El cine argentino toma la delantera en lo que hace a la recuperación de la memoria colectiva. A fines de setiembre de 2022 se estrenó Argentina, 1985. Ahora es el turno de El juicio, que como la película de Santiago Mitre trata sobre el juicio a las Juntas celebrado en 1985, esta vez no desde la ficción sino desde el documental. El enfoque también es otro: mientras que aquella hacía eje en la actuación de la fiscalía, esta encara el juicio en su totalidad, a lo largo de sus ocho meses de duración (en días más se cumplen 38 años desde su inicio). El film de Ulises de la Orden (Río arriba, Desierto verde) trabaja sobre las 530 horas de grabación emitidas originalmente por ATC a razón de tres minutos diarios (sin sonido), extrayendo de allí el documental de 177 minutos de duración que se estrena el viernes 7. Y que, dada la modalidad de emisión que originalmente tuvo el juicio, resulta prácticamente inédito.
Pero no se trata de una simple compactación sino de una nueva, en la medida en que el film de De la Orden, estrenado en la última edición del Festival de Berlín y que acaba de ganar un premio en el importante festival de documentales Cinema du Réel, reniega de mantener el hilo cronológico de la emisión original, prefiriendo en lugar de eso una agrupación por bloques temáticos, que además del dolor de las víctimas permite hacer foco de modo más ordenado sobre cuestiones como la responsabilidad empresarial y eclesiástica en tiempos de la dictadura, la mecánica de los secuestros, el funcionamiento de los centros de detención ilegal, la expoliación de botines “de guerra” y la apropiación y tortura de niños (esto último no es tan conocido).
Berlinale 2023: "El juicio" vuelve sobre un hecho fundante de la democracia argentina
Como señalaron los propios exjueces León Arslanian y Ricardo Gil Lavedra al cabo de una de las funciones de preestreno de El juicio, el resultado es ejemplar. No solo en sentido ético y político sino estrictamente cinematográfico, por el trabajo de reescritura que De la Orden y sus colaboradores practican sobre un material que parecía imposible de resumir, y al que resultó difícil de acceder y reunir, tal como señala el realizador en la entrevista que sigue.
-¿Cómo se inició el proyecto?
-En 2013 comenzó a rondarme la idea de hacer una película sobre el juicio a las Juntas. Me puse a investigar. De la primera instancia de la investigación surgió que había un archivo con las 530 horas que duró el juicio, y poco más tarde me enteré de que ese material, originalmente grabado en sistema U-Matic, estaba digitalizado. Yo no sabía quién lo había digitalizado. Inicié su búsqueda y en 2015 me enteré de que ese archivo estaba alojado en dos sitios: Canal 7 y el Archivo General de la Nación. Aunque parezca increíble, en ambos nos negaron todo tipo de colaboración, por temor a castigos políticos. En el Archivo General de la Nación nos sugirieron que para evitar inconvenientes lo buscara en la Universidad de Salamanca, donde también hay una copia del material en custodia. Parece increíble, pero más de tres décadas después del juicio, brindar el material todavía generaba temores en funcionarios de nivel medio, incapaces de tomar decisiones y correr con los riesgos.
-Allí la búsqueda se estancó.
-En realidad, esas negativas despertaron mi interés, convenciéndome de que iba a obtener el material. Cuando te niegan algo, más lo querés. Hasta que en 2019 me enteré de que el archivo está en custodia de Memoria Abierta, una alianza de las distintas organizaciones de derechos humanos y a la larga productora asociada del film. Memoria Abierta preservó y copió las grabaciones originales del juicio, a pedido de la Cámara Federal. Nos encontramos con ellos, acordamos los lineamientos para un trabajo conjunto y estuvimos en condiciones de visualizar el archivo. Incluso acordamos en que vamos a seguir colaborando para futuros proyectos.
-¿Memoria Abierta contaba con todo el material fílmico del juicio?
-Contaba con las 530 horas grabadas por ATC, a dos cámaras y en formato U-Matic. Ellos se encargaron de digitalizar ese material.
