Galeano, junto a la SIDE y la Policía Federal, es que se dejó gran parte –casi todo– en manos de servicios de inteligencia y agencias norteamericanas e israelíes. La misma conducta siguió después el fallecido fiscal Nisman.
En el último informe de los nuevos fiscales se consigna que se está buscando el pedazo de tela. El trozo aparece citado dos veces:
- En 2006 se le tomó declaración al agente del FBI James Bernazzani, quien contó que estuvo en la Argentina en 1998 para colaborar con la investigación. En ese marco, tuvo acceso a un pedazo de tela, con una mancha hemática, que “presumiblemente pertenecía al conductor de la camioneta”, según dijo el agente.
- El hallazgo consta en el informe del FBI de 1998 y es mencionado también por el agente especial Charles Hunter, del Departamento de Estado norteamericano, que es la cancillería de Estados Unidos.
- Pero, además, hay una especie de referencia a que un laboratorio de la ATF (Bureau of Alcohol, Tobacco & Firearms) recibió elementos relacionados con el atentado, incluyendo partes de un vehículo, raspaduras de neumáticos, fragmentos de metal, mampostería, todo lo cual supuestamente tenía manchas de sangre.
Los fiscales Salum, Filippini y Eyherabide hicieron una revisión completa de la causa judicial para ver dónde estaban esos elementos o si existía algún tipo de recibo o acta que certificara la entrega de esa evidencia clave al FBI o a alguna agencia norteamericana.
- El Cuerpo Médico Forense contestó que no tiene ni tuvo ninguno de esos elementos y menos que menos el pedazo de tela.
- La Brigada de Explosivos de la Policía Federal reportó que tampoco tiene esas evidencias.
- En el informe pericial que consta en la causa no se mencionan ni se enumeran las pruebas de las que hablan los norteamericanos.
- En ningún lugar de la causa hay un acta o un recibo o un escrito en el cual conste la entrega de esos elementos a alguna agencia nacional o extranjera.
El equipo de la UFI AMIA resolvió entonces insistir en abril de este año con la búsqueda del trozo de tela y se dirigió al Agregado Jurídico de la Oficina Federal de Investigaciones de la Embajada de Estados Unidos en la Argentina. En concreto se le pidió información sobre todos los elementos y, en especial sobre el pedazo de denim. Por ahora –transcurridos tres meses y medio–, no hay respuesta oficial. Pero, extraoficialmente, se ha hecho trascender que el FBI niega que tenga ninguna de las pruebas mencionadas.
Este cronista tuvo la chance de hablar en numerosas oportunidades con el fiscal Nisman sobre el uso de la genética y la tecnología moderna en el atentado. Lo mismo hicieron las agrupaciones de familiares de las víctimas del atentado. En el año 1994, cuando ocurrió el atentado, se necesitaba un volumen importante de material genético para establecer el ADN, mientras que hoy alcanza con menos de una gota. Y, además, la Argentina cuenta con algunos de los mayores especialistas del mundo en la materia. Nisman nunca avanzó en ese terreno, tal vez porque no quería poner a prueba las hipótesis –en la que estaba alineado con la SIDE, la CIA y el Mossad– relacionadas con la culpabilidad en el atentado de la organización libanesa Hezbollah y de Irán. Hoy en día, la Unidad Fiscal AMIA recurre a esos especialistas mundialmente reconocidos –Daniel Corach, de Farmacia y Bioquímica; el Equipo Argentino de Antropología Forense, y el Cuerpo Médico Forense– y se pudo avanzar en reconocer el cuerpo de la víctima número 85 y ahora en determinar la existencia de un perfil genético que no se condice con las víctimas.
El pedazo de tela y los demás elementos desaparecidos serían vitales para los estudios genéticos. Pero nuevamente salen a la luz las groseras anomalías de la investigación. La responsabilidad por la evaporación de evidencia es, en primer lugar, del ex juez Juan José Galeano, que era quien encabezaba el expediente en 1998. Además, el ex titular de la Unidad Antiterrorista de la Policía Federal, Jorge “El Fino” Palacios, fue quien manejó el vínculo con el FBI. Y finalmente el fiscal Nisman estuvo a cargo de la investigación casi diez años sin que se produjera el menor esfuerzo por dar pasos en el análisis genético y en el barrido electrónico. Pero además, nunca intentó recuperar evidencias de máxima importancia como el pedacito de tela que nadie sabe donde está.