Eran las encargadas avispar a Sandy Olsson tras el verano de romance con Danny Zuko. Con un­­ look volcánico y sin temor a las habladurías, izaban el estandarte de la mala reputación con canciones que iban del bubblegum pop al rockabilly dentro de Grease. El inminente spin off, Rise Of The Pink Ladies (estreno el próximo viernes por Paramount+), amplía el mundo de este musical rastreando el origen de las fundadoras de la pandilla. El cuarteto que creó su propio estándar para la diversión previo a que Rizzo y el resto de las “Damas de rosa” hicieran de las suyas. El escenario vuelve a ser el de los idílicos fifties, con sus diners, autocines, carreras de descapotables y un cuarteto de chicas con chaquetas brillantes.

El relato arranca apenas un par de camadas antes que la del ’58. Las cuatro chicas andan por carriles separados en la escuela Rydell. La estudiante perfecta Jane (Marisa Dávila) ambiciona con llegar al consejo estudiantil junto al golden boy de Buddy (Jason Schmidt). Pero un rumor acaba con la buena imagen de la colegiala. Algo muy similar le había sucedido a Olivia (Cheyenne Isabel Wells), condenada al ostracismo por las habladurías que la vincularon con un profesor. Cynthia (Ari Notartomaso) sueña con ser un T-Bird pero los fierreros se niegan a que una chica entre a su club. La última es Nancy (Tricia Fukuhara), una futura diseñadora de modas a la que sus amigas dejaron de lado porque no tiene novio. Hartas de los imperativos sociales y de las burlas, las cuatro improbables amigas se unen para alterar el estado de cosas. Y wop bop a loo bop a lop bom bom.

Aunque las chicas preconfiguren aquello que Joan Jett cantó en “Bad Reputation”, la fórmula de Rise of The Pink Ladies tiene el octanaje limpio de High School Musical. En tal sentido, sus declamaciones, con buen ritmo y trabajadas coreografías, sobre discriminación, sexismo, los raros que no encajan y angustia adolescente, no agregan demasiado a lo que ya se ha visto en otras producciones audiovisuales. Como si este Glee ambientado a los ’50 estuviera cantándole las cuarenta a esta era más que a la ficcionalizada. Esto es más que evidente en el personaje abiertamente queer de la banda. “Cinthia está muy cerca de mi corazón, hacer una representación de alguien así de cuando no se tenía dimensión de ello, en un mundo como el de Grease, es muy especial”, aseguró Notartomaso en una conferencia de prensa de la que participó Página/12.

La precuela con la firma de Annabel Oakes es muy consciente de cierto atributo de Grease. ¿Cual? Ser uno de los pocos musicales que le pueden gustar hasta a los que aborrecen el género. “Es como imposible no conocer ni amar Grease, en medio del rodaje siempre nos recordaban el carácter que tiene el musical. Esa excitación permanente, su desenfado, todos se están moviendo y actuando de una manera muy especial. Es muy difícil de definirlo, pero cuando nos decían, “recuerden cuál es la energía Grease”, sabíamos a que se referían”, dice Dávila.

-¿Qué le recomendarían estas chicas a Sandy y a Danny?

Marisa Dávila: - Nena, mejor dejá de perseguir tanto a ese pibe. ¿Qué hacés? Danny no te merece y no necesitás cambiarte de ropa. Sé vos misma. Conseguite un hobby (risas).

Ari Notartomaso: -Con Danny pasa algo parecido. Al principio de la película lo vemos como alguien muy delicado y romántico. Cambia su personalidad cuando anda con los pibes. Creo que Grease apunta bien a eso del verdadero ser de los personajes.

-¿Recuerdan su reacción al ver Grease por primera vez? ¿Hay alguna escena de la serie que las conectó con eso?

M.D.: -Las chicas bailando con las pelucas. La feria de juegos. Pero si me tengo que quedar con una escena, elijo a Marty Marraschino lanzándole perfume a su papelería. ¡Qué buena idea! Eso es muy propio de una Pink Lady.