-Allí se inició otra batalla titánica, consistente en poner en condiciones y compactar esas 530 horas con una duración y calidad aptas para ser proyectada al público general.
-Allí comenzó la etapa de visualización, descripción y acondicionamiento del archivo, que duró en total siete meses y fue realizada por el editor Alberto Ponce, la asistente de dirección y directora de producción Gisela Peláez, y yo.
-¿En qué condiciones se hallaba el material?
-Tenía fragmentos faltantes y algunas cintas deterioradas por el tiempo. Fue entonces que nos aventuramos a dar con una mítica copia en VHS, alojada en el Parlamento Noruego.
-¿Cómo fue que esa copia llegó a Noruega?
-En 1987, cuando empezaron los alzamientos carapintada y ante la posibilidad de que eso terminara en un golpe de estado y los archivos fueran destruidos, los propios jueces hicieron una copia artesanal, en VHS, para sacarla del país. A través de una sociedad internacional de jueces, conocieron a un juez noruego, que logró gestionar la recepción de la copia, depositándola en el parlamento de ese país.
-¿Esta copia difiere del original?
-Es el mismo material, aunque tiene algunas “perlitas” que en la original no estaban. Estaba en mejores condiciones que el archivo en U-Matic, que se hallaba algo deteriorado.
-¿Estaba todavía en VHS?
-No, estaba digitalizada.
-¿Esa es la copia que usaron ustedes?
-Nosotros usamos las dos copias, la que tenía Memoria Abierta y esta otra, eligiendo de cada una los fragmentos en mejores condiciones. La copia noruega llegó hasta nuestras manos con la etapa de montaje muy avanzada, en 2019.
-¿Ese mix, en su totalidad, puede considerarse una versión definitiva del material original?
-Del análisis de ambos archivos surgió la necesidad de una nueva digitalización, tanto del U-Matic de ATC como del VHS alojado en el Parlamento Noruego. Fue entonces que, en conjunto con Memoria Abierta, desarrollamos un proyecto que coordina esfuerzos y que cuenta con el apoyo económico de la Ford Foundation. El objetivo es digitalizar un master del archivo del juicio, en formato 4K, que será una versión unificada de ambas copias.
-¿Qué posibilidades de consulta tendrá?
-Estará disponible al público a través de Memoria Abierta.
-¿A qué se debe que las emisiones originales por ATC hayan sido tan breves y mudas?
-Hay distintas versiones. Hasta donde yo sé, y creo que los jueces en su momento dijeron esto, la estrategia de las defensas (hubo veintidós defensores en total) consistió en interrumpir el juicio, molestar, dilatarlo, por lo cual pensaron que era conveniente no transmitirlo todo (aparte de que en los hechos esto era imposible). Por lo tanto, tenía que haber una segmentación sí o sí. Con respecto a la ausencia de sonido, lo que sucedió es que si emitían los testimonios, en ese momento la sociedad no estaba en condiciones de asimilar su crudeza, era algo demasiado fuerte. La sentencia fue lo único que se emitió con sonido.
-¿Ustedes le devolvieron el sonido?
-En las grabaciones originales se oyen solo los diálogos y en esta nueva suena todo. Los pasos, las sillas que se corren, los vasos, todo. Eso se lo agregamos todo nosotros, no estaba. Esto permite darle al juicio un entorno sonoro que antes no tenía.
-¿Cuánto tardaron para hacer el montaje?
-Dos años largos. Pero no continuos sino que con interrupciones.
-¿Trabajaste con un guion previo?
-Había un guion previo, que al empezar a visualizar todo el material quedó atrás. A medida que lo visualizaba iba escribiendo distintas versiones. En total escribí más de treinta. Los coproductores de la película (una productora francesa, otra italiana y otra noruega) pedían que agregáramos material, pero yo me resistí.
-¿Qué material querían agregar?
-Material de actualidad. A mí nunca me gustó la idea, yo quería trabajar exclusivamente sobre el juicio. Por suerte no nos doblegaron y logramos filmar lo que queríamos.
-¿Qué criterios guiaron el remontaje que hiciste del material original?
-Cuando nos pusimos a trabajar teníamos dos grandes ideas. Una era que la película no fuera un catálogo de casos. Yo entendía que de esa forma iba a ser difícil construir una estructura dramática, contar una historia. Allí tomamos la decisión de no contar cada caso en particular sino el juicio como tal, en su totalidad. Para hacerlo, lo que encontramos como ordenador fue el alegato del fiscal Strassera, de tal manera que decidimos partir de él para organizar el relato.
-Ustedes organizaron el material tema por tema. ¿Qué los llevó a tomar esta decisión?
-Era una manera de ordenar el material y eso está basado en el alegato de la fiscalía. No usamos exclusivamente los temas surgidos del alegato, pero sí casi todos lo son. Eso lo organizamos en dieciocho capítulos.
-Hablaste de dos ideas-guía. ¿Cuál fue la segunda?
-La segunda partió del hecho de que todo juicio es evidentemente una puesta en escena. Hay un conflicto, hay fuerzas en oposición, hay personajes. Eso lo respetamos en la película tal cual es en la realidad, pero entendimos que la cronología del juicio no nos era favorable. Por eso decidimos trabajar la cronología con libertad y crear una temporalidad propia de la película, en la que de pronto, para bien de la estructura temática que nosotros nos dimos, un mismo testimonio puede retomarse, por ejemplo, sin necesidad de seguir un hilo estrictamente cronológico. También alteramos la cronología de acuerdo a la importancia de los temas. El concepto de “aniquilar a la subversión”, que surge del decreto original de Ítalo Luder en 1975, tenía que ir adelante de todo. Si la de la dictadura fue una guerra o no, que es un punto muy importante del alegato de Strassera, también. Y así.
-La película hace un procesamiento sonoro de la sentencia, superponiendo diversos fragmentos. ¿A qué obedece esa decisión?
-Básicamente a que es muy larga. Aproximadamente una hora en total. Era muy difícil de cortar. Por otra parte, la secuencia era para mí una coda. Para mí, la película termina con el “Nunca más” con el que el fiscal Strassera finaliza su alegato. Por eso elegí sintetizar la sentencia mediante una placa de texto, durante la secuencia de créditos finales, recurriendo a esa superposición sonora. Esa placa informa no solo de las sentencias sino de los delitos por los que se condenó a cada uno de los integrantes de las juntas, y además, algo que para mí era muy importante, deja constancia del artículo 31, que es el que informa que las investigaciones siguen abiertas. Eso habilita a todos los procesos judiciales que vinieron después y siguen hasta el día de hoy.
-¿Qué importancia histórica creés que tiene El juicio?
-El juicio no sé, la película tendrá que encontrar su público y veremos. Lo que creo que tiene una importancia histórica es el juicio en sí, que para mí cambió la historia de la Argentina. Porque lo que cambió allí fue la sociedad en su conjunto. Con la institución judicial sola no alcanzaba. Si las Madres no hubieran estado dando vueltas a la Plaza durante diez años, si las organizaciones de derechos humanos, si los sobrevivientes, si de a poco la sociedad civil no hubieran hecho todo lo que hicieron, no hubiera habido ningún juicio. Ni el juicio a las Juntas ni los que vinieron después. Es lo que en términos de estructura dramática sería un plot point, el punto en el que todo cambia.
-Se cumplen cuarenta años de democracia. ¿Películas como la tuya y Argentina, 1985 pueden ayudar a que los jóvenes que no vivieron la época se pongan en contacto, tanto con la etapa de la dictadura como con la del juicio en sí?
-Si yo tuviera que decirte para quiénes hice la película, te diría que son los estudiantes de 4º y 5º año del colegio secundario. Ese es mi público soñado, anhelado. Ojalá llegue a todos los colegios, ojalá la pongan como de visión obligatoria. Ese sería mi sueño. Y estamos trabajando para que suceda.
El juicio estrena el viernes 7 a las 20 y se podrá ver en la sala del Malba, todos los viernes en ese horario.