Desde Roma
Dos argentinos, el Papa Francisco y el cardenal vice decano del Consejo de los Cardenales, Leonardo Sandri, celebraron en la Plaza de San Pedro la ceremonia del Domingo de Ramos. Después de haberse curado de una bronquitis que había causado una cierta preocupación y por la que estuvo internado tres días en el Policlínico Gemelli de Roma, Francisco apareció este domingo bastante bien. Cuando empezó a leer la homilía su voz era un poco débil pero poco a poco mejoró y luego acompañó las frases que recordaban el abandono de Jesús, con notables expresiones en su cara, de dolor, de incomprensión ante ciertas actitudes, de esperanza.
“Recordémoslo, las personas rechazadas y excluidas son iconos vivos de Cristo” que fue abandonado- dijo Francisco- “Cristo abandonado nos mueve a buscar y a amar a los abandonados”. El quiere que “cuidemos de los hermanos y hermanas que más se asemejan a él”. Y subrayó “también yo tengo necesidad de que Jesús me acaricie, se acerque a mí, y por eso voy a buscarlo entre los abandonados”. Hoy hay “tantos cristos abandonados”, continuó el Papa, refiriéndose a “pueblos enteros explotados y abandonados a su suerte, pobres que viven en la esquina de nuestras calles y con quienes no nos atrevemos a intercambiar una mirada, migrantes que ya no son rostros sino números, presos rechazados, personas catalogadas como problemas”. Pero también, añadió, “hay cristos abandonados invisibles, escondidos, que son descartados con guante blanco: niños no nacidos, ancianos que han sido dejados solos. que puede ser tu papá, tu mamá, el abuelo o la abuela abandonados en un geriátrico, enfermos no visitados, discapacitados ignorados, jóvenes que sienten un gran vacío interior sin que nadie escuche realmente su grito de dolor y no encuentran otro camino que el suicidio”.
La parte de la ceremonia dedicada a la comunión la celebró el cardenal Sandri. Pero el Papa estaba sentado frente al altar, dado que por los problemas que padece en una rodilla no puede estar de pie mucho tiempo.
En el Angelus, que papa Francisco leyó poco antes de concluir la ceremonia, hizo una especial mención de la Caravana de la Paz, que en estos días partió de Italia hacia Ucrania, llevando artículos de primera necesidad para el pueblo ucraniano y la cercanía del pueblo italiano.
Una Semana Santa llena de actividades
La misa de este domingo dio comienzo a una semana que será muy cansadora para el pontífice. El Jueves Santo, Francisco celebrará una misa en la cárcel de menores de Casal del Marmo de Roma. Pero la misa, según el portavoz del Vaticano Matteo Bruni, se celebrará de “forma privada”. Francisco muchas veces en su carrera ha celebrado el Jueves Santo practicando el rito del lavado de pies a gente pobre, marginados, presos, gente sin hogar.
Todavía no se sabe cómo se organizará el Via Crucis del Viernes Santo, que tradicionalmente se hace en el Coliseo de Roma para recordar a los cristianos muertos allí en manos de los antiguos romanos. El Papa reza y participa normalmente desde una pequeña colina frente al Coliseo.
Este domingo, el altar de la ceremonia fue colocado apenas abajo de las escaleras que conducen a la basílica de San Pedro. A la izquierda estaban todos los cardenales y otros prelados presentes, y a la derecha el cuerpo diplomático acreditado en el Vaticano. El resto de la plaza estuvo ocupado por fieles de múltiples países. Según la prefectura Vaticana, unas 60.000 personas estuvieron presentes en la Plaza de San Pedro, muchos de ellos con ramos de olivos y de palmeras en las manos, símbolo del Domingo de Ramos. Los ramos de olivos fueron donados al Vaticano por la asociación nacional Ciudad del Olivo y los alcaldes de regiones productoras de aceite de oliva, entre ellas Umbria. Para Pascua, en cambio, como sucedió otros años, se esperan más de 35.000 ramos de flores provenientes de Holanda.
En medio de los aplausos y gritos de los fieles, el papa Francisco concluyó la jornada haciendo un paseo por la Plaza de San Pedro y la Via de la Conciliazione (la calle que va desde el río Tíber hasta San Pedro) en el blanco papamóvil, sin vidrios ni protecciones de ningún tipo a diferencia de otros Papas, para saludar así más de cerca a los fieles. Iba custodiado por la guardia personal de seguridad del Vaticano y de vez en cuando se veían guardias suizos, en sus tradicionales vestidos de colores y cascos con plumas rojas. Aplausos, vivas y banderas de múltiples países mientras sonaban las campanas de la basílica de San Pedro, le dieron a Francisco un estimulante fin de jornada